Notas Cruzadas

25| Amor eterno.

4 años atrás

Sabrina

4 años atrás

My love
There's only you in my life
The only thing that's right

Las revistas de maternidad son todo una falsedad.

Lanzo con furia la revista Modern Mom contra la puerta de mi armario. El golpe seco resuena en toda la habitación, pero no me calma nada. Estoy indignada por cada una de las mentiras que acabo de leer.

"Te mostramos la forma correcta de recuperar tu figura luego de dar a luz."

"Tendencias de moda que harán lucir tu pancita de forma única."

"Los meses maravillosos. Descubre todo lo nuevo que trae tú bebés en el séptimo mes de gestación."

Pura, absoluta basura.

Cada uno de esos artículos está acompañado de fotos de mamás sonrientes, perfectas, con piel radiante, con barrigas hermosas y redondas como si fueran un adorno delicado. Todas posan como si el embarazo fuera una experiencia divina, casi mágica.

Nada comparado con la triste realidad que estoy viviendo.

And I

I want to share

All my love with you

No one else will do

Los siete meses de embarazo me cayeron fatal.

La espalda me mata con el peso de la barriga. Ya no puedo dormir echada porque apenas lo intento, me quedo sin aire como si alguien me aplastara el pecho. Mis tobillos se hinchan cada dos por tres —retención de líquidos, según la estúpida revista— y no sé cómo demonios solucionarlo. Mis pechos han crecido de forma descontrolada y duelen. Duelen como si hubieran decidido independizarse y torturarme en el proceso. Nadie me habló de eso. Nadie.

Conclusión: el embarazo no es tan maravilloso como lo pintan.

No puedo creer que haya pasado de ser un vómito ambulante a esto. Ya casi no me reconozco. Pasé de estar sola a compartir mi cuerpo con una persona que aún no conozco y que hace que mi cuerpo deje de sentirse como mío.

Amo a mi bebé, pero lo que está haciendo conmigo es... indescriptible.

Estúpidos siete meses.

Two hearts

Two hearts that beat as one

Our lives had just begun

—¡Bájale el volumen a tu maldito parlante! —grito, y me arrepiento al segundo. No debería descargar mi furia con Urania

No me quejo nunca de la música que pone. Nunca lo hago. Llevamos meses conviviendo y jamás ha sido un problema. Creo que tiene muy buen gusto, pero justo ahora esa canción está tocando un nervio que ya tengo hecho trizas.

La música baja de volumen, aunque sigue sonando a lo lejos, así que aprovecho el momento para moverme —por quinta vez en cinco minutos— tratando de encontrar una posición medio cómoda en la cama y tratar de dormir un poco. No lo consigo.

—¿Por qué estás de tan mal humor? Pensé que te gustaba mi playlist.

Ay… ingenua yo, creyendo que podía gritar como lunática sin que me cayera un interrogatorio.

Urania se recuesta contra el marco de la puerta con los brazos cruzados, mirándome con una mezcla de curiosidad y diversión. No se ofende. Nunca lo hace. Esa mujer tiene un talento sobrenatural para no tomarse nada personal.

Suspiro, agotada.

—Me gusta, solo que esa canción no es mi favorita.

—¿Quieres que la cambie? — señala hacia el pasillo—. No tengo problema.

—Eso estaría bien.

—De acuerdo. ¿Qué canción quieres escuchar?

Pienso en alguna canción que no hable de amor, de parejas felices y de sus vidas perfectas… pero no me viene ninguna a la mente. Así que improviso.

—¿Por qué no escuchamos algo nuevo?

Urania me mira confundida.

—¿Como qué?

Buena pregunta.

—Tal vez… música disco. Pon Rasputin.

—¿Rasputin? —alza una ceja, incrédula.

—¡Sí!

Estalla en risas.

Obviamente.

—¿Estás bromeando? —se ríe más—. ¿Quieres que llame a Putin también? No estás hablando en serio.

Qué bueno que al menos a alguien le dé gracia mi miseria.

—No tiene nada de malo. Es un clásico de los setenta.

—Sí, para señoras haciendo zumba.

Se sostiene del marco mientras ríe sin freno. Me provoca lanzarle algo… así que lo hago. Mi almohada vuela hacia ella.

Le da en el hombro.

¡Rayos!

Quería darle en la cara.

—Ya, perdón —dice entre risas—. Solo que en todos estos meses nunca te vi fanática del disco.

—Bueno, ahora lo soy.

—¿Qué tiene de malo Endless love?

—Hablan solo de amor —respondo, como si fuera lo más obvio del mundo.

Urania entrecierra los ojos.

—¿Y...?

—No me gusta.

—Déjame ver si entendí —entra a mi cuarto y se sienta en mi cama con toda la confianza del mundo—. No te gustan las canciones de amor, pero hace una semana tu favorita era Moonlight. ¿Le encuentras lógica a eso?

No, pero tampoco voy a admitirlo.

Me encojo de hombros.

—Dime qué te pasa —continúa, ya más seria—. Porque no creo que te hayas vuelto la Grinch del amor de la noche a la mañana.

Urania me conoce demasiado, lo cual es bueno... la mayoría de veces.

Ahora mismo, no lo es.

Me levanto de la cama, camino hasta la ventana y giro de espaldas. Si voy a confesar algo, al menos no quiero que me vea derrumbarme.

—Hoy un chico se acercó a mí en una cafetería —susurro—. Se sentó conmigo. Me dijo que me había visto de lejos y quería saber si había ido con alguien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.