Querido diario:
Hoy oficialmente comienzan las vacaciones.
Y yo pensé que iba a pasar la mañana en pijama, tomando café con canela y repitiendo mi playlist de "temas para soñar con estar en un festival".
Pero a las 9:08 a. m., cuando aún estaba con medias disparejas y el pelo enredado en decisiones estéticas poco lógicas, llegó el mensaje.
De Tania.
Asunto: "¡Vengan a escuchar lo que hicieron!"
> Hola A Dos Voces 🎙️ Hoy a las 11:30 los esperamos en la sala de reuniones de Sonaluz. Van a escuchar la mezcla final de la canción. Ya está lista. Y hay alguien especial que quiere conocerlos. Vengan con oídos abiertos y entusiasmo recargado. ¡Ah! Y si pueden, traigan buena energía y uno que otro chiste decente. El presidente tiene sentido del humor, pero exige nivel.
Gabriel me mandó un mensaje aparte:
> "Me acabo de poner colonia de miedo y zapatillas de vértigo. ¿Nos vemos en media hora?"
Respondí:
> "Voy. Pero si me desmayo, vos hacé como que es parte del performance."
A las 11:23 estábamos en la recepción de Sonaluz. Alguien desde adentro había encendido una bocina que sonaba como jazz con jet lag.
El lugar vibraba distinto.
Había más gente, más movimiento, más tazas de café en manos de personas que hablaban con rapidez y escribían con más rapidez aún.
Una recepcionista, elegante y sonriente, nos saludó con ese tono de "sé quiénes son y me cae bien que lo sean":
—A Dos Voces. Por fin ponen cara a la canción de la semana. Pase, les están esperando.
Nos guiaron a la Sala B, que más que sala de reuniones parecía estudio de arquitectura hipster: paredes de ladrillo a la vista, una pizarra gigante con ideas garabateadas (una decía "acordes que no duelen"), sillones mullidos, y una cafetera profesional que parecía tener maestría en psicología del artista.
Allí estaba Tania (con blazer verde esmeralda y una sonrisa de "esto se va a poner bueno")...
Y junto a ella, ÉL.
Octavio Lemus, presidente de Sonaluz.
Canoso con estilo, barba recortada, camisa negra con cuello abierto, voz suave con poder de altavoz emocional. Cuando nos vio entrar, se levantó, se acercó... y nos abrazó.
A los dos.
—¡Ustedes son la canción que llegó como si no pidiera permiso! —dijo.
Me reí. Gabriel se quedó medio petrificado.
—¿Eso es bueno? —preguntó él.
—Eso es maravilloso. Si una canción no interrumpe suavemente el alma, ¿para qué canta?
Nos sentamos. Tania pidió silencio. Tomás ya estaba conectado desde la consola, con auriculares gigantes que le hacían sombra hasta el cuello.
Puso play.
Y empezó.
Nuestra canción.
La mezcla final.
Y yo no lloré. Pero sentí las lágrimas haciendo fila en la espalda.
La voz estaba clara. La guitarra respiraba. El eco tenía lugar. El puente... el puente parecía una conversación que uno no sabía que necesitaba oír.
Y luego, esa frase... la que había aparecido casi por error:
> "Cantamos para encontrar lo que aún no sabíamos que habíamos perdido."
Silencio total.
Hasta que Octavio, con los ojos entrecerrados, susurró:
—Eso no se mejora. Eso se entrega.
Aplausos. Abrazos. Felicitaciones.
Y después, la parte divertida.
Tania sacó una tablet, puso en pantalla los primeros comentarios de personas que habían escuchado el fragmento interno que el equipo usó para testear reacciones.
Había GIFs, emojis de fueguito, mensajes como:
—"No sé quiénes son pero quiero que me canten las instrucciones del microondas." —"Si esto es un demo, yo no estoy preparado para el single." —"¿Esto es amor o simplemente una canción que entendió lo que no sabía que sentía?"
Gabriel estalló de risa.
—¿Podemos imprimir eso del microondas? Quiero ponerlo en la heladera de mi alma.
Yo solo repetía en mi cabeza: es real, es real, es real...
Octavio se acercó con dos carpetas.
—No vine a presionar. Vine a invitar —dijo.
—¿Invitar a...?
—A ser parte oficialmente de esta casa. A firmar cuando estén listos. Y a que sepan que no buscamos que se vuelvan virales. Buscamos que sean verdad.
—¿Y si fallamos? —pregunté, bajito.
—Entonces fallarán con estilo. Y aprenderán. Y seguirán.
—¿Y si lo hacemos bien?
—Entonces cambien cosas. No muchas. Las que valga la pena transformar.
Salimos a las 2:15. El sol pegaba en los ventanales. Los taxis pasaban como si no supieran que el mundo acababa de vibrar un poco más.
En el ascensor, bajando al primer piso, nos miramos.
Gabriel sonreía. Pero de esa sonrisa que no es solo boca. Es cuello, pecho, dedos, columna vertebral.
—Estamos dentro, ¿no? —dijo.
—Estamos cantando adentro —respondí.
Y aunque el invierno estaba llegando... yo sentí que recién empezaba la primavera.
Querido diario:
Hoy oficialmente comienzan las vacaciones.
Y yo pensé que iba a pasar la mañana en pijama, tomando café con canela y repitiendo mi playlist de "temas para soñar con estar en un festival".
Pero a las 9:08 a. m., cuando aún estaba con medias disparejas y el pelo enredado en decisiones estéticas poco lógicas, llegó el mensaje.
De Tania.
Asunto: "¡Vengan a escuchar lo que hicieron!"
> Hola A Dos Voces 🎙️ Hoy a las 11:30 los esperamos en la sala de reuniones de Sonaluz. Van a escuchar la mezcla final de la canción. Ya está lista. Y hay alguien especial que quiere conocerlos. Vengan con oídos abiertos y entusiasmo recargado. ¡Ah! Y si pueden, traigan buena energía y uno que otro chiste decente. El presidente tiene sentido del humor, pero exige nivel.
Gabriel me mandó un mensaje aparte:
> "Me acabo de poner colonia de miedo y zapatillas de vértigo. ¿Nos vemos en media hora?"