Aiden estaba sentado junto al lago, sus ojos cerrados mientras las notas de su guitarra flotaban suavemente en el aire, combinándose con el susurro del viento que agitaba las hojas de los árboles cercanos. La paz que sentía en ese momento era casi surrealista. No podía evitar sonreír mientras tocaba; algo dentro de él le decía que Odett estaba comenzando a recordar. Cada vez que pensaba en ella, algo en su pecho se encogía, pero a la vez, un fuego esperanzador comenzaba a encenderse en su interior.
El sol estaba comenzando a ponerse, tiñendo el cielo con tonos naranjas y dorados. La luz reflejada en el agua del lago creaba un ambiente tranquilo, como si el mundo entero se hubiera detenido para escuchar su música. Aiden no pensaba en nada más que en la melodía que fluía de sus dedos. No pensaba en su destino, en la maldición, ni en el peso del tiempo que había arrastrado durante tantas vidas. En ese momento, solo existía la música, su guitarra, y la esperanza de que, algún día, Odett lo recordara.
De repente, escuchó un crujido en la hierba detrás de él. Abrió los ojos lentamente y giró la cabeza, encontrando a una figura que se acercaba por el sendero. No era Carla, ni nadie que conociera bien, pero de alguna manera, Aiden sintió que el encuentro no era casual. La persona se detuvo a unos pasos de él, y Aiden se quedó mirando, sin poder evitar sentir que algo en el aire había cambiado.
Era una mujer, pero no podía verla claramente; la luz del atardecer hacía que su silueta se viera borrosa. Ella no dijo nada al principio, solo lo observó, como si estuviera esperando que él hablara primero. Aiden, curioso y cauteloso, dejó de tocar la guitarra y se sentó más recto.
—¿Tú...? —empezó, pero se detuvo, sin saber cómo continuar.
La mujer sonrió suavemente antes de hablar.
—Tú tocas como si estuvieras buscando algo más... —dijo con voz tranquila, como si las palabras fueran un susurro llevado por el viento. —Como si la música te estuviera guiando a un destino lejano.
Aiden la miró sin saber qué pensar. No la reconocía, pero había algo en ella que lo hacía sentir extrañamente conectado.
—¿Quién eres? —preguntó, aún con la guitarra en las manos.
Ella no contestó de inmediato. En cambio, se acercó un paso más y, con un gesto de su mano, indicó el lago.
—Este lugar tiene más historia de la que muchos creen. —sus ojos brillaron con una sabiduría que parecía trascender el tiempo. —Es un lugar de encuentro, de recuerdos... y de despedidas.
Aiden frunció el ceño. La frase resonó en su mente, pero no podía entenderla por completo. ¿Por qué sentía que esa mujer sabía algo que él mismo no comprendía? ¿Qué tenía que ver todo esto con Odett?
—¿De qué estás hablando? —preguntó, sus manos apretando las cuerdas de la guitarra sin darse cuenta.
La mujer lo observó en silencio durante unos momentos, como si estuviera evaluando qué decir. Luego, sus ojos se suavizaron y habló con un tono más bajo, como si las palabras que estaba por decirle fueran importantes.
—Eres un alma perdida, Aiden. —susurró. —Pero no por mucho tiempo. La verdad que buscas está más cerca de lo que piensas.
Aiden la miró en shock. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Cómo podía saber algo tan profundo sobre él?
—¿Qué sabes de mí? —preguntó, levantándose lentamente, inseguro si debía sentir miedo o curiosidad.
La mujer dio un paso hacia él, acercándose con una calma que solo alguien con siglos de sabiduría podría tener.
—Sé lo que has vivido. —dijo. —Sé lo que has perdido. —pausó, y sus ojos brillaron como si estuviera viendo a través de él. —Y sé que te has estado aferrando a algo que pertenece al pasado. A alguien que... tal vez nunca recordarás, pero que siempre estará en tu alma.
Aiden dio un paso atrás, su mente tratando de procesar sus palabras. ¿Cómo podía esta mujer saber todo eso? ¿De qué hablaba?
—No entiendo. —dijo, su voz temblorosa. —¿De qué estás hablando?
La mujer sonrió tristemente, una sonrisa llena de tristeza y resignación.
—El destino nunca es justo, Aiden. Pero algunas cosas están más allá del control de los mortales. La conexión que tienes con Odett... la que compartes con ella... es más fuerte de lo que imaginas. Y aunque ella no lo recuerde ahora, un día lo hará. —hizo una pausa, observando el agua del lago. —Pero... hay algo que debes saber. Si ella recuerda demasiado pronto, si las piezas del rompecabezas encajan demasiado rápido... podría no sobrevivir.
Aiden sintió una punzada en el pecho. No podía entenderlo todo, pero sabía que esas palabras eran más que una advertencia. Eran una verdad dolorosa.
—¿Por qué? —su voz tembló mientras decía las palabras. —¿Por qué todo esto? ¿Por qué ella no puede recordarme sin sufrir?
La mujer lo miró con una tristeza infinita.
—El precio de un amor eterno es alto, Aiden. Y la maldición que llevas no solo te afecta a ti. A veces, el amor es una carga tan grande que el alma no puede soportarlo.
Aiden sintió que el peso del mundo caía sobre él. Su alma se retorcía, atrapada entre la esperanza de que Odett lo recordara y el temor de perderla para siempre.
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Editado: 14.03.2025