Notas de un amor olvidado

Capítulo 25 La canción del alma

Aiden

La tarde en que Theo subió la canción a las redes fue una de esas que parecen normales al principio, pero que terminan cambiando todo. Yo no lo sabía en ese momento, claro, pero sentí algo en el aire. Algo como un presagio. Cuando mi amigo puso su teléfono sobre la mesa y me dijo que la canción ya estaba disponible, un suspiro de incertidumbre escapó de mis labios. No era miedo, pero sí una sensación rara.

—¿Qué hiciste, Theo? —Le pregunté, intentando disimular mi ansiedad.

Theo, siempre tan despreocupado, no parecía entender la magnitud de lo que acababa de hacer.

—¿Lo qué? —Se encogió de hombros, como si estuviera hablando de algo tan trivial como pedir una pizza. —Subí la canción, hombre. No pasa nada. Nadie sabe que eres tú, ¿verdad?

—Theo... —Lo miré fijamente. Pero él, en su mundo, ni siquiera parecía captar la gravedad de lo que acababa de lanzar al aire. ¿Y si ella lo escuchaba? ¿Y si me escuchaba? ¿Y si algo de lo que había puesto en esa melodía llegaba a ella y no estaba listo para enfrentarlo?

Los dos días siguientes fueron una mezcla de expectativa y desconcierto. En las primeras horas después de la publicación, la canción estuvo dando vueltas por los foros, sin mucha repercusión, pero algo empezó a cambiar. Theo me mostró un mensaje de la mañana siguiente en el que alguien había compartido la canción. Un video acompañaba el enlace, donde una bailarina de ballet interpretaba la pieza en un pequeño estudio. Sus movimientos eran delicados, pero la pasión con la que los ejecutaba me dejó sin palabras.

—¿Qué está pasando? —pregunté, mirando la pantalla con el corazón latiendo a mil por hora.

Theo no respondía, pero su expresión ya había cambiado. Ahora él también estaba tan atento como yo.

La canción comenzó a subir en las listas, poco a poco, pero de manera ininterrumpida. Los comentarios comenzaban a apilarse. Cada palabra que leía se sentía como un flechazo directo al corazón.

"Esta melodía me hizo llorar. No sé qué tiene, pero siento que me está hablando. Como si estuviera esperando a alguien."

"Nunca había sentido algo tan profundo solo con una canción. Es como si fuera parte de mi alma."

Los videos empezaron a multiplicarse, y lo peor de todo era que no podía detenerlo. Theo me mostró uno tras otro, cada vez más intensos. Bailarinas de todo el mundo estaban subiendo sus interpretaciones. Y entonces llegó ella.

Odette.

Cuando Theo abrió el video, el tiempo pareció detenerse. No lo podía creer. Ahí estaba, como si el universo hubiera decidido reunirme con ella una vez más, en otro lugar, otra vida, pero la misma canción.

Era un video grabado en un escenario oscuro, con una sola luz cayendo sobre ella. El piano de fondo empezó, y luego la melodía del violín, la que yo había tocado, llenó el aire. Sus primeros movimientos eran lentos, llenos de una delicadeza que no podía ser artificial. Se movía con una fluidez casi etérea, como si la melodía misma estuviera guiando cada gesto, cada salto.

Yo sentí algo profundo dentro de mí mientras la observaba, como si mi corazón se hundiera en una mezcla de nostalgia, anhelo y miedo. Cada giro de Odette, cada suave flexión de sus pies en el suelo, me decía que ella sentía lo mismo.

Pero había algo más, algo que no podía ignorar.

En sus ojos. En su mirada.

Era tristeza.

Una tristeza profunda, como si estuviera bailando para algo que no entendía, como si su cuerpo conociera la canción, pero su mente aún no. Como si recordara algo que había olvidado, algo importante, pero que no lograba alcanzar.

Y cuando la última nota de violín flotó en el aire y levantó la cabeza, allí, en ese momento preciso, vi lo que más me hizo temblar.

Lágrimas.

Cayeron lentamente, rodaron por sus mejillas, pero ella no las detuvo. Las permitió.

Mi pecho se apretó. Theo, al ver mi reacción, me miró en silencio, sus ojos igualmente llenos de asombro.

—¿La has visto? —preguntó en un susurro, sin atreverse a romper la magia del momento.

—Sí. —No pude dejar de mirar la pantalla. —Es ella. Es mi… mariposa.

Theo no dijo nada. Sabía lo que yo sentía, y aunque no lo entendiera por completo, lo respetaba.

Esa noche, algo cambió en el aire. La canción estaba por todo el internet. La gente la compartía, la comentaba, se identificaba con ella. Los bailarines y las bailarinas llenaban los escenarios de todo el mundo con la melodía, pero de alguna manera, cada uno de ellos parecía estar interpretando un pedazo de mí, un pedazo de Odette.

Pero lo que más me sorprendió fue que muchos de esos comentarios hablaban de cómo la canción les despertaba una emoción inexplicable, como si algo dentro de ellos se hubiera desbloqueado. Todos sentían lo mismo. Algo que ni ellos mismos podían identificar. Algo que tenía que ver con el amor. O con el recuerdo de alguien que habían perdido.

Y, de repente, empecé a darme cuenta de algo que había estado ignorando.

Era la canción lo que los unía, no solo a ella, sino a todos los demás. Era como si el sonido de mis cuerdas, mis notas, hubiera tocado algo más profundo que simplemente mi corazón y el de Odette. Había tocado algo dentro de todos los que escuchaban.




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