Notas de un amor olvidado

CAPITULO 40

Odette dio un último vistazo a Aiden, su mirada aún llena de confusión y lucha interna. Sin decir una palabra más, se levantó de su asiento, tomó su bolso y se dirigió hacia la puerta. Mientras caminaba, su mente estaba llena de pensamientos contradictorios, todos luchando por encontrar un lugar en su realidad. No podía ignorar lo que Aiden le había dicho, pero tampoco podía dejar de cuestionarlo.

Aiden la observó en silencio, sin moverse, mientras ella se alejaba. La puerta se cerró suavemente detrás de ella, dejando un vacío en el aire que parecía resonar en su pecho. Pero no dijo nada, no la detuvo. Sabía que ella necesitaba tiempo. Sabía que lo mejor era dejar que las cosas siguieran su curso, sin forzar nada.

Cuando la puerta se cerró, Aiden volvió a su guitarra, los acordes suaves de su música envolviendo el espacio. La gente a su alrededor, los presentes en el café, seguían disfrutando de la melodía, ajenos a la tormenta interna que había estallado entre él y Odett. Algunos lo miraban con admiración, otros se sumergían en sus pensamientos, pero ninguno de ellos sabía la batalla que Aiden libraba dentro de sí.

Aiden sonrió levemente mientras tocaba, no porque estuviera feliz, sino porque, de alguna manera, la música era su refugio. Era lo único que lo conectaba con algo que podía controlar en medio del caos de sus pensamientos. Sabía que había dado el primer paso hacia la verdad, y aunque no había logrado que Odett lo aceptara, lo había intentado de la mejor manera que conocía: a través de su música.

Los acordes de su guitarra se volvieron más suaves, casi melancólicos, como si cada nota fuera un suspiro de esperanza por lo que aún estaba por venir. Y mientras tocaba, Aiden sentía una extraña calma en su interior. Sabía que no podía forzar a Odett a recordar, pero al menos había puesto en ella una semilla, un atisbo de lo que podría ser.

De repente, una suave voz interrumpió su concentración. Era un hombre mayor, que había estado sentado cerca de la barra durante toda la noche, observando a Aiden con una sonrisa en el rostro.

Tienes una habilidad increíble, muchacho. —dijo el hombre con voz rasposa pero cálida, levantando su copa hacia Aiden en un gesto de respeto. —¿Quién te enseñó a tocar así?

Aiden le sonrió, agradecido por el cumplido, pero sin dejar de tocar. Sabía que sus palabras no eran simplemente una alabanza vacía, sino una verdadera apreciación por lo que estaba haciendo.

La música siempre ha sido una parte de mí, —respondió Aiden sin dejar de tocar, sus dedos moviéndose con destreza por las cuerdas. —No recuerdo un momento en el que no haya tocado. Es como si siempre hubiera estado ahí, ayudándome a encontrar mi camino.

El hombre asintió con comprensión, su mirada distante, como si estuviera recordando algo propio mientras escuchaba.

A veces la música puede ser un buen refugio, —dijo el hombre, y Aiden notó la melancolía en su voz. —Pero también puede ser la llave que te lleve a lo que realmente necesitas encontrar, aunque no siempre sea fácil.

Aiden lo miró por un momento, considerando sus palabras. ¿Sería esa la respuesta para él? ¿Sería la música la forma en que podría, de alguna manera, acercarse más a Odett, incluso sin forzarla? La idea le dio algo de esperanza, aunque aún quedaba un largo camino por recorrer.

¿Y qué pasa si no puedo encontrar lo que busco? —preguntó Aiden en voz baja, casi como si estuviera hablando consigo mismo. —¿Y si la música no es suficiente?

El hombre sonrió de nuevo, pero esta vez su sonrisa era más sabia, como si hubiera vivido lo suficiente para comprender las complicaciones de la vida.

La música siempre es suficiente, muchacho, —respondió con una calma que parecía venir de años de experiencia. —Pero la vida... la vida tiene sus propios ritmos. A veces, solo hay que esperar a que encaje todo. Quizás la respuesta no está en lo que quieres, sino en lo que la vida te va a ofrecer en su momento.

Aiden asintió, comprendiendo lo que el hombre quería decir, aunque las palabras no le ofrecieran una solución clara. Sin embargo, algo en su interior se tranquilizó con esa simple verdad. Quizás, solo quizás, lo único que necesitaba hacer era seguir tocando, seguir viviendo, y esperar. Quizás el destino, el mismo destino que los había unido, también se encargaría de mostrarle el camino.

El café se llenó de más murmullos y risas, pero Aiden seguía tocando, inmerso en su música, buscando consuelo en cada nota. Aunque Odett se había ido, aunque todavía no sabía qué sería de ellos, algo en su alma sabía que este no era el final. Era solo otro capítulo, otro paso hacia lo que el futuro les deparaba.

Mientras tanto, en el exterior, Odett caminaba por las calles, perdida en sus pensamientos. Cada paso que daba parecía alejarla un poco más de lo que había ocurrido esa noche, pero, al mismo tiempo, algo la mantenía conectada a lo que había dejado atrás. Algo que no podía identificar, pero que sabía que, de alguna manera, la música de Aiden seguía resonando dentro de ella, tocando las fibras más profundas de su ser.

Pero por ahora, no podía volver atrás. Tenía que encontrar su propia respuesta, por su cuenta, sin que nadie la presionara.

Mientras tanto, Aiden continuó tocando, esperando en silencio el momento en que todo esto tuviera sentido, el momento en que, tal vez, su música llegara a su alma.




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