Querido diario:
Hoy amanecimos distintos.
Aún no arrancó la gira. Aún no hubo ensayo. Aún nadie nos dijo cómo va a ser eso de subirse al escenario antes que un artista gigante. Pero Dante nos eligió. Y después de ese encuentro que parecía conversación y acabó siendo declaración, algo se movió en el aire. Como si el universo ya supiera que íbamos a cambiar la manera en que cantamos. Que íbamos a empezar a hacerlo como quienes ya no dudan... aunque aún se les arrugue la nariz del susto.
Me desperté sin alarma. El cielo estaba nublado de forma cinemática. Y aunque Gabriel me había dicho que hoy no había plan, Martu nos citó en Sonaluz para "una charla rápida". Cuando alguien como ella usa esa frase, ya sabés que la charla es todo menos breve.
Llegamos los dos como quien no se arregla pero tampoco se descuida. Yo con el moño rebelde y los mismos pantalones de ayer. Gabriel con camiseta ancha, café en mano, y esa energía de "no sé qué va a pasar, pero seguro voy a sentir mucho". Lo vi bostezar como si estuviera guardando el oxígeno para cuando le tocara emocionarse.
Martu nos esperaba sentada en la sala de composición. Sin cámara. Sin libreta. Con auriculares alrededor del cuello y mirada entre ilusionada y sospechosamente inspirada.
-¿Y si escribimos una canción más? -soltó, como quien propone comer helado antes del almuerzo.
Gabriel casi escupe el café. -¿Otra?
-La última -respondió ella-. La que falta. La que no pide que expliques nada. Solo que admitas lo que soñabas cuando no sabías que ibas a estar acá.
Yo me quedé pensando. Porque había algo ahí. Algo que venía pidiendo voz hace rato. Ese tipo de emoción que se te acomoda en el estómago como piedra con ritmo. Que no incomoda, pero te empuja.
Martu sacó su teléfono, puso un fragmento de una base que había armado con Tomás el día anterior. Sonaba suave. Pulsada. Como una respiración ordenada en compás. La puso sobre la mesa, bajito.
-Imagínense esto. Pero con ustedes contando sus deseos. No los logros. Los deseos. Los que vienen antes de que todo pase. Los que aún duelen un poquito.
Gabriel apoyó el café. Yo abrí el cuaderno. Se hizo un silencio. Pero ese silencio ya era canción.
Y entonces empezamos.
Gabriel escribió:
"Quise cantar sin saber cómo, como quien llora con ritmo pero no espera aplauso."
Yo respondí, sin pensarlo:
"Y soñé tan callada... que el eco me encontró primero."
Las palabras salían como si ya estuvieran escritas en algún lugar interno. Como si Martu no nos hubiera citado para componer... sino para liberar una canción que ya estaba queriendo nacer.
Tania entró en algún momento. No sé cuándo. Ya había puesto su termo en la mesa. No dijo nada. Solo se sentó y escuchó. A veces sonreía. A veces se le llenaban los ojos de algo que no caía, pero emocionaba.
Lucio apareció con un teclado. Ni preguntó. Lo conectó, tocó dos acordes y dijo: -Si esta canción no camina sola, yo me dejo el pelo como está todo el año.
Gabriel le respondió: -Esta canción no camina. Esta flota.
Yo arrugué la nariz. Obvio.
Martu encendió la cámara. No la grande. La pequeña. La que usa cuando sabe que lo que va a pasar no se repite.
Y seguimos escribiendo.
Hablamos de los días en que cantar era solo imaginar. De cuando el escenario era un rincón del cuarto. De cuando nadie pedía escuchar... pero igual lo hacíamos.
La letra empezó a tomar forma:
"Y si nunca me miraban, yo igual me miraba en mi reflejo. Porque el sueño... no necesitaba testigo. Solo fe."
Se volvió casi ritual. A cada verso, alguien respiraba más fuerte. A cada frase, el ambiente se ajustaba como quien acepta que algo importante está pasando sin que se le ponga título.
Grabamos un demo inmediato. Nada producido. Solo guitarra, voces, y Martu registrando todo. Nos quebramos en el segundo coro. Lucio dejó de tocar, pero no de estar. Tania dijo "esto parece carta que llega antes de la firma".
Y lo fue.
Al terminar, nos quedamos todos en silencio. No por vacío. Por peso.
Gabriel giró hacia mí. -¿Esto fue un regalo?
-Esto fue un recuerdo que no habíamos cantado.
Martu apagó la cámara. Nos miró. Y sonrió como si supiera que ese momento va a entrar en el documental con un título extra.
-Esta canción no se compuso hoy. Esta canción llegó hoy.
Querido diario:
Hoy no hicimos estrategia. Hoy hicimos verdad. Una canción que ya vivía en nosotros. Y que simplemente... se atrevió a sonar.
No sé si será favorita. No sé si la gente va a entenderla enseguida. Pero alguien, en alguna parte, va a escucharla y decir:
"Eso es lo que yo soñaba también. Y ahora alguien lo canta."
Y eso... eso convierte un deseo en voz.
Ahora sí, la lista está completa. Ahora sí, el corazón grabó lo que le faltaba.
Y desde acá... todo lo que venga, será parte del eco que empezó con una canción que ya quería existir.