Día 15 - Lo que guardé

Querido diario:

Anoche soñé con una canción sin escenario. No tenía público, ni luces, ni premios. Solo una hoja doblada en dos, y alguien leyéndola con los dedos. Como si cada palabra tuviera textura. Como si pudiera tocarse la verdad cuando se escribe con el pecho.

Hoy escribí eso.

No para una presentación. Ni para Gabriel. Ni siquiera para la profesora.

Lo escribí para mí.

Me senté en mi cuarto, con la puerta entreabierta y la ventana abierta del todo, como si necesitara aire que no pasara por los pasillos del colegio.

Tomé el cuaderno. Pero no el escolar. El otro. El que tiene los márgenes torcidos y las manchas de tinta en las puntas.

Y la canción nació sola.

No con acordes. Con pausas.

🎵 Me dijeron que el silencio era prudente, que callar también era crecer. Pero en mi pecho dormía un puente, y en mi garganta, ganas de llover. 🎵

La escribí sin pensar en lo que significaba.

Hasta que terminé la segunda estrofa... y supe que no se trataba del pasado. Se trataba de todo lo que no dije cuando quería decirlo. De las veces en que creí que hablar era molestar. De cuando escribir era la única forma de existir sin hacer ruido.

Y algo me pasó. Algo que no me pasaba desde hacía tiempo.

Canté. Para mí. Despacio. Con la voz que siempre afiné entre pensamientos. Y lloré, un poquito, sin que fuera tristeza. Como si cantar esa letra fuera soltar un nudo antiguo. Como si me abrazara a mí misma, sin necesidad de pronunciar mi nombre.

Guardé la hoja dentro de una funda plástica. No para protegerla. Para recordarme que no todo lo que escribo tiene que ser compartido.

Algunas canciones son solo eso: puentes que uno cruza sola... para poder volver a casa diferente.