23 de abril del 2019
Las 6:30 a.m., el alba empieza a aparecer, la mañana está cálida, algunos rayos de sol se escabullen por la ventana de un departamento, esa tenue luz alcanza su rostro.
Una chica se encuentra descansando ante una mala noche, se cubre el rostro con una frazada roja, sus pies quedan descubiertos, sus dedos empezaban a moverse, la temperatura de sus pies comenzó a aumentar, se movía inquieta y llena de cansancio, giró en su cama para evitar sentir la cálida bienvenida al día, poco duró, de nuevo le volvió a alcanzar.
Removió de su rostro aquella manta que le cubría, en su rostro expresaba cansancio y tristeza, se sentó al borde de la cama, la iluminación le hizo cegar, se frotó los ojos y dió un bostezo amplio, quedó viendo hacia la ventana y se dirigió a cerrar las persianas, avanzaba con gran lentitud, apenas podía mover los pies, se quedó inmóvil viendo al exterior y soltó una lágrima, no pudo cerrar, se sentó en el balcón y empezó a sollozar, tenía una expresión extenuada, se le remarcaba con una sombra bajo aquellas pupilas color miel que la falta de sueño había hecho enrojecerse, puso sus manos ocultando su cara y quedó en silencio mientras sus sollozos la ahogaban, varias lágrimas brotaban y se disponían a huir de ella, caían al suelo rozando su cuerpo, no se preocupó por estar en pijama; una sudadera gris y shorts negros.
La luminosidad hacia parecer más débil y suave su piel, sus cabellos castaños se deslizaban hasta llegar a la cintura, pasaban cubriendo una parte de su tristeza. Algunos que iban pasando la quedaban viendo consternados, hubo un joven que se detuvo a apreciar aquella mañana tan desgarradora, no tardó y continuó su camino sin decir nada.
El sol se hacía presente con mayor intensidad, pero aún no lograba secar aquellas lágrimas, seguían sin querer permacer en su interior.
Alguien llamo a su habitación, ella no contestó, seguía consumando su soledad, de nuevo sonaron tres golpes a la puerta y la respuesta quedó silenciada por un nudo en la garganta, el pomo empezó a girar dando paso a una señora de edad madura, con la mirada llena de preocupación, un cuerpo firme, el cabello recogido dejando ver algunas partes mínimas platinadas, vestía un conjunto de falda y blusa de tonos obscuros, zapatos lustrados.
Revisó la habitación completa, intentó ordenar la cama hasta que escuchó un ruido proveniente del exterior, se acercó a revisar lo que ocurría y vió a su hija con gran penuria, sin dudar fue en busca de dar consuelo, la abrazó fuertemente y la dejo reposar sobre su hombro mientras le acariciaba el cabello.
– ¡Desahógate! –dijo angustiada la madre, mientras sus dedos rozaban la mejilla de su hija, le dió un beso– Sé que duele –susurró, pero seguía sin pronunciar palabra– ¿Quieres que te deje sola? –preguntó mientras le levantaba el mentón, ella se aferró a los brazos de su mamá.
– Aún no entiendo lo que ocurrió –se atrevió a pronunciar tartamudeando, las palabras no le fluían, intentó limpiar sus rostro, sentía impotencia y una profunda melancolía– ¿Qué le pasó mamá? –exclamó, su respiración era cortada y forzada, su ritmo cardiaco era lento.
– Verás Shelly, nadie entiende que fue lo que sucedió, solo sé algo que me informaron –dijo la madre, quedó pensando, tenía una preocupación por lo sucedido– Está muerto y nada más, alguien me comentó que su cuerpo fue destrozado y le cortaron las orejas –dudó en terminar la frase, sintió asco de recordar haber visto una fotografía de lo ocurrido.
– ¿Aún no se sabe quién fue? –shelly seguía llorando, hasta poco antes desconocía lo ocurrido, empezó a imaginar su imagen cubierto de sangre y con el cuerpo destrozado, un profundo temor le acechó.
– No, sólo que nadie más volverá a verlo –pronunció la madre, por mucho que intentó suavizar la situación no podía, ella tampoco comprendía que sucedió– Será mejor que te quedes en casa, no debes salir en estas condiciones.
– ¡No mamá! –exclamó Shelly con ira, se hizo a un costado y la quedó viendo con disgusto, las lágrimas cesaron y terminaba de limpiarse las que quedaban sobre su rostro– No puedo hacer eso, sé que era mi novio pero está muerto y quizá no queda rastro de lo que fue, yo tengo una presentación dentro de pocos días y no puedo dejar hundirme, él ya no estará para escuchar, quisiera que no hubiera pasado, pero no puedo hacer nada para cambiarlo –la madre asintió, se puso de pie y se retiró.
[La noche anterior]
Es medianoche y hay un grupo de tres jóvenes en el parque, están conversando sentados sobre las bancas del parque, la noche es obscura y fría, las corrientes de aire hacen sentir escalofríos, mala iluminación y apenas sus rostros son visibles bajo una pequeña lámpara que hay sobre un árbol, pocas personas recorren.
Varias hojas descienden hasta donde ellos se encuentran, una rama se desprende y golpea a uno.
– ¡Auch! –exclamó con gran dolor, movió su mano hasta tocar su hombro– Si que duele –dijo casi gritando.
– No exageres Rosberg, fue solo una pequeña rama –se rió burlándose, fue hasta aquella parte y se agachó para recoger lo que había caído– ¡Ves!, ¿Qué tanto daño puede hacerte?, ¿O es que te dislocó el hombro? –terminó a carcajadas la oración y los otros dos también te rieron, después arrojó lejos aquella rama.
– Cuidado con tu regreso a casa o terminarás en el hospital por tener un pequeño tropiezo –pronunció sarcásticamente, esta vez solo dos se rieron y Rosberg empezó a molestarse.
– Dejen de decir estupideces, será mejor que me vaya a casa –vociferó Rosberg, el hombro le dolía más de lo usual, aún mantenía su mano para intentar calmar el dolor, pero no ayudaba mucho– Mañana nos vemos e iré a revisar que es lo que causó esto, quizá sea otra causa –se despidió y los tres tomaron caminos separados.
Rosberg es un chico de veinte años que cursa la licenciatura en música, es un gran violinista, siempre lleva consigo su estuche detrás y está vez no era excepción. Es un joven apuesto, con cabello oscuro y ojos negros, cejas pobladas, de complexión delgada y la estatura que no supera un metro con setenta y cinco centímetros.
Va caminando despreocupado, con la mano que lleva libre se coloca los audífonos, luego saca su móvil y reproduce su lista favorita, va cantando el coro de "6 a.m. de J Balvin", su voz era afinada y grave, además tenía buen control. El dolor le aumenta, queda asombrado cuando nota que sus dedos quedan humedecidos, el clima estaba templado aunque no lluvioso, retira su mano para revisar, pero no logra distinguir nada, se aproxima hasta la luz más cercana, fija su vista directo a sus dedos, la mano le comienza a temblar, queda aterrado al ver que estaban cubiertos de sangre, baja su estuche y lo deja a sus pies, un escalofrío recorre su cuerpo, saca la camisa que lleva puesta, la sangre se ha esparcido dejando una gran mancha, la arroja a un costado, lleva su mano directo a la herida, la recorre lentamente un ardor evita que pueda tocarlo, en un movimiento brusco desconecta sus auriculares y la música empieza a sonar más fuerte, toma su celular y la apaga, lo vuelve a guardar en su bolsillo.
Alguien se acerca, un señor mayor, caminando encorvado y con gran lentitud, su ropa está desgastada, un barba espesa platinada al igual que su cabello.