Notas invisibles

Día 56 - Micrófonos que graban lo que antes solo se soñaba

Querido diario:

Hoy se grabó. La última canción. La que nació no por calendario ni por estrategia, sino porque alguien -esa pequeña emoción que se disfraza de idea- decidió empujarla al mundo. Y lo hizo a través de Martu, que sin usar megáfono ni discurso nos dijo, hace apenas un día, que aún nos faltaba una canción. Y tenía razón.

Porque se puede tener un álbum casi completo, una gira en puerta, una charla con alguien tan grande como Dante Reyes, y aun así... faltar algo. Algo que hable no de lo que somos en público, sino de lo que soñamos en silencio cuando nadie preguntaba.

Hoy esa canción se volvió real. Hoy se encendieron micrófonos. Hoy dejamos que lo más íntimo respirara en forma de verso.

El estudio estaba raro. No raro mal. Raro hermoso. Como si hubiese una calma especial, distinta a la habitual antes de grabar.

Tomás ya tenía la sesión lista en pantalla. La pista base en capas delicadas. Piano envolvente. Percusión suave. Un reverb que parecía abrazo flotante.

Lucio estaba girando en su silla como quien tiene energía de niño en clase de arte. Tania llegó con una remera que decía "Si llorás, que sea con afinación." Martu no hablaba mucho. Solo tenía la cámara encendida y la mirada fija en nosotros como quien ya sabe qué va a capturar.

Gabriel me miró. No me dijo nada. Pero su cara decía:

"Esta es la canción que vamos a cantar incluso cuando todo haya pasado."

Yo solo arrugué la nariz. La nariz hace lo suyo. Siempre.

Nos dieron cinco minutos para respirar. Yo usé tres para escribir una línea nueva en el cuaderno:

"Si esta canción no me rompe, entonces no la hice bien."

Gabriel se metió al booth. Auriculares puestos. Micrófono ajustado. Y entonces lo dijo:

-Me cuesta cantarla. Porque cada vez que repito el primer verso... me veo en el día que pensé que nunca iba a llegar.

Tomás bajó el volumen. Lucio giró hacia mí. -Eso que dijo... ya es letra.

Y lo fue.

Empezamos a grabar.

La primera toma fue perfecta técnicamente... y eso fue un problema.

Porque sonaba limpia. Pero no sentida.

Tomás nos detuvo. Tania se acercó y murmuró:

-Esta canción no se graba bien. Se graba de verdad.

Gabriel volvió a entrar. Y esta vez, cuando cantó...

"Soñé en cuartos que no pedían ruido, y aún así... el sueño hablaba."

...su voz se quebró justo donde debía.

Yo entré después. Canté mi parte como si la estuviera recitando a alguien que necesitaba que le dijeran eso justo hoy:

"Deseé tan fuerte que me olvidé de dormir, y ahora este verso me despierta."

La armonía en el puente fue improvisada. No la teníamos escrita. Pero Lucio gritó desde la consola:

-¡Dejá que la emoción afine por vos!

Y yo lo hice. Canté con vibración. Canté con ojos húmedos. Canté como si me estuviera escuchando por primera vez.

Martu no paraba de grabar. Cada gesto. Cada mirada. Cada instante en que alguien dudaba... y después cantaba igual.

Gabriel se quebró al decir:

"No es triunfo. Es testigo. Yo solo soy quien logró cantar lo que una vez se escribió llorando."

Y Tomás, por primera vez en mucho tiempo, pidió que repitiera esa frase... no para corregirla, sino para dejarla grabada como parte del ambiente sonoro del track.

Yo, mientras esperaba mi última entrada, garabateé algo en la esquina del cuaderno:

"Cuando esta canción salga... alguien va a pensar que la escribimos solo para ellos. Y van a tener razón."

La última toma fue con los dos juntos. No cantando. Respirando.

El final tiene solo respiraciones entrelazadas, como si se estuvieran escuchando uno al otro en bucle.

Tomás bajó el fader. Miró al equipo. Y dijo:

-Ya está.

Lucio se giró con los ojos brillosos:

-Quiero que esta sea la que abra el álbum. Aunque sea la última que grabamos.

Tania se levantó. Nos abrazó. A mí primero. Después a Gabriel.

-Esto... no es pista siete. Es testimonio uno.

Nos quedamos un rato sentados en el piso.

Martu desenchufó la cámara. Se acercó. Y dijo, sin efectos ni adornos:

-Cuando la escuchen... van a querer volver a escribirla. Porque van a entender lo que no se dieron cuenta mientras la grababan.

Yo le sonreí. Gabriel le dio el último trozo de galleta que tenía guardado.

Y nos fuimos.

Pero antes de salir, yo giré hacia la consola.

Y pensé:

"Ahora sí. El álbum tiene todas sus voces."

Querido diario:

Hoy grabamos la canción más callada. La más sentida. La más soñada.

Y no sé si el mundo la va a entender enseguida. Pero sé que cuando la escuche quien tenga un deseo escondido... algo va a pasar.

Porque eso que se desea en voz baja... también merece sonar fuerte.

Ahora sí. Está grabada. Está viva. Está lista.

Lo que venga después... ya no es ensayo.



#6674 en Novela romántica
#2903 en Otros
#277 en Aventura

En el texto hay: cantantes, inspiracion, sueño

Editado: 18.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.