Notas invisibles

Día 53 -Cuando el futuro te escucha cantar

Querido diario:

Hoy fue diferente. No hubo ensayo. No hubo grabación. Pero igual hubo vértigo en el aire.

Nos citaron en Sonaluz a las 11:00 a. m. No dijeron por qué. Solo: "el consorcio quiere hablar con ustedes, y hay una persona especial que quiere conocerlos."

¿Consorcio? ¿Persona especial? Todo sonaba como el preámbulo a una novela llena de decisiones que marcan capítulos nuevos.

Gabriel, como siempre, lo tomó con humor tenso: —¿Y si es una reunión para avisarnos que nos van a convertir en hologramas y nuestros cuerpos ya no son necesarios?

Yo lo miré con la ceja arqueada y la nariz arrugada de leve incomodidad: —Callate. No estoy emocionalmente preparada para conversaciones con hologramas. Ni para ser reemplazada por una versión mía sin pestañas despeinadas.

Pero igual fuimos. Con nervios. Con cuadernos. Y con ese presentimiento raro que te respira cerca cuando algo va a ser importante pero todavía no sabés si asusta o emociona.

11:03 a. m. – Sala de Reuniones E

La sala no era como la de las pruebas de audio. Ni como la de los pitches de videoclip.

Era más elegante. Más silenciosa. Como si todo el mundo allí tuviera cosas que decir... pero primero necesitara ver si el ambiente lo permite.

Nos recibió Eli, una de las asistentes de producción. Con una tablet en mano, auriculares al cuello y ese caminar rápido de quien sabe que lo que está por pasar merece puntualidad emocional.

—Los ejecutivos ya llegaron —nos dijo—. Pero antes de entrar, querían que escucharan algo.

Nos llevó a una sala contigua. Pequeña. Con luz tenue. Pantalla en el centro. Y play listo para usarse.

Puso la canción. Nuestra canción. La del capítulo 50. La que Gabriel escribió con letra que parecía quemar el papel.

Pero esta vez no sonaba como la demo. Ni como el primer intento.

Era la mezcla final. Con matices. Con paisajes sonoros. Con respiraciones que se sentían casi táctiles.

Yo me arrugué la nariz. (Obvio. Siempre que estoy incómoda por emoción intensa, mi nariz decide manifestarse.)

Gabriel se quedó mirando la pantalla como si viera algo más allá de lo que se oía.

Y al final... silencio.

Hasta que Eli murmuró: —Ahora sí. Los esperan.

11:19 a. m. – Reunión con el Consorcio Sonaluz

Entramos. Ocho personas estaban ya sentadas. Hombres y mujeres de traje. Uno con camisa color cereza. Otro con lentes muy redondos. Una mujer con el pelo recogido y mirada de sé cuándo una canción va a pegar fuerte antes que ustedes lo sepan.

Tania estaba parada. Sonriente. Pero tensa.

—A Dos Voces —dijo, como introducción oficial—, estos son los miembros clave del consorcio creativo de Sonaluz. Los que deciden cómo su música va a moverse. Y los que han escuchado algo... que merece conversación.

Nos sentamos.

Yo respiré como quien quiere parecer tranquila pero está haciendo yoga interior para no gritar de ansiedad.

Gabriel se acomodó en la silla como intentando no parecer emocionado.

Y entonces, hablaron.

Ejecutivo 1 (camisa cereza): —La canción nueva... no es un simple track. Es una declaración. Ustedes pasaron de sonar lindos... a sonar humanos. Y eso se nota.

Ejecutiva 2 (pelo recogido): —Pero también hay que saber si están listos para eso. Porque este tipo de letra genera conversación. Y también crítica.

Ejecutivo 3 (lentes redondos): —Técnicamente está muy bien. Pero lo que nos importó más fue el efecto secundario. Cuando la escuchamos, todos... sentimos algo que no sabíamos que queríamos sentir.

Yo tragué saliva. Tenía la garganta rara. Como si cada palabra de ellos estuviera aterrizando directo en el estómago.

Gabriel habló:

—¿Y eso es bueno?

Ejecutivo 1: —Eso es poder. Y por eso les queremos presentar a alguien.

11:41 a. m. – Presentación Especial

Entró al salón caminando tranquilo, con gorra, chaqueta sencilla, mirada intensa y sonrisa fácil.

Era Dante Reyes.

El Dante Reyes. Cantante multiplatino. Compositor de temas que ya son himnos. Productor asociado de Sonaluz. Y persona imposible de imaginar apareciendo sin anuncio previo.

Yo hice una pequeña exclamación interna. No grité. Pero mis pulmones definitivamente se asustaron de emoción.

Gabriel se quedó tieso por 1.5 segundos.

Dante se acercó. Nos saludó con un apretón de manos suave, amigable, nada de diva.

—Escuché su canción ayer. Me la mandaron sin nombre. Solo "Track 7 – sin título". Y la escuché cinco veces.

Yo tenía la piel erizada.

—¿Qué pensó? —pregunté, con voz semi temblorosa.

—Que no era una canción. Era un pulso emocional disfrazado de tema de estudio. Y pensé... quiero conocer a quien escribió eso.

Gabriel, que ya estaba más suelto, sonrió. —Gracias. No sabíamos que iba a tener efecto.

—Pues lo tuvo —dijo Dante—. Y lo sigue teniendo.

Se sentó. Tomó un vaso de agua. Y nos habló como si estuviéramos en una sala de living.

—Quiero ofrecerles una sesión privada. No para producir. Para hablar. Para ayudarles a que esa canción crezca como idea. Quiero saber por qué la escribieron así. Cómo la sienten ahora. Y qué esperan que pase cuando la gente la escuche sin saber quiénes son ustedes.

Yo sentí que alguien me había tendido una red sin pedir nada. Y eso... es raro.

Bonito. Pero raro.

12:03 p. m. – Comentarios Finales

Tania nos guió al pasillo. Martu nos filmaba todavía. Todo este encuentro quedará en el documental.

Gabriel me dijo: —¿Estamos viviendo esto?

—Estamos. Y grabando cada segundo, encima.

Tania se acercó. —A Dos Voces, lo que hicieron con esa canción no es perfecto. Pero es verdadero. Y en esta industria... eso se escucha más fuerte que cualquier beat.



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En el texto hay: cantantes, inspiracion, sueño

Editado: 16.09.2025

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