Notas invisibles

Día 41 - Pasos torcidos, verdades rectas

Querido diario:

Hoy fue raro. No terrible. No desastroso. Pero raro.

Uno de esos días que empiezan como siempre —con medias apuradas, playlist en volumen 11 y Gabriel mandando memes de gatos que bailan mejor que nosotros—, pero después se tuercen un poco. Como un paso mal dado que te hace tambalear, aunque no te caigas.

Y fue justo eso: Un paso. Un bendito paso que no salía. Y lo que se movió después... no fue el cuerpo.

Fue la cabeza.

Estábamos en el estudio a las 10:04 a. m.

Valentín ya practicaba con una banda elástica rosa flúor en la cabeza ("me concentra la energía en los rizos"), y Clara marcaba con cinta en el piso los lugares de entrada para la toma final del videoclip. Un rectángulo, un cruce y dos círculos grandes para el cierre.

—Este paso —dijo señalando el final del estribillo—, tiene que ser exacto. Coordinación milimétrica. Si uno gira medio segunda tarde, parece que el otro viajó en el tiempo.

Nos miramos con Gabriel.

Y comenzamos.

Primer intento: Yo llegué antes. Él giró tarde. Nos cruzamos como dos autos en una rotonda sin ley. Clara pausó.

—Eso no fue coreografía. Fue accidente preventivo.

Segundo intento: Gabriel giró perfecto. Yo me olvidé el paso y terminé sonriendo hacia el lugar equivocado como animadora extraviada.

—Eso fue mejor —dijo Valentín—. Pero aún parece que uno de ustedes baila salsa y el otro está en pleno reclamo laboral interno.

Reímos. Un poco. Y volvimos a intentar.

A la sexta vez... Gabriel se quedó quieto.

Quieto de verdad. No tipo "pausa artística". Tipo estatua derrotada.

Clara bajó la música. Yo me acerqué.

—¿Ey? ¿Estás bien?

—No.

Dicho sin drama. Sin lágrimas. Solo... bajito.

—Estoy harto —agregó—. Estoy haciendo todo mal. Y lo peor es que cada vez que me sale mal, siento que te arrastro conmigo.

—¿De qué hablás?

—De que vos estás brillando. Mucho. Y yo... no alcanzo. No quiero ser el tipo que va dos pasos atrás siempre. El que empasta tu luz.

Silencio. Y justo ahí... me dolió.

No porque me lo dijera a mí. Sino porque se lo dijera a él mismo.

—Gabo... vos sos parte de esta luz. Sin vos, ni siquiera la habría encendido.

—No. Sos vos la que baila como si el cuerpo ya supiera. Yo estoy ensayando. Vos estás recordando.

Respiré hondo.

—¿Sabés qué estoy recordando? Que esto empezó porque vos cantaste conmigo en la oscuridad de un acto escolar. Y desde entonces... no hay una sola vez que no me hayas ayudado a encontrar el compás.

Valentín interrumpió desde atrás con su típico humor en momentos clave:

—Oigan, si esta escena es parte del videoclip, necesito una cámara YA. Esto es química, tensión, drama controlado y confesiones con estética.

Clara sonrió con ternura.

—Les doy cinco minutos. No para ensayar. Para... volver.

Y salieron.

Nos quedamos solos.

Me senté en el piso. Él también. Las piernas en V, las espaldas apoyadas contra el espejo empañado.

—¿Y si no soy suficiente? —preguntó.

—¿Y si lo estás preguntando porque ya sos más de lo que creés?

Gabriel me miró. De verdad.

Y dijo:

—Tenés una forma rara de hacerme sentir valiente. Medio injusta. Porque no me lo decís como consuelo. Me lo decís como verdad.

Sonreí.

—Es que no te consuelo. Te recuerdo.

Silencio.

Y después de un rato, agregó:

—Gracias. Por quedarte. Incluso cuando no estoy brillando.

—Quedarse no tiene mérito cuando todo brilla. El verdadero acto de fe es quedarse cuando no hay aplausos.

Al rato volvieron Clara y Valentín.

Nos pusimos de pie.

Repetimos el paso. Una vez. Luego otra. Y otra.

Y en la cuarta...

Salió.

Coordinado. Preciso. Vibrante.

Valentín aplaudió tan fuerte que activó Siri en su teléfono.

—¡ESO! ¡Eso no fue un paso! ¡Eso fue una reconciliación coreografiada! ¡Eso fue amor con zapatillas transpiradas!

Y ahí entendí algo: bailar juntos no siempre es ir al mismo ritmo. A veces es esperarse un segundo sin miedo.

Y entonces sí. Volver a moverse.

Querido diario:

Hoy no aprendí un paso nuevo. Hoy aprendí que cuando las dudas aparecen, no hay que huir del espejo.

A veces basta con quedarse ahí. Mirarse. Y recordarse lo que ya está.

Porque cuando alguien te mira como si todavía tuvieras algo que dar... lo das. Incluso si tenés miedo.

Y eso... también se ensaya.



#5848 en Novela romántica
#2355 en Otros
#187 en Aventura

En el texto hay: cantantes, inspiracion, sueño

Editado: 16.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.