Notas en Azul

Sombras compartidas.

La lluvia había cesado, pero el aire seguía húmedo y frío. En el pasillo del edificio, el
zumbido de un viejo fluorescente marcaba el silencio como un metrónomo cansado. Adrián
salió de su estudio con un vaso de agua en la mano, buscando despejar la mente después de
una tarde estéril de partituras tachadas.
Mateo estaba allí, sentado contra la pared, con las rodillas dobladas y el cuaderno sobre
ellas. Garabateaba con un bolígrafo gastado, la lengua asomando apenas entre los labios en
un gesto de concentración infantil. El cuaderno parecía más que un objeto: era su refugio,
su memoria, su forma de resistir.
—¿Otra vez tú? —murmuró Adrián, deteniéndose frente a él.
—Trabajo aquí —respondió Mateo sin levantar la vista—. Te lo recuerdo cada vez, pero
parece que olvidas fácil.
Adrián arqueó una ceja.
—No es tan común que los de limpieza se instalen en los pasillos a hacer… lo que sea que
haces ahí.
—Escribo —dijo Mateo, cerrando el cuaderno de golpe—. ¿Quieres verlo?
—No.
—Perfecto, así no tengo que prestarlo —replicó con una sonrisa.
Hubo un silencio breve. Adrián lo observó: el cabello aún húmedo por la lluvia, las mangas
de la camiseta arremangadas, las manos manchadas de tinta. Había algo en su presencia que
desentonaba con la monotonía del edificio, como un acorde inesperado en una melodía
conocida.
—¿Por qué siempre andas con ese cuaderno? —preguntó Adrián al fin.

Mateo se encogió de hombros.
—Porque olvidar duele más que recordar.
Adrián lo miró fijo, sorprendido por la crudeza de la frase. Mateo lo sostuvo un segundo,
luego bajó la vista, como si hubiera dicho más de lo que quería.
—Olvidar también es necesario —murmuró Adrián.
—¿Eso haces tú? —preguntó Mateo en voz baja—. ¿Olvidar?
El pianista se tensó. Dio un sorbo al agua para ganar tiempo, pero la pregunta lo había
golpeado directo.
—Yo… intento —respondió con sequedad.
Mateo asintió, como si entendiera, aunque sus ojos decían lo contrario.
—Cuando murió mi mamá —dijo de repente, casi en un susurro—, traté de hacer eso. De
olvidar. Pero un día desperté y no recordaba su voz. Ni cómo sonaba cuando se reía. Eso
fue peor que el dolor.
Adrián lo miró con una mezcla de sorpresa y respeto. No esperaba tanta franqueza de
alguien que apenas conocía.
—¿Por qué me cuentas eso?
Mateo levantó la vista y lo miró directamente.
—Porque anoche dijiste que la persona con la que tocabas ya no está. Pensé que… tal vez
entiendes.
Adrián tragó saliva. Se sentía desnudo, expuesto, como si cada palabra de Mateo abriera
una grieta en las murallas que había levantado durante años.
—No deberías hablar así con cualquiera —dijo al fin, casi como un reproche.
—No hablo con cualquiera —respondió Mateo con calma.

El silencio que siguió fue espeso, pero no incómodo. Era como un descanso en medio de
una pieza musical, un respiro necesario antes del siguiente compás.
Finalmente, Adrián se dejó caer en el suelo frente a él, apoyando la espalda contra la pared
opuesta. Se quedaron así, uno frente al otro, en un pasillo vacío iluminado por un
fluorescente parpadeante.
—¿Qué escribes en ese cuaderno? —preguntó Adrián, más suave.
—Cosas que me hacen sentir vivo. A veces frases que escucho, otras veces… solo tonterías.
—¿Y qué escribiste ahora?
Mateo dudó, luego abrió una página y se la mostró. Era un conjunto de palabras dispersas:
lluvia, eco, polvo, azul, silencio.
Adrián frunció el ceño.
—No tiene sentido.
—Para mí lo tiene —contestó Mateo con una sonrisa pequeña—. Y quizá para ti también, si
algún día quieres leerlo de verdad.
Adrián apartó la mirada, incómodo por la intensidad de esas palabras. Se levantó de golpe,
como si necesitara escapar de esa cercanía.
—No deberías estar aquí en horas de trabajo.
—Ya terminé mi ronda —dijo Mateo, poniéndose también de pie—. Pero tranquilo, no
pienso seguirte si te vas.
Adrián lo miró un segundo más, con una mezcla de fastidio y curiosidad que lo confundía,
y sin decir nada regresó a su estudio.
Cuando cerró la puerta tras de sí, escuchó todavía el eco de las palabras de Mateo en su
cabeza:

“Olvidar duele más que recordar.”



#5173 en Novela romántica

En el texto hay: boyslove, music

Editado: 16.12.2025

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