El aire fresco de la noche se sentía más frío que de costumbre, como si la misma ciudad hubiera sentido el cambio de la energía en Aiden. Tras sus conversaciones con Theo y las frustraciones que llevaba dentro, había algo diferente en él, algo que no podía identificar con claridad. Sin embargo, a medida que caminaban hacia el centro del pueblo, algo se rompió en su interior.
—Voy a dar un paseo por mi cuenta, —dijo Aiden de repente, sin mirar a Theo, quien lo observaba con una leve preocupación en los ojos. La despedida fue abrupta, pero Aiden no quería hablar más. No podía.
Theo lo miró por un momento, pero decidió no insistir. Sabía que Aiden necesitaba su espacio, aunque no le gustara verlo así.
Aiden continuó su camino, ahora solo. Sus pasos se sentían más pesados con cada calle que cruzaba, como si el peso de su propia alma se incrementara con cada paso que daba. Pensaba en todo lo que había sucedido hasta ahora, pero también había algo nuevo, algo que lo atormentaba. Algo que no podía deshacerse, algo que había estado acumulándose dentro de él, como si una sombra lo estuviera envolviendo poco a poco.
De repente, mientras pasaba por una calle tranquila, observó algo extraño en una de las tiendas locales. Estaba iluminada de manera peculiar, algo que no había notado antes. La vitrina mostraba una vieja guitarra que nunca había visto en el pueblo, y algo dentro de él lo empujó a acercarse, como si esa guitarra tuviera algún tipo de poder sobre él.
En la esquina de la tienda, detrás del cristal, una figura misteriosa estaba observando la misma guitarra. Aiden frunció el ceño, sintiendo una extraña sensación de déjà vu. Había algo familiar en la figura, algo que no podía precisar. Esa sensación lo inquietó. Quiso irse, pero algo lo mantenía allí, como si la guitarra le llamara a gritos. Sin pensarlo más, entró.
El tintineo de la campanita sobre la puerta hizo eco en el pequeño local. La tienda tenía una atmósfera polvorienta, con estanterías llenas de objetos antiguos, pero algo allí lo atrajo, algo que le heló la sangre en las venas.
—¿Puedo ayudarte, joven? —preguntó una voz rasposa.
Aiden se giró y vio a un hombre mayor, con una barba gris y ojos penetrantes. El hombre lo miraba con una mezcla de curiosidad y sabiduría, como si supiera algo que Aiden aún no comprendía. Aiden, sin saber por qué, se acercó a la guitarra que estaba en la vitrina. Sin pensarlo, tocó la puerta de cristal con una ligera presión, y esta se abrió con un susurro suave.
—Esa guitarra... —dijo el hombre, acercándose con lentitud—. Es especial.
Aiden lo miró, sin entender por qué el hombre se refería a un instrumento tan común de esa manera.
—¿Por qué es especial? —preguntó Aiden, con un tono de duda.
El hombre lo observó fijamente, casi como si estuviera escaneando su alma.
—Porque tiene historia. —La voz del hombre se volvió más baja, como si estuviera contando un secreto. Muchos años atrás, una guitarra como esa fue utilizada por alguien que... —el hombre se detuvo, y Aiden sintió un estremecimiento en su cuerpo—. ¿Te gusta la música, verdad?
Aiden asintió lentamente, sin apartar la mirada de la guitarra.
—Sí, —respondió con un susurro. Pero... ¿qué tiene que ver esta guitarra conmigo?
El hombre hizo una pausa, mirándolo con una mezcla de compasión y misterio.
—Es tuya. —La afirmación salió de sus labios con una seguridad que paralizó a Aiden. La música te llama, Aiden. Y esta guitarra es la clave.
Un escalofrío recorrió la espalda de Aiden. ¿Cómo sabía el hombre su nombre? No lo había dicho en voz alta, ni siquiera Theo lo conocía aquí. Algo no estaba bien, y Aiden lo sabía.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Aiden finalmente habló, incapaz de ocultar su sorpresa y miedo.
El hombre sonrió, pero no era una sonrisa cálida, era como si estuviera al tanto de algo más grande que Aiden no alcanzaba a entender.
—Lo sé, hijo. —El hombre se acercó y tocó la guitarra con suavidad—. La música siempre sabe a quién pertenece. Y la conexión que tienes con ella, con esa melodía, es más profunda de lo que crees. No todo en la vida es lo que parece. A veces, la vida misma es un eco del pasado, que nos alcanza cuando menos lo esperamos.
Aiden sintió que el aire a su alrededor se hacía pesado, como si todo estuviera cambiando en ese instante. Sus ojos se clavaron en la guitarra, y de alguna manera, sabía que esta había sido la causa de sus recuerdos persistentes, de la música que no podía dejar de tocar.
De repente, todo se oscureció a su alrededor. La tienda, el hombre, el sonido de su respiración, todo se volvió un eco distante, y una extraña sensación de desvanecimiento invadió su cuerpo. Sintió que algo se rompía dentro de él, como si su propia realidad estuviera distorsionándose. Los recuerdos, las melodías, todo comenzó a fusionarse, y él no podía entender lo que sucedía. Solo podía escuchar su propio nombre resonando en su mente, como si el destino finalmente le estuviera mostrando algo que él ya sabía, algo que había estado buscando todo el tiempo.
De repente, el hombre habló de nuevo, pero su voz parecía provenir de muy lejos.
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Editado: 14.03.2025