Odette despertó sobresaltada, respirando agitadamente. La sensación de incomodidad en su pecho no la dejaba tranquila, como si algo estuviera incompleto. Miró a su alrededor, confundida, sin saber si todavía estaba atrapada en un sueño o si la realidad la había alcanzado. Poco a poco, los contornos de la habitación se fueron aclarando, y se dio cuenta de que estaba en su cama, completamente despierta.
Pero el sentimiento persistía. Había algo en su interior que no lograba entender, algo que había sentido durante el sueño. Algo que la había dejado con una extraña sensación de paz, pero también de dolor. Se recostó nuevamente, tratando de encontrar alguna explicación para lo que había experimentado.
El sueño había sido tan vívido, tan real. Recordaba cada detalle, aunque había algo extraño. La imagen de la persona que la había acompañado en el sueño estaba borrosa, casi como si no pudiera ver su rostro con claridad. Sin embargo, su presencia era tan familiar, tan reconfortante, que Odett no pudo evitar sonreír al recordar cómo se había sentido.
En el sueño, estaba en un campo lleno de flores, las cuales se movían suavemente con la brisa. El sol brillaba cálidamente sobre ella, bañándola en una luz dorada que la hacía sentirse como si estuviera flotando. El aire era fresco y olía a tierra y flores, un aroma tan agradable que parecía limpiar su alma.
A su alrededor, la escena era perfecta. Él estaba allí, un hombre cuya cara seguía borrosa, pero cuya presencia llenaba todo el espacio con una energía cálida y pacífica. Él tocaba una guitarra, sus dedos se movían con destreza, creando una melodía que parecía provenir del mismo viento. La música era suave, pero llena de una emoción tan profunda que parecía resonar en su corazón.
Odett se sentía ligera, como si toda su carga hubiera desaparecido. Sus pies se movían por sí solos, y comenzó a bailar al ritmo de la música. Era un baile fluido, natural, que la conectaba con algo que no podía comprender. Su cuerpo se movía con gracia, como si hubiera nacido para hacerlo. Todo a su alrededor parecía desaparecer mientras giraba, perdida en la armonía de la melodía.
El hombre, aunque borroso, la observaba con ternura, sus ojos brillaban con algo que ella no podía identificar. La música fluía entre ellos como un puente invisible, conectándolos en una forma que no requería palabras. Ella sentía que todo lo que había experimentado en su vida se desvanecía, y en ese momento, solo existían él y ella, juntos en ese espacio lleno de luz y música.
El viento acariciaba su rostro mientras continuaba bailando, y en su pecho, una sensación cálida y reconfortante se apoderaba de ella. Era como si no hubiera nada más en el mundo que ese momento. El hombre tocaba con una serenidad que la envolvía, y ella sabía que, a pesar de no reconocerlo, había algo en su alma que la conectaba con él.
De repente, la música comenzó a decaer, y ella se detuvo, con el corazón acelerado. El hombre dejó de tocar y la miró fijamente, aunque su rostro seguía borroso. Ella extendió su mano hacia él, pero justo antes de que pudiera alcanzarlo, el sueño comenzó a desvanecerse, como si estuviera siendo absorbido por una oscuridad lejana.
Odett despertó de golpe, su cuerpo cubierto de sudor, el corazón aún acelerado. La sensación de pérdida era tan fuerte que casi podía sentir la falta de algo, como si hubiera estado al borde de algo importante y lo hubiera dejado ir. Miró su alrededor, la habitación tranquila y silenciosa, pero su mente seguía atrapada en lo que había experimentado.
—¿Qué fue eso...? —susurró, sin poder comprender lo que había sucedido.
El rostro borroso, la música, el baile, todo había sido tan real, tan vívido. Pero lo más extraño de todo era la conexión que había sentido, una conexión que parecía ir más allá de un simple sueño. Algo le decía que había algo más, que ese hombre tenía una importancia que no podía ignorar.
Se levantó de la cama y se acercó a la ventana, mirando el cielo nocturno. La luna estaba llena, iluminando la ciudad con su luz plateada. A pesar de la confusión, no podía evitar sentir que ese sueño era algo más que una simple fantasía. Como si, de alguna manera, todo lo que había experimentado en su vida estuviera conectado con algo que aún no entendía.
—¿Quién era él? —se preguntó en voz baja, mientras observaba la ciudad dormir a sus pies.
Una parte de ella sabía que pronto lo descubriría. Y mientras ese pensamiento rondaba en su mente, una sensación extraña de paz la invadió, como si todo estuviera sucediendo por una razón.
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Editado: 14.03.2025