Notas de un amor olvidado

Capítulo 27 - La incertidumbre de lo que no puedo entender

Aiden

La vi alejarse, sus pasos rápidos y decididos, y aunque sabía que tenía que darle espacio, una parte de mí no quería dejarla ir. Estaba segura de lo que decía, y sin embargo, algo en su mirada me decía lo contrario, algo en la forma en que se apartaba de mí me mostraba que, por dentro, no estaba tan convencida como intentaba aparentar. Pero no pude detenerla. No quise detenerla. Si algo había aprendido en todas esas vidas que había vivido, era que no podía forzar algo tan delicado como el destino.

Y, sin embargo, mientras la observaba desaparecer en la distancia, no podía evitar sentir un peso en mi pecho, un nudo de frustración que se aferraba a mí, una sensación de impotencia que no había experimentado en mucho tiempo. Había tocado su corazón con mi música, había tratado de alcanzar esa parte de ella que sabía que aún existía, pero todo parecía desmoronarse ante mis ojos.

Me quedé allí, parado, en el mismo lugar donde ella me había dejado, mirando el suelo y respirando hondo. Tenía que calmarme. Tenía que entender que, por más que quisiera, no podía forzarla a recordar, a aceptar lo que había pasado entre nosotros. No podía empujarla hacia un lugar en el que no estaba lista para estar.

Y entonces, sin darme cuenta, mis dedos comenzaron a moverse, tocando el aire como si tuviera el violín en mis manos. Era instintivo, como si mi cuerpo supiera lo que necesitaba antes que mi mente pudiera procesarlo. Sentí la música surgir de mí, suave y melancólica, como una llamada desesperada. Era la melodía que le había compuesto para ella en la otra vida, la misma canción que ahora sonaba en mi interior con más fuerza que nunca.

Mis dedos siguieron el ritmo invisible de la melodía, tocando el aire como si mi violín estuviera allí mismo. Cada nota que se deslizaba por mi mente era un suspiro, una súplica. La tristeza se mezclaba con la esperanza, y la emoción, tan profunda, era lo único que podía expresar.

"No puedo rendirme", me dije a mí mismo, aunque las palabras no tenían mucho consuelo. ¿Cómo podía rendirme cuando sentía que todo esto había sido predestinado, que ella era la única con la que debía estar? ¿Cómo podía dejarla ir sabiendo que ella, en alguna parte de su ser, también sentía algo por mí? No tenía todas las respuestas, ni siquiera sabía si alguna vez las tendría, pero algo en mi corazón me decía que no debía abandonar la lucha tan fácilmente.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de pasos acercándose. Al levantar la mirada, vi a Theo, que venía hacia mí, observándome con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—¿Todo bien, hermano? —preguntó, deteniéndose frente a mí, sus ojos escaneando mi expresión.

Suspiré, dejando que la última de las notas desapareciera en el aire, y bajé la cabeza.

—No sé, Theo. Ella… ella no me cree. Dice que la estoy manipulando, que no le gusta lo que está pasando, y no puedo hacer nada para que lo entienda. No puedo forzarla a recordar, y, de alguna manera, eso me está destrozando.

Theo permaneció en silencio por un momento, como si estuviera procesando mis palabras. Luego, con un suspiro, colocó una mano sobre mi hombro.

—Aiden, tú no puedes controlar todo. Ni ella ni tú están listos para todo lo que esto implica. Pero no puedes dejar que la desesperación te consuma. Ella tiene que llegar a esto por su cuenta, no lo puedes forzar. Lo que es para ti, será para ti. Y si ella tiene que recordarlo, lo hará.

Esas palabras fueron como un bálsamo para mi alma, aunque mi corazón seguía golpeando con una ansiedad que no podía sacudirme. No quería rendirme, no quería aceptarlo. Había esperado tanto tiempo para este momento, para encontrarla de nuevo, para que todo volviera a ser como antes.

—Lo sé, pero… ¿y si nunca lo recuerda? ¿Y si simplemente no hay nada de ella que se despierte? —respondí, mirando al suelo con pesar.

—Eso es algo que no sabemos, Aiden. No podemos predecir el futuro. Pero lo que sí sabemos es que lo que hay entre ustedes dos es real, incluso si no está en su conciencia ahora mismo. Y eso no lo puedes destruir. Ni ella ni tú.

Tomé un profundo respiro, sintiendo una pequeña chispa de esperanza al escuchar las palabras de Theo. Sabía que tenía razón. Pero, por dentro, seguía esa inquietud. La incertidumbre de lo que no podía controlar me destrozaba.

—¿Y si no es suficiente? —susurré. — ¿Y si todo esto no lo es?

—Eso nunca lo sabrás si no sigues adelante —respondió Theo con una sonrisa triste—. No tienes que tener todas las respuestas ahora mismo. Solo sigue tocando. Sigue tocando, Aiden. Porque esa música, esa melodía que creas, es lo que te conecta con ella. Es lo único que tienes.

Un nudo se formó en mi garganta al escuchar esas palabras, pero de alguna manera, me sentí más tranquilo. Theo tenía razón. No podía detenerme. No podía rendirme. La música, mi violín, mi conexión con Odette, era lo único que realmente tenía.

La sensación de perderla me aterraba, pero sabía que, de alguna manera, si estaba destinado a estar con ella, el tiempo lo diría. Y mientras tanto, solo podía seguir tocando, seguir creando, seguir esperando.

Con una última mirada a Theo, que aún permanecía a mi lado, sentí cómo la ansiedad comenzaba a aflojarse un poco. Podía seguir adelante. Aunque no tuviera todas las respuestas, podía seguir tocando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.