Notas de un amor olvidado

Capítulo 17 - La Canción Perdida

La noche se había caído por completo y el aire fresco de la ciudad nos envolvía mientras caminábamos por las calles con el sonido del tráfico lejano y las risas de las personas de fondo. Theo y yo estábamos buscando un lugar donde relajarnos, tomarnos algo para olvidarnos un rato de todo lo que estaba ocurriendo. Después de todo, no podía evitar la sensación de estar al borde de un precipicio, esperando que algo sucediera, que ella me recordara.

Entramos en un bar acogedor, con luces tenues y música suave de fondo. La atmósfera era cálida, con un toque bohemio que invitaba a la relajación. La gente charlaba, algunos disfrutaban de su cena, mientras otros simplemente se perdían en sus propios pensamientos. Theo fue al bar a pedir las bebidas mientras yo me dirigía hacia una mesa en el rincón, lejos de la multitud. Necesitaba despejarme, pero de alguna manera sentía que todo lo que había vivido ese día no era una coincidencia.

El ambiente estaba tranquilo, casi como si el tiempo se hubiera detenido, hasta que algo captó mi atención: en un rincón, sobre una mesa, había una guitarra olvidada. Sin pensarlo dos veces, me acerqué a ella, la tomé con cuidado y la acomodé sobre mis piernas. La madera de la guitarra estaba bien pulida, y al rozar las cuerdas con los dedos, sentí una extraña conexión, como si hubiera estado tocando esa guitarra toda mi vida.

Theo se acercó con las bebidas, notando mi concentración en el instrumento.

—¿Qué haces, Aiden? —me preguntó, con una ligera sonrisa en el rostro.

Yo no respondí de inmediato. En lugar de eso, cerré los ojos, dejando que mis dedos comenzaran a tocar suavemente las cuerdas. Una melodía familiar, una melodía que había escrito para ella, para Odette, en otra vida. Mis dedos se movían por sí solos, como si el instrumento me estuviera guiando. Sabía que esto era algo más que una simple canción, era la canción que había estado guardando en mi corazón durante siglos, esperando el momento adecuado para cantarla.

De repente, las palabras comenzaron a salir de mi boca, suaves al principio, pero luego tomando fuerza, como si finalmente pudiera liberarme de un peso que había estado cargando en mi interior. La canción era nuestra, de ella y de mí. La escribí pensando en ella, y ahora la cantaba, como si el universo entero me estuviera escuchando.

—"Tu risa llena mi alma, mi mariposa,
el tiempo se detiene, y tu luz me colma.
No hay un lugar en este mundo
donde no te lleve en mi corazón."

Mi voz resonaba en el pequeño bar, cada palabra llena de un amor que no había desaparecido con el paso de los años. Mis ojos se cerraron mientras tocaba la guitarra, las emociones tomaban control de cada acorde.

—"Tus alas me guían, como el viento suave,
y aunque estemos lejos, sé que no te olvido.
La distancia no importa, siempre estarás cerca,
en mis recuerdos, en mi mente, por siempre."

Mi voz se hizo más firme, más intensa, mientras los recuerdos se apoderaban de mí. Recordaba la luz de su sonrisa, su risa dulce como la brisa. Sabía que este amor nunca moriría, incluso si no me recordaba.

—"Y cuando caiga la noche,
y las estrellas se apaguen,
seguiré amándote, mi mariposa,
sin importar cuánto tiempo pase."

La canción fluía sin esfuerzo, como si hubiera sido escrita en mi piel, en mi alma, en mi corazón. Mis dedos ya no necesitaban pensar, simplemente tocaban lo que el destino les dictaba. La melodía llenaba el aire, envolviendo el bar, haciendo que los murmullos de la gente se apagaran por un momento. Los ojos de Theo estaban fijos en mí, sorprendido por lo que acababa de suceder.

La canción llegó a su fin, mis manos todavía tocando las cuerdas en un acorde final, cuando me di cuenta de que todo el bar se había quedado en silencio. La gente observaba, cautivada por lo que acababan de escuchar. El ambiente era pesado, cargado de una emoción palpable. Sentí una mezcla de alivio y tristeza, como si hubiera desnudado una parte de mi alma frente a ellos, una parte que había permanecido oculta durante tanto tiempo.

Un par de personas comenzaron a aplaudir suavemente, como si no supieran exactamente qué habían presenciado, pero sabían que había sido algo hermoso, algo que les había tocado el corazón. Theo, aunque sorprendido, se acercó y me dio una palmada en la espalda.

—Eso fue... increíble, Aiden. —Dijo, con una mezcla de asombro y admiración en su voz.

Yo solo sonreí, pero mis ojos seguían fijos en la guitarra. No era solo una canción, era una promesa. Una promesa a ella, a mi mariposa.

—Lo sé. Y sé que ella está cerca, Theo. Sé que algún día ella lo recordará. —Susurré, casi para mí mismo.

El ambiente volvió a la normalidad, pero yo ya no podía volver atrás. Había tocado esa canción con la esperanza de que ella la escuchara, de que algo, de alguna manera, llegara a su corazón. No sabía si alguna vez me recordaría, pero lo que sí sabía era que mi amor por ella no moriría, ni en esta vida ni en la próxima.




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