Aiden
El silencio en la cabina de grabación se sentía denso, como si la canción aún flotara en el aire, negándose a desvanecerse. Mi respiración era irregular, y mis dedos todavía temblaban sobre las cuerdas del violín. Theo me miraba fijamente, como si acabara de presenciar algo irreal.
—Hermano… —dijo finalmente, con la voz ronca—. Esa canción… no jodas, Aiden.
Me pasé una mano por el cabello, exhalando.
—¿Qué?
—Me voló la cabeza, maldita sea —Theo soltó una risa nerviosa, pero sus ojos estaban vidriosos—. Fue como… como si estuvieras trayendo a alguien de vuelta. Como si fueras un tipo que ha estado esperando siglos para cantarle a la persona que ama.
Tragué en seco.
—Tal vez lo soy.
Theo me estudió con intensidad, y por una vez, no bromeó.
—Aiden, tienes que hacer que ella escuche esto.
—¿Y qué? —Levanté la mirada—. ¿Que mágicamente recuerde todo? ¿Que de repente sepa quién soy?
Theo se cruzó de brazos.
—Tal vez no la haga recordar de inmediato, pero va a hacerla sentir. Y eso es más de lo que tienes ahora.
Apoyé los codos en mis rodillas, mirando el suelo.
—No quiero forzarla. Si ella debe recordarme, lo hará por su cuenta.
—¡No se trata de forzarla! —Theo se dejó caer en el asiento frente a mí, sacudiendo la cabeza—. Hermano, tienes algo poderoso en tus manos. No es solo una canción, es un maldito puente entre lo que fuiste y lo que eres. ¿Vas a quedarte esperando otros cien años?
Cerré los ojos un momento.
—No sé si puedo enfrentarme a la idea de que tal vez nunca me recuerde.
Theo suspiró y apoyó una mano en mi hombro.
—Por eso tienes que intentarlo.
Nos quedamos en silencio, cada uno atrapado en sus pensamientos.
—Voy a subir la canción a redes —dijo Theo de repente.
Mi cabeza se levantó de golpe.
—¡¿Qué?!
—Sí, voy a grabarte bien y la vamos a publicar. No voy a dejar que esta canción se quede en una cabina de grabación olvidada.
—No estoy seguro de que sea buena idea…
—¿Y si lo es? —Theo sonrió con picardía—. Vamos a jugar con el destino, amigo. Tal vez le llegue.
Miré a mi amigo y supe que no tenía escapatoria. Sus planes siempre tenían una forma extraña de funcionar.
—Está bien —cedí con un suspiro—. Pero hagámoslo bien.
Theo sonrió, sacando su teléfono.
—No esperaba menos.
No sabía si esta canción encontraría su camino hasta Odette, pero algo en mi interior me decía que una vez que su melodía tocara el viento, su eco la alcanzaría.
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Editado: 14.03.2025