Aiden
La cabina de grabación estaba en completo silencio. Solo yo, mi violín y un vacío en el pecho que no sabía cómo llenar.
Theo me observaba desde la otra habitación, dándome espacio, pero sus ojos me decían que sabía exactamente lo que estaba sintiendo.
No había palabras para lo que quería expresar esta vez. No necesitaba letra, ni versos, ni estribillos. Solo el sonido crudo, desnudo, de mi violín.
Inspiré profundamente y cerré los ojos.
Mis dedos se posicionaron sobre las cuerdas y el arco se deslizó con la suavidad de un susurro.
El primer sonido que emergió fue casi un lamento, una nota larga, melancólica, que se expandió en el aire como un eco de algo perdido. Luego, la melodía empezó a tomar forma: un vaivén entre la tristeza y la esperanza, entre la añoranza y el amor.
Cada nota era un latido. Un grito silencioso.
La melodía ascendía, giraba, tropezaba, como dos almas que se encuentran en un laberinto de recuerdos que no pueden tocar. Había dulzura en algunas partes, la ternura de un amor antiguo que nunca murió. Pero también había dolor, la angustia de ser olvidado, de amar en silencio sin ser reconocido.
Mi cuerpo se movía con el violín, mis manos hablaban por mí.
El sonido creció, más intenso, como una súplica. Como si la música pudiera cruzar el tiempo, como si pudiera alcanzar a Odette. Como si pudiera hacerle recordar.
Y entonces, sin darme cuenta, una lágrima resbaló por mi mejilla.
La última nota flotó en el aire, extendiéndose como un último suspiro antes de desvanecerse.
Solté el arco lentamente, sintiendo el latido acelerado en mi pecho.
El silencio volvió a la cabina.
Cuando abrí los ojos, Theo estaba parado en el umbral de la puerta, con la boca entreabierta y los ojos brillantes.
—Mierda… —susurró—. Aiden…
No pude responder. Solo respiré hondo, tratando de recuperar algo de mí mismo.
—No sé qué carajo hiciste, pero hasta yo sentí algo —Theo se pasó una mano por la cara—. Hermano, eso no era solo música. Eso era…
No terminó la frase. No tenía que hacerlo.
Porque los dos sabíamos que lo que acababa de tocar no era solo una melodía.
Era mi alma llamando a la de ella.
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Editado: 14.03.2025