Notas Cruzadas

24| Hombre desesperado.

Aviso:

¡Hola personitas! 💫

Este capítulo tiene dos versiones: una apta para todo público y otra con escenas destinadas a lectores mayores de 18 años.

Si eres mayor de edad y deseas leer la versión completa (+18), puedes encontrarla aquí en Booknet bajo el título “Notas Cruzadas [+18]”.

____________________

Camino hacia la parte trasera del club con Adam siguiéndome de cerca

Sabrina

Camino hacia la parte trasera del club con Adam siguiéndome de cerca.

La puerta se cierra detrás de nosotros con un golpe seco. Estamos en la bodega del club, el único lugar en el que nadie entraría en estos momentos.

Si iba a pelear, por lo menos quería hacerlo en un lugar privado.

La bodega está casi a oscuras, apenas iluminada por una lamparita amarilla que parpadea como si también estuviera a punto de insultar a alguien.

Me cruzo de brazos y lo miro fijo.

Adam se queda parado frente a mí, sin saber dónde poner las manos.

—Bueno —digo seca—. Habla.

Él se aclara la garganta y traga saliva.

Parece... tímido.

Adam Blake, tímido.

¿Quién lo diría?

—Sabrina, yo... sé que la cagué.

—Oh, ¿de verdad? Ni lo había notado —respondo con una sonrisa sarcástica.

Él cierra los ojos un segundo, como si necesitara valor.

—No debí desaparecer. Es que... pensé que querías espacio.

—¿Espacio? —repito con una risa corta—. Adam, te dije que no tenía idea de lo que quería. No que te fueras a otro planeta.

—No me fui a otro planeta —dice bajito—. Solo no quise presionarte.

—Ah, claro —contesto—. Primero vienes a mi trabajo a soltarme un discurso estilo de telenovela, me pides treinta días, dices que soy "especial" —hago un gesto con la mano—, y luego desapareces. Muy coherente.

Él suspira fuerte, se pasa una mano por el pelo. Está claramente frustrado consigo mismo.

—Mira, no soy bueno en esto.

—Ya me di cuenta —respondo.

—No tengo experiencia —repite, como si le doliera admitirlo.

Yo arqueo una ceja.

—¿No tienes experiencia en qué? —pregunto con una sonrisa lenta—. ¿En hablar? ¿En mandar mensajes? Porque déjame dudar el que no tengas experiencia con mujeres.

Me mira con el ceño fruncido, pero no molesto: avergonzado.

—En... intentar algo con alguien que realmente me importa.

Mi corazón se salta un latido, pero no le hago caso.

—¿En serio? —digo, exageradamente incrédula—. Pensé que tenías un doctorado en coqueteo y aparición misteriosa.

—No estoy jugando, Sabrina.

—Yo tampoco —respondo—. Y estoy muy ocupada, así que si tu explicación va a ser "no tengo experiencia", pierdes el tiempo.

Él da un paso hacia mí, pero se detiene a medio camino, como si no estuviera seguro de si puede acercarse o no.

—Solo quiero explicarte —dice.

—Pues explícale a la pared, porque yo...

—No quería asustarte —me interrumpe, desesperado—. Todo pasó muy rápido. Ese beso en el balcón...

Se queda callado, como si recordarlo lo dejara sin aire.

—Pensé que si era demasiado insistente ibas a cerrarte conmigo.

Yo parpadeo.

Ok, eso no lo esperaba.

—¿Y desaparecer era mejor opción? —pregunto.

—No —admite, riéndose sin humor—. No lo fue. Me pasé tres días pensando en lo mucho que quería verte. Y lo peor es que cuando por fin decidí hacerlo, ya era tarde. Ya estabas molesta. Y con toda la razón.

Me muerdo la mejilla para no suavizarme demasiado.

—Bueno, no importa —murmuro.

—Claro que importa —dice rápido—. Porque tú me importas. Porque no estoy acostumbrado a sentir esto.

—¿Sentir qué? —pregunto, con voz baja pero tensa.

Él traga saliva.

Se acerca otro paso, lento, como si se acercara a un animal salvaje.

—Nervios —susurra—. De los buenos. De los que te dejan pensando en alguien todo el día. De los que te hacen venir a un club lleno de gente, sin razón, solo para verla.

Hace un gesto con las manos.

—No sé cómo manejar esto, Sabrina. Me gustas mucho.

Silencio.

Mi corazón late demasiado rápido.

Es la primera vez que dice explícitamente que le gusto y parece no haberse dado cuenta.

—Y luego de lo que te dije en el bufete —continúa—, pensé que te pude haber incomodado. Así que no quise presionar.

Suspira.

—Y sí, desaparecí porque no tengo idea de que estoy haciendo. Porque estoy aprendiendo en tiempo real, porque no soy ese tipo de hombre que sabe qué decir o qué hacer. Yo... —me mira directo a los ojos, vulnerable— solo sé que no quería perderte antes de empezar.

Me paso una mano por el rostro, intentando ocultar que esa última frase me golpeó fuerte.

Es lo más lindo que me han dicho nunca.

—Eso fue... —me aclaro la garganta—. Está bien.

Lo miro.

—Demasiado bien. Casi sospechoso.

Él ríe bajito.

—Te prometo que no lo ensayé.

—Pues suena ensayado —digo, levantando una ceja—. Muy "discurso de hombre desesperado".

—Porque lo estoy —dice sin dudar—. Estoy desesperado por que no pienses lo peor de mí.

Wow.

Maldita sea.

Él da otro paso.

Ya estamos cerca, pero no tanto como me gustaría. Todavía hay unos centímetros entre nosotros, un espacio tenso.

—Nunca quise que pensaras que te estaba diciendo cosas solo por decir. O que quería algo rápido —dice, bajando un poco la cabeza para mirarme bien—. Pero si quieres que me disculpe otra vez, lo hago. Las veces que quieras.

Le sostengo la mirada. Una sonrisa amenaza con salir de mis labios, pero trato de que no lo note.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.