Aiden Blackwood
—Tienes que ayudarme a entender esto, Theo.
Solté la frase en cuanto nos sentamos en la cafetería de siempre, una pequeña esquina en el centro de la ciudad donde nos reuníamos después del trabajo. Theo apenas había tomado un sorbo de su café y ya me miraba como si estuviera loco.
—¿Ayudarte con qué exactamente? —arqueó una ceja—. Porque si me vas a decir que volviste a quedarte dormido tocando el piano y soñaste que eras Mozart, paso.
Rodé los ojos y pasé una mano por mi cabello, frustrado.
—No es eso.
—¿Entonces?
Respiré hondo. No tenía sentido ocultarlo.
—He estado teniendo el mismo sueño durante semanas. Bueno… no exactamente el mismo, pero siempre aparece ella.
Theo dejó su taza sobre la mesa y me miró con interés.
—¿Ella? —repitió, cruzándose de brazos—. ¿Desde cuándo tienes novia y por qué no la conozco?
—No es mi novia. —Fruncí el ceño—. Ni siquiera sé quién es.
—¿Cómo que no sabes quién es?
—Porque nunca puedo ver su rostro.
Theo parpadeó y luego soltó una carcajada.
—Esto se pone cada vez mejor.
—No es gracioso.
—Claro que lo es. —Se inclinó hacia adelante con una sonrisa burlona—. Déjame ver si entendí. Sueñas con una mujer misteriosa a la que nunca le ves la cara, pero de algún modo sientes que la conoces. ¿Me equivoco?
Negué con la cabeza.
—No. Es exactamente eso. Pero hay más.
Theo suspiró como si ya estuviera harto antes de empezar.
—Por supuesto que hay más. Dale, suéltalo.
Jugueteé con la cuchara de mi café, tratando de encontrar las palabras.
—Cuando estoy con ella en el sueño… siento que la he amado antes.
El silencio que siguió fue breve, pero incómodo. Theo me observó con detenimiento, como si intentara averiguar si hablaba en serio.
—Bro, ¿me estás jodiendo?
—¿Pareces que estoy jodiendo?
Su expresión cambió de burla a algo más pensativo.
—Oye, Aiden… —dijo con voz más baja—. No quiero sonar como un imbécil, pero… a lo mejor solo es un sueño. Ya sabes, el subconsciente puede ser raro. Tal vez viste a alguien parecida en la calle y tu cerebro creó una historia alrededor de eso. No significa nada.
—No es solo un sueño, Theo. —Golpeé la mesa con frustración—. Se siente real. Su voz, su tacto… todo. Y lo más raro es que cuando me despierto, sigo sintiéndolo.
—Tal vez necesitas dormir más.
—¡No es falta de sueño!
Theo me estudió en silencio por un momento y luego suspiró, rindiéndose.
—Está bien, está bien. Supongamos que esto es más que un sueño… —se inclinó hacia adelante—. ¿Qué piensas hacer? ¿Buscar a tu amor fantasma en Tinder?
Lo fulminé con la mirada.
—No lo sé.
—Exacto. Porque no hay nada que hacer. No puedes buscar a alguien que no existe.
Pero eso era lo que más me aterraba.
Algo dentro de mí me decía que ella sí existía. Que estaba en alguna parte.
Y tenía que encontrarla.
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Editado: 14.03.2025