Notas en Azul

Notas cruzadas.

La tarde llegó con un cielo nublado que presagiaba lluvia. Adrián caminaba por el pasillo
del edificio, cargando un montón de partituras recién impresas. Cada paso parecía resonar
con sus nervios, como si el suelo crujiera bajo el peso de todo lo que no decía.
Al doblar la esquina, lo vio.
Mateo estaba inclinado sobre una hoja de papel que parecía demasiado familiar. Sus ojos se
abrieron al instante.
—Espera… ¿qué haces con eso? —preguntó Adrián, con un hilo de voz.

Mateo levantó la cabeza, sorprendido, y luego se incorporó lentamente, sosteniendo la hoja
frente a él.
—Oh… esto. Solo… la estaba revisando.
—¿Revisando? —repitió Adrián, entre molesto y confundido—. Esa es mi melodía.
—Sí, pero… —Mateo bajó la mirada—. Pensé que podía ayudarte, o al menos… inspirarte.
Adrián lo fulminó con la mirada.
—No necesito que toques mis partituras sin permiso.
—No fue así —dijo Mateo, levantando las manos en señal de paz—. Solo quería…
—No —interrumpió Adrián, respirando hondo—. Esto es mío.
Mateo retrocedió un paso. Por un momento, el aire entre ellos se volvió denso, como si la
cercanía que habían construido se congelara de golpe.
—Está bien —susurró finalmente—. Lo entiendo.
El golpe de tensión los dejó a ambos rígidos. Adrián giró, decidido a alejarse, pero el
sonido de la lluvia que empezaba a caer lo hizo detenerse. Mateo permaneció en la esquina,
con los hombros encogidos, observándolo mientras el agua golpeaba los ventanales del
pasillo.
###
Más tarde, en el estudio, Adrián dejó caer las partituras sobre el piano con frustración. No
podía concentrarse. La imagen de Mateo manipulando sus notas seguía presente, como una
sombra. La música que antes lo calmaba ahora se sentía tensa, como un río que había
perdido su cauce.
—¿Por qué es tan difícil hablar contigo? —murmuró para sí mismo.
Un golpe suave en la puerta lo sobresaltó.

—Adrián… —la voz de Mateo entró con cautela—. ¿Podemos… hablar?
Adrián levantó la vista, aún irritado, pero decidió escuchar. Mateo entró con cuidado, sin
acercarse demasiado.
—Lo siento de verdad —dijo—. No quería molestar, ni tocar algo que no era mío.
—Solo… me sorprendiste —replicó Adrián, bajando la mirada—. No estoy acostumbrado
a… que alguien se acerque tanto a mis cosas.
Mateo asintió, entendiendo más de lo que él decía.
—Lo sé. Y no volverá a pasar… al menos no sin permiso.
Hubo un silencio tenso, pero cargado de emociones no expresadas. Mateo dio un paso más
cerca y apoyó suavemente su mano sobre la de Adrián, solo un instante, casi un gesto de
disculpa.
—Aunque… —susurró—, tus notas… suenan diferente cuando las tocas tú. No quería
interferir, solo admirarlas.
Adrián no respondió. Solo bajó la mirada, permitiendo que el contacto pasajero lo
alcanzara. La tensión en el aire se mezcló con la melodía que emergía de sus manos sobre
el piano, más lenta, más temblorosa, cargada de emociones contenidas.
Cuando la última nota se desvaneció, Mateo se alejó lentamente, dejando que Adrián
respirara.
Pero el roce, la cercanía, y el silencio compartido habían dejado una marca invisible.
Ambos sabían que algo entre ellos estaba cambiando, aunque todavía no podían ponerle
palabras claras.



#5173 en Novela romántica

En el texto hay: boyslove, music

Editado: 16.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.