Querido diario:
Hoy fue uno de esos días que no se pueden escribir con lápiz. Se necesitan marcadores fosforescentes, emojis bailando y signos de exclamación con glitter.
Fuimos a presentar nuestra nueva canción, "Contigo Hasta el Ritmo", a los productores de Sonaluz. No sabíamos si iban a amarla, a reírse, a parpadear lentamente como cuando uno no sabe si lo que escuchó fue una genialidad o un accidente con buen beat.
Pero lo que pasó... fue mucho más.
La cita era a las 2:00 p. m. Yo llegué con la guitarra, la letra impresa (en papel rosa, porque sí) y un termo de té con manzanilla pero espíritu de Red Bull. Gabriel llegó con su cuaderno, una remera que decía "Ritmo disponible", y su sonrisa de "vamos a fingir que estamos tranquilos".
Tania nos recibió en el pasillo como si estuviera a punto de anunciar la entrega de un Grammy:
—¡A Dos Voces! Mis compositores del temblor optimista. ¿Trajeron la bomba o solo el fuego?
—Trajimos todo. Y galletitas —respondí.
—Perfecto. Mi checklist está completo.
La sala estaba lista.
Tomás ya nos esperaba con su laptop, sus auriculares gigantes y un cartel en la puerta que decía "Zona de hits en gestación. No interrumpir a menos que seas Beyoncé o mamá con comida."
Tania nos guió hasta el rincón de grabación:
—Chiques... ¡dennos la canción!
La tocamos completa. Sin efectos. Sin pistas. Solo guitarra, voz, y esa mezcla maravillosa de nervio y confianza.
Al final, hubo un silencio breve. De esos que valen oro porque se siente que nadie quiere hablar primero para no arruinar lo que quedó flotando en el aire.
Hasta que Tania soltó:
—¿Qué acabo de escuchar? ¿Por qué siento que quiero bailar con una bolsa de supermercado en la mano mientras alguien me mira bonito?
Tomás aplaudió sin ironía:
—Esto es pop con alma, pero con zapatillas. Esto necesita coreografía. Esto... necesita piernas, luces y gente gritando el estribillo.
Nos quedamos mirando. ¿Coreografía?
—O sea... ¿nosotros bailando? —preguntó Gabriel.
—Bueno, ustedes o profesionales del movimiento —dijo Tania—. Pero esto es un videoclip esperando suceder.
—¿Eso significa que...?
—Vamos a presentarlo a los ejecutivos. Y no como una canción. Sino como una experiencia.
Después vino la parte más técnica. La grabación.
Esta vez oficial.
Micrófonos calibrados. Cabina lista. Té con miel para las cuerdas vocales.
Gabriel grabó su parte primero. Tomás le indicó:
—En el verso dos, bajá un poco el final. No le grités tu amor al mundo, ofrecéselo en taza.
—Entiendo. ¿Tipo susurro con swing?
—Exacto. Como quien te invita a bailar sin decirlo.
Después fui yo.
Y en una frase me tragué una palabra y terminé diciendo algo como:
—"...y si lo nuestro es un error, que tenga coliflor."
Todos estallaron.
—¿Coliflor? —dijo Tania entre risas—. ¿Esta versión es para el recetario romántico?
—Perdón —dije—. Fue el hambre.
Tomás, entre lágrimas de risa, agregó:
—¡Me encanta! ¡Error con verduras! ¡¡EDICIÓN ORGÁNICA!!
Volvimos a grabar. Esta vez sin vegetales.
Cuando terminamos el puente, hubo magia. Silencio respetuoso. Y luego Martu —que había pasado a saludar desde la consola— dijo:
—Esa frase... "aunque no seas mío, enciendes mi lío" es nivel tatuaje con glitter emocional.
Gabriel la anotó en su cuaderno como "posible eslogan de merchandising".
Al final, todos sonreían.
Tania cerró su libreta, puso una estrella al lado del título, y dijo:
—Chicos. Esto es lo que pasa cuando uno se divierte de verdad. Quiero que recuerden este momento si algún día alguien les dice que la música con ritmo no puede tener corazón.
Tomás agregó, mientras guardaba los archivos:
—Y también quiero que recuerden que no todo se corrige. Algunas cosas... simplemente se celebran.
Salimos del estudio sintiendo que el suelo era más blandito. Como si caminar ya no fuera lo mismo después de cantar algo que sí somos nosotros.
Gabriel me miró y dijo:
—¿Y si esto algún día suena en una plaza, en unos parlantes de feria, o en la radio de un taxi?
—Entonces espero que el taxista suba el volumen. Y que alguien en el asiento de atrás sonría sin saber por qué.
Querido diario:
Hoy escribimos con compás. Grabamos con piel. Y salimos con algo más que una canción.
Salimos sabiendo que, si lo que hacés vibra... algún día alguien va a bailar con eso.
Y eso... ya es mucho más que suficiente.