El aire fresco de la mañana me golpeó la cara como una bofetada al salir del teatro, todavía con la adrenalina corriendo por mis venas. Theo, con su habitual entusiasmo, me arrastró fuera del lugar, más rápido de lo que hubiera querido.
—¿Qué fue eso, Aiden? —me preguntó Theo, caminando a mi lado mientras se quitaba la chaqueta y la echaba sobre su hombro.
Yo no sabía qué decir. Todo había sido tan confuso. La música, la danza, esa sensación… la conexión que sentí con ella, aunque no sabía su nombre, ni por qué me parecía tan familiar. Pero cuando la vi allí, bailando, mi corazón dio un salto. Y lo peor es que aún no podía recordar por qué, pero había algo en mi interior que me decía que la conocía.
—No lo sé, Theo. —Respondí, mirándolo, frustrado. —Es como si… —me detuve, buscando las palabras. —Es como si todo fuera un sueño que no logro recordar por completo. Esa chica… no puedo dejar de pensar en ella.
Theo me miró con una ceja levantada, sabiendo que eso no me pasaba a menudo. Yo siempre tenía el control, siempre tenía respuestas para todo, pero esta vez estaba perdido.
—Aiden, tranquilízate. ¿Sabes qué? —Theo cambió de tono, intentando calmarme. —Te voy a dar unos días. Vamos a quedarnos aquí, relajarnos, dejar que todo esto se asiente. Si lo que sientes es real, ya se verá. Si no, al menos habrás tenido un buen descanso.
No estaba tan seguro de que fuera tan fácil, pero acepté. Después de todo, ¿qué más podía hacer? Ella me seguía persiguiendo en mis pensamientos. Y si necesitaba espacio para pensar, entonces eso era lo que haría.
Al día siguiente, después de un desayuno tranquilo, decidí salir. Necesitaba despejarme. Tomé mi guitarra y me dirigí al parque, un pequeño lugar rodeado de árboles, bancos y flores. El sol comenzaba a brillar a través de las ramas, y el aire tenía un toque fresco, perfecto para sentarse a tocar música.
Me acomodé en una banca y cerré los ojos. El sonido de las cuerdas resonó suavemente, comenzando una melodía que había tocado muchas veces en mi vida pasada. Esa canción… la sentía en mis dedos como si siempre hubiera estado allí. Era tan familiar, tan cálida, tan llena de recuerdos que me hacían sonreír a pesar de todo.
Comencé a tararear la letra en voz baja, y poco a poco, dejé que las notas fluyeran, hasta que mi voz se alzó, llena de emoción, recordando cada palabra, cada compás. Era como si esa melodía estuviera esperándome para ser tocada nuevamente.
—"Mariposa, tan única es como si estuviera volando…" —canté con voz suave, sin darme cuenta de la cantidad de turistas que se habían detenido a escucharme.
Theo, que me había seguido a distancia, sacó su teléfono y comenzó a grabar, sabiendo que algo especial estaba ocurriendo. La melodía se extendió por el parque, llena de una dulzura melancólica. Y justo cuando creí que estaba solo en el mundo, sentí una mirada. Abrí los ojos lentamente, sin dejar de tocar, y vi una figura a lo lejos.
Era ella.
Odette.
La reconocí al instante, aunque esta vez no estaba en el escenario, ni bailando, ni con ese deslumbrante traje de ballet. Ella estaba disfrazada, con una gorra que cubría su rostro y unas gafas de sol, pero la forma en que se paró allí, escuchando, me dijo todo lo que necesitaba saber.
Ella me estaba escuchando.
Inmediatamente, sentí que algo en mi interior se encendió. Mi cuerpo reaccionó de una manera extraña, como si la canción estuviera hecha para ella, como si todo lo que había tocado estuviera esperando este momento. De alguna forma, sabía que ella también la conocía.
Y entonces, lo más inesperado sucedió. Mientras tocaba, sentí que ella comenzaba a tararear la canción también, suavemente, como si no pudiera evitarlo, como si esa melodía estuviera grabada en su alma también. La vi mover los labios, siguiendo el ritmo de la guitarra, y mi corazón dio un salto.
Era ella. Era mi mariposa.
Su rostro seguía borroso en mi mente, pero todo lo demás encajaba. La manera en que sus ojos se cerraban ligeramente al ritmo, cómo su cuerpo parecía moverse sin quererlo, todo me decía que, aunque no lo recordara, la conocía de alguna manera profunda. Algo en ella era parte de mí, y algo en mí era parte de ella.
La melodía seguía, y aunque no pude verla claramente, pude sentir su presencia cerca. Y en algún lugar, en lo más profundo de mi ser, supe que este momento, aunque fugaz, era el inicio de algo que no podía dejar escapar.
—Theo… —dije en voz baja, casi sin aliento, mientras seguía tocando, sin querer interrumpir lo que estaba sucediendo. —Está aquí. Ella está aquí.
Theo levantó la vista del teléfono y me miró, asombrado.
—¿Quién? —preguntó, sin entender del todo.
—Odette. Es ella. —respondí, mis palabras llenas de emoción. —Ella lo está sintiendo. Está aquí, conmigo.
Theo miró hacia donde yo estaba mirando, pero ella ya había comenzado a alejarse, desapareciendo entre la multitud.
—¿Qué haces, Aiden? —dijo, ahora más preocupado. —¡¿Vas a ir tras ella?!
No pude responder, no podía moverme. Algo me decía que era el momento adecuado, pero no tenía idea de cómo acercarme a ella ahora. Sólo sabía que la canción había comenzado a despertar algo en ella. Algo que ni siquiera yo comprendía aún.
#1230 en Fantasía
#149 en Paranormal
#53 en Mística
reencarnación, dioses romance fantasia, reencarnaciones dioses maldiciones
Editado: 14.03.2025