Notas invisibles

Día 18 - Cosas pequeñas que se sienten grandes

Querido diario:

A veces lo que pasa en un segundo... se queda rondando todo el día.

Hoy, por ejemplo, el cielo estaba límpido. Ni una nube. Todo parecía ordenado, como si el mundo se hubiera peinado para verme llegar.

Entré al aula y Gabriel ya estaba ahí, apoyado contra el marco de la puerta, con su mochila colgando de un solo hombro.

—¿Dormiste? —fue lo primero que dijo.

—Un poco —contesté. Aunque la verdad era que no. Había estado escribiendo hasta tarde.

Nos sentamos juntos en el descanso, entre risas suaves y palabras a medio terminar.

Y en eso, hizo una pausa. Me miró fijo.

—Tenés algo en el pelo.

Lo dijo como quien descubre un secreto, no como quien señala un error. Yo me llevé la mano, pero no lo encontraba.

—Acá —dijo, y con la yema de sus dedos me retiró un pétalo seco, chiquitito, que se me había quedado atrapado.

Me sonrojé. Creo. Porque su mano rozó mi oreja como si no supiera que estaba haciéndolo lento.

—Era de jazmín —dijo.

Yo solo atiné a guardar ese pétalo en el bolsillo. No para conservarlo. Para sostener el momento.

Por la tarde, el silencio en casa no era triste. Era concentrado. Esos silencios en los que una está escribiendo algo que aún no sabe cómo termina.

Yo estaba sentada en la mesa del comedor con el cuaderno abierto, lápiz en mano, borradores manchados de palabras que se repetían: puentes, mirada, eco, viento...

Estaba escribiendo una canción. De esas que no planeas, pero te buscan igual. Una que hablaba de todo lo que uno siente cuando alguien te mira como si tu voz tuviera forma.

Y entonces escuché pasos. Mamá.

Se detuvo en el marco de la puerta. Me observó un rato sin interrumpir.

—¿Te está saliendo? —preguntó.

—Creo que sí —le respondí—. Pero es rara.

—¿Rara cómo?

—Es como si no la hubiera inventado. Como si la estuviera recordando.

Ella se acercó. Apoyó una taza de té a mi lado.

—¿Quieres mostrármela?

Me quedé helada. No por miedo. Por lo que significaba. Nunca le mostré una canción entera. Solo fragmentos. Nunca de esas que salían con nombre y latido.

Asentí.

Le corrí el cuaderno. Y mientras ella leía la primera estrofa en voz baja, yo observaba su rostro. No buscaba aprobación. Solo quería saber si entendía.

Cuando terminó, me miró con los ojos brillosos.

—Es hermosa —dijo—. No solo porque está bien escrita. Es hermosa porque sos vos.

Y ahí sentí algo en el pecho. No mariposas. No fuego.

Una calma enorme.

Como si por fin alguien hubiera leído no lo que dije... sino lo que quise decir.

+++++++++++++GRACIAS+++++++++++++++



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En el texto hay: cantantes, inspiracion, sueño

Editado: 18.10.2025

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