Notas en Azul

La última noche.

Los reflectores iluminaban el escenario con una intensidad casi sagrada. El teatro, lleno
hasta el último asiento, vibraba con la expectativa del público. Tras bambalinas, Adrián
caminaba de un lado a otro, con los dedos temblorosos y las uñas mordidas hasta la carne.
Era el concierto de su vida, el que había soñado desde niño, y lo compartiría con su
hermano, su otra mitad, su razón para hacer música.
Él al piano. Su hermano al violín. Como siempre había sido.
Pero la espera se volvía insoportable.
—¿Dónde estará? El concierto ya está a punto de comenzar… —murmuró, con la voz
quebrada, mientras se sujetaba la cabeza.
En ese momento, su representante apareció. El rostro serio, los ojos apagados.
—Adrián… necesito que vengas conmigo. —Su tono era grave, como si cada palabra
pesara toneladas.
—¿Estás loco? El concierto está por empezar. Mi hermano debe estar por llegar.
El rostro del representante se tensó. Algo no estaba bien.
—En realidad… se trata de tu hermano. Él… —No pudo terminar la frase.
Adrián sintió un escalofrío. Su corazón se aceleró.
—¿Qué sucede? ¿No podrá venir? ¿Se enfermó otra vez? Porque si es por eso, no lo
perdonaré.

—No… no es eso. Al contrario, me llamó hace poco. Venía en camino, emocionado. Dijo
que no podía esperar para tocar contigo. Pero…
—¡Dilo de una vez! ¿Qué pasó?
El silencio se volvió insoportable.
—Venía muy rápido… se estrelló en el túnel, camino al teatro. Está en el hospital.
Inconsciente.
Adrián se quedó sin aire. El mundo pareció detenerse.
—¿Y qué haces aquí? ¡Vamos al hospital ya!
—Eso es lo que intento decirte… Me llamaron hace unos minutos. Tu hermano… no
sobrevivió. Lo siento mucho.
Adrián cayó de rodillas. El suelo frío no dolía tanto como la noticia. No podía hablar. Solo
un grito desgarrador rompió el silencio.
—¡NOOO…!
El productor intentó abrazarlo, pero Adrián lo empujó con fuerza.
—¡No me toques! ¡Necesito salir!
Corrió sin rumbo, atravesando calles, ignorando los gritos, hasta llegar a un puente. La
ciudad seguía viva, pero él no. Se apoyó en el barandal, y las lágrimas comenzaron a caer.
O tal vez era la lluvia. Ya no distinguía.
Flashbacks lo golpearon como notas disonantes: su hermano riendo, tocando el violín con
los ojos cerrados, el primer concierto en casa, cuando eran niños y su madre los aplaudía
con lágrimas en los ojos.
—¿Por qué… por qué, por qué, por qué…?
La lluvia se intensificó. El cielo lloraba con él.

###
El tiempo pasó. El funeral fue sobrio, doloroso. El padre habló con voz temblorosa:
—Hoy nos despedimos de un ser querido. Un gran músico. Un gran hermano.
Adrián no lloró. No podía. Frente a la tumba, su rostro era una máscara. Como si algo
dentro de él hubiera muerto también aquella noche.
El tiempo siguió su curso. Pero para Adrián, la música se había detenido.



#5173 en Novela romántica

En el texto hay: boyslove, music

Editado: 16.12.2025

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