Notas invisibles

Día 40 - La canción empieza en los pies (aunque uno no lo sepa)

Querido diario:

Hoy me desperté con agujetas en los brazos. Y ni siquiera sabía que eso era posible.

Gabriel me escribió a las 7:45 con este mensaje:

> "¿Creés que los músculos se pueden derretir por exceso de ilusión?"

Le respondí:

> "Sí. Y si no, hoy lo descubrimos juntos."

Porque hoy volvimos a ensayar la coreografía. Y no fue simplemente repetir movimientos. Fue como entender por primera vez lo que el cuerpo puede decir sin pedir permiso.

Llegamos al estudio un poco tarde.

Gabriel culpó a su taza de cereal. Yo culpé a mis cordones "con complejos de serpiente rebelde".

Clara ya nos esperaba marcando los pasos sola frente al espejo. Tenía esa cara que mezcla dulzura con "no me hagan perder media hora de mi vida, por favor".

Valentín, en cambio, apareció deslizándose desde una esquina con una botella de agua, auriculares gigantes y una remera que decía: "Soy ritmo, pero dormido".

—¡Buenos días, estrellas del pop emocional! —gritó mientras se tiraba de espaldas sobre la alfombra.

—¿Eso fue sarcasmo o entusiasmo? —pregunté.

—Ambos. Porque si no ensayan hoy como si mañana fuera el estreno... ¡el universo les quita medio beat de talento!

Nos reímos. Yo medio reí. Aún no sentía las piernas.

Empezamos desde el principio.

Intro: paso doble hacia adelante, giro suave, palmas cruzadas.

Lo hicimos. Una, dos, cinco veces.

A la sexta... Gabriel estornudó en plena rotación y casi cae en cámara lenta.

—¿Todo bien? —le pregunté, aguantando la risa.

—Sí. Solo tuve un "momento de expresión nasal dramática".

Valentín se acercó y dijo:

—¡Eso debe ir en el documental! Título: "Cuando el groove te sorprende desde la garganta."

Seguimos.

En un momento, Clara pausó todo.

—Sofía —dijo con ese tono entre asombro y diagnóstico musical—. ¿Podés repetir el paso del estribillo... sola?

Yo tragué saliva.

—¿Sola?

—Sí. Desde la primera palma hasta el cruce de piernas.

Lo hice. Sin pensar. Sin contar. Solo... lo hice.

Y cuando terminé, hubo silencio.

Valentín dejó de bailar. Clara sonrió.

—¿Alguien te avisó que bailás como si lo hubieras estado escondiendo toda tu vida?

—Yo pensaba que solo sabía moverme para salir de una clase incómoda...

—Pues sorpresa —dijo Clara—: tenés groove, precisión, y lo mejor de todo... expresión. Sos una canción caminando.

Grabamos parte del ensayo. Las cámaras estaban ahí, en modo documental, capturando cada mirada, cada error, cada respiración profunda antes de volver a intentar.

En una toma, Gabriel y yo teníamos que cruzar miradas y hacer el giro en espejo. La cuarta vez que lo intentamos, él se detuvo a la mitad y gritó:

—¡Es que tus ojos hacen trampa! ¡No puedo concentrarme con mirada de estribillo romántico encima!

Todos se rieron. Yo me sonrojé tanto que Valentín propuso ponerme gafas de sol para "proteger el sistema nervioso ajeno".

Al terminar el día, estábamos exhaustos. Cansados. Transpirados. Felices.

Tania llegó justo cuando estábamos sentados en el piso, estirando los tobillos mientras sonaba la canción en versión instrumental.

—¿Cómo van mis cuerpos en revolución artística?

—Nos duelen partes que no tienen nombre —dije.

—Pero nos está saliendo —agregó Gabriel—. De verdad.

—Yo lo sé —respondió ella—. Se nota en cómo se abrazan sin tocarse.

Nos miramos.

Y sonreímos.

Querido diario:

Hoy no ganamos ningún premio. Hoy no publicamos una canción. Hoy no subimos ninguna historia.

Pero hicimos algo igual de poderoso:

Descubrimos que cuando el cuerpo baila con verdad... hay frases que no hace falta cantar.

Y eso, aunque duela todo... vale cada compás.



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En el texto hay: cantantes, inspiracion, sueño

Editado: 16.09.2025

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