Notas de un amor olvidado

Capítulo 6 - La melodía de un recuerdo

Aiden Blackwood

Theo seguía mirándome como si acabara de decirle que era un viajero en el tiempo. Se frotó la cara y dejó escapar un suspiro.

—Está bien, esto es oficialmente una locura.

—¿Recién ahora te das cuenta?

—Aiden, acabas de cantar una canción que nunca escribiste, pero que conoces como si fuera tuya. Y dices que viene de un sueño.

—No lo digo. Lo sé.

Theo negó con la cabeza.

—Y entonces, ¿qué sigue? ¿Más sueños?

Me incliné hacia adelante, con los codos sobre la mesa.

—Sí.

—Por supuesto. —Rodó los ojos—. ¿Y qué pasó esta vez?

Cerré los ojos por un momento, tratando de atrapar el recuerdo antes de que se esfumara.

—Fue diferente.

—¿Diferente cómo?

—No estábamos en un teatro ni en una casa. Estábamos… afuera.

Theo alzó una ceja.

—¿Dónde?

—Un parque. O un jardín. No lo sé con certeza, pero había un camino de piedras y una fuente en el centro.

—Bien, un parque. ¿Y qué hacían?

Tragué saliva.

—Ella estaba sentada en un banco de piedra, con un cuaderno en su regazo.

—¿Y?

—Yo tocaba la guitarra.

Theo bufó.

—Por supuesto que sí.

Ignoré su comentario y seguí.

—Ella tarareaba la melodía que yo tocaba, con la mirada fija en el cuaderno.

—Déjame adivinar: estaba escribiendo la letra de la canción.

Lo miré con seriedad.

—Sí.

Theo exhaló y se pasó una mano por el cabello.

—Joder, Aiden…

—Entonces se detuvo y me miró.

—¿Y qué pasó?

Mi pecho se apretó.

—Me dijo algo.

Theo me miró expectante.

—¿Qué? ¿Qué te dijo?

Me humedecí los labios antes de responder.

"Prométeme que si algún día me olvido de esta canción, tú me la recordarás."

El silencio que cayó entre nosotros fue denso, como si las palabras aún flotaran en el aire.

Theo dejó caer la cabeza hacia atrás y soltó un suspiro largo.

—Mierda.

—Sí.

—Esto es demasiado.

—Sí.

Theo me miró, más serio esta vez.

—Aiden… ¿y si esto no es solo un sueño?

Mi garganta se cerró.

—Eso es lo que me asusta.

Nos quedamos en silencio unos segundos.

—¿Crees que ella…? —Theo no terminó la pregunta.

Sabía lo que quería decir.

—No lo sé.

Mi mejor amigo me observó por un largo rato antes de hablar.

—Si ella existe, si está aquí, en esta ciudad… ¿qué vas a hacer?

Mi respuesta salió sin pensarlo.

—Encontrarla.

Theo soltó una risa sin humor.

—Por supuesto. Porque nada de esto ya es lo suficientemente raro.

Lo ignoré.

Porque en lo más profundo de mi pecho, sabía que ella estaba en algún lugar.

Y tenía que encontrarla.




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