Odette
La tarde ya se estaba desvaneciendo en el horizonte cuando decidí buscarlo. Después de lo que había visto, después de todo lo que había sentido, me era imposible quedarme tranquila. La melodía seguía sonando en mi cabeza, una y otra vez, imparable, como un eco que no dejaba de retumbar dentro de mí. Cada vez que cerraba los ojos, cada vez que pensaba en algo, ahí estaba: esa canción. Esa maldita canción.
No podía entenderlo. ¿Por qué me afectaba tanto? ¿Por qué mi cuerpo reaccionaba de manera tan visceral a algo que no podía recordar? Cada vez que escuchaba esa melodía, mi cuerpo se movía solo. Me odiaba por ello. No quería que me manipularan. Nadie debía tener ese poder sobre mí.
Por eso, decidí buscarlo.
Aiden.
Me habían hablado de él. Su nombre estaba en todas partes. La gente decía que era el compositor de la canción, pero nadie sabía mucho más. Había algo extraño en el aire cuando mencionaban su nombre, algo que me hacía sentir incómoda. Como si toda mi vida estuviera tomando un giro que no quería, pero que no podía evitar.
Finalmente, lo encontré en un café, sentado cerca de la ventana, tocando su guitarra con una mirada tan absorta en su instrumento que no me vio acercarme. Su rostro estaba iluminado por la luz cálida de la tarde, y aunque me costaba admitirlo, algo dentro de mí se aceleró al verlo. Pero no iba a dejarme engañar por esa sensación.
No iba a dejar que esa melodía me controlara más.
Me acerqué rápidamente, mi corazón latía con fuerza, pero mi determinación era más grande. Lo interrumpí, parándome frente a él con los brazos cruzados.
—Aiden, basta —dije, mi voz firme pero llena de la angustia que me había estado carcomiendo desde el primer momento que escuché esa melodía—. ¡Basta de lo que sea que me estés haciendo!
Él levantó la vista, pero no parecía sorprendido, como si ya me estuviera esperando.
—¿De qué hablas? —preguntó, sin dejar de sostener su guitarra, aunque había algo en su mirada que me hizo dudar. ¿Sabía que yo sabía?
—No lo sé, pero... —dije, mi voz temblando de frustración—. ¿Por qué siento como si esa maldita canción estuviera dentro de mí? Cada vez que la escucho, mi cuerpo se mueve solo. No puedo evitarlo. ¡No quiero ser manipulada! ¿Qué estás haciendo?
Aiden dejó la guitarra en su regazo, sus ojos profundos me miraron con una calma que me hizo sentir aún más vulnerable. Podía ver que estaba procesando lo que acababa de decir, pero también vi algo más: tristeza.
—No te estoy manipulando, Odette —dijo, su voz suave, como si cada palabra estuviera pensada. —No quería que esto pasara.
—Entonces, ¿qué es? ¿Por qué siento que... que todo esto es algo que ya viví? ¿Por qué siento que ya te conozco? —pregunté, mi voz apenas un susurro, mientras mis manos se apretaban en los bolsillos de mi abrigo.
Aiden suspiró y finalmente se levantó. Se acercó un poco, no lo suficiente como para invadir mi espacio personal, pero sí lo suficiente para que pudiera escuchar cada palabra con claridad.
—No sé cómo explicártelo —dijo—. Pero lo que estás sintiendo... es real. Lo que estás viviendo ahora, lo que te pasa cuando escuchas esa melodía, es algo que lleva mucho tiempo... guardado en nosotros. Tal vez no lo recuerdes, pero... Yo... tú... estamos conectados de alguna manera.
Mi cabeza dio vueltas ante sus palabras, pero en mi interior, algo se sacudió. No quería creerlo, pero había algo en su tono, en su mirada, que me decía que estaba diciendo la verdad. No quería aceptarlo, pero algo en mi corazón me decía que él estaba más cerca de la respuesta de lo que me atrevía a imaginar.
—¿Conectados? —repetí, frunciendo el ceño. —¿Qué estás diciendo?
Aiden dio un paso atrás, casi como si se estuviera distanciando de su propia verdad. Me miró de nuevo, y en su rostro había una mezcla de dolor y determinación.
—La canción... lo que sientes al escucharla, lo que estás recordando... No lo puedes recordar completamente, no todavía. Pero... te lo voy a decir de una vez. No es solo una melodía. Es un recuerdo. Un recuerdo de... otra vida.
La idea de lo que me estaba diciendo me hizo dar un paso atrás. No pude evitarlo. Esa explicación era demasiado para mi mente.
—¿Otra vida? —susurré, riendo irónicamente. —¿Estás loco? ¿Qué clase de fantasía es esa?
Aiden me miró fijamente, pero en sus ojos brillaba algo que me hizo callar. No había burla en su mirada, ni locura. Solo... verdad. Dolorosa, pero pura.
—Lo que estoy diciendo... es que en algún lugar, en algún momento, tú y yo ya nos conocimos. Y yo te amé, Odette. Te amé tanto que ahora, en esta vida, no importa cuánto intente alejarme de ti... hay algo que no me deja olvidarte. Y tal vez... tal vez tú tampoco me olvides, aunque no lo recuerdes.
Mis palabras se quedaron atascadas en mi garganta. No sabía qué pensar. ¿Cómo podía ser eso posible? ¿Cómo podía estar hablando de algo tan surrealista?
—No te pido que me creas ahora —continuó, sus palabras arrastradas por un suspiro—. Solo... quiero que sepas que lo que sea que sientas, es real. Y yo... voy a esperarte. Si te parece una locura, lo acepto. Si no lo entiendes, también lo entiendo. Pero no te voy a dejar ir. No otra vez.
#1230 en Fantasía
#149 en Paranormal
#53 en Mística
reencarnación, dioses romance fantasia, reencarnaciones dioses maldiciones
Editado: 14.03.2025