Notas de un amor olvidado

Capítulo 8 - Mariposa

Aiden Blackwood

La noche estaba cayendo lentamente, las luces de la ciudad empezaban a apagarse y el aire se enfriaba. Theo y yo nos despedimos en la puerta de su casa, sin muchas palabras más allá de una mirada que decía más que cualquier frase.

—Te llamo mañana. —Le dije, tratando de mantener la calma.

—Lo harás, porque esto no es normal. —Respondió Theo, aunque su tono era más suave ahora.

La incertidumbre nos envolvía a los dos, pero en el fondo, sabía que no había vuelta atrás.

De camino a mi departamento, las calles vacías parecían tan tranquilas como siempre, pero mi mente estaba en otro lugar. La melodía de la canción seguía resonando, y mis pensamientos giraban alrededor de la bailarina, de sus ojos borrosos, de su voz…

Entré a mi apartamento sin prender las luces, me deshice de mi chaqueta y me tiré en la cama, tratando de encontrar algo de paz. Pero era inútil.

Cerré los ojos.

Y me encontré en un lugar familiar, rodeado de luces suaves que titilaban como estrellas. El aire estaba fresco, un poco húmedo, pero no frío. Había un árbol grande, con ramas que se balanceaban lentamente al ritmo de la brisa.

Allí estaba ella.

De nuevo, no podía ver su rostro con claridad, pero sus ojos… sentía que los conocía, aunque seguían siendo sombras. Aun así, todo en ella era tan cálido, tan acogedor.

Ella me miraba y sonreía.

—Aiden... —su voz era un susurro que viajaba con el viento, envolviéndome.

Me quedé allí, sin palabras, observándola.

Y entonces, empezó a moverse.

Se acercó, y sin previo aviso, comenzó a girar, a danzar alrededor de mí, como si flotara en el aire, ligera, hermosa. Yo tocaba mi violín, de pie debajo de aquel árbol, las notas salían con suavidad, como si fueran parte de la misma danza que ella ejecutaba.

—Mariposa... —la llamé, casi sin pensar. Era un apodo que surgió de algún rincón de mi memoria, un apodo que no podía explicar, pero que era tan natural como respirar.

Ella sonrió más, sus brazos extendidos como si abrazara el aire. Su risa era pura, llena de alegría, como una melodía que no necesitaba palabras.

—Mariposa... —repetí, mientras tocaba la última nota de la melodía.

En ese momento, ella se acercó a mí, y su risa se unió a la música.

—Nunca dejes de tocar, Aiden. —dijo ella, y en ese instante, su voz me envolvió por completo, haciendo que todo a mi alrededor desapareciera.

Y mientras giraba, mientras bailaba a su alrededor, me sentía como si estuviera volando con ella.

La sensación era tan real, tan palpable, como si yo también fuera parte de la danza.

Pero en el instante que traté de verla más de cerca, de descubrir sus facciones… todo se desvaneció.

Abrí los ojos de golpe.

El reloj marcaba las 4:00 AM.

Sentí un nudo en el estómago, como si el sueño me hubiera dejado más preguntas que respuestas. ¿Quién era ella? ¿Por qué no podía ver su rostro?

Sin pensarlo, tomé mi teléfono y marqué el número de Theo.

El teléfono sonó varias veces antes de que respondiera.

—¿Aiden? —su voz estaba entre cansada y confundida.

—Theo… —dije, sin poder ocultar la urgencia en mi voz—. Tuve otro sueño.

—¿De nuevo? —su tono era aún adormilado, pero algo en su voz se alertó.

—Sí. Esta vez era diferente. —Me senté en la cama, con las manos temblorosas—. Ella estaba bailando, y yo tocaba mi violín. Estábamos en un jardín… bajo un árbol, con luces.

Theo se quedó en silencio por un momento, esperando que siguiera.

—¿Y qué más?

—La llamé "Mariposa".

Theo dejó escapar una risa, aunque estaba claro que no entendía del todo.

—¿Mariposa?

—Sí. —Mis palabras salieron con fuerza—. Es como si fuera su nombre. Un apodo… que solo yo y ella conocíamos. Es tan única, tan ligera, como si pudiera volar.

—¿Pero…?

—No pude ver su cara. —Mi voz vaciló—. No sé su nombre, Theo. No sé nada. Pero… —me detuve, pensando—. La música, el violín, ella bailando... era todo tan real.

Hubo una pausa del otro lado de la línea.

—Aiden, esto es... esto no es normal.

—Lo sé. —Respondí con firmeza. —Pero siento que tengo que encontrarla.

El silencio volvió a caer entre nosotros, pero esta vez, algo era diferente. Podía sentirlo, en cada palabra que había dicho, en cada emoción que había experimentado.

—Aiden… —dijo Theo finalmente, casi en un susurro—. Mariposa. Eso no es solo un sueño.

La verdad me golpeó con fuerza.

Algo me decía que lo que estaba viviendo no era solo producto de mi mente, sino un recuerdo.

Un recuerdo de otra vida.




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