Querido diario:
El día amaneció nublado. No triste —solo nublado. Como si el cielo estuviera conteniéndose... igual que nosotros.
Porque hoy debutamos. Hoy A Dos Voces deja de ser historia interna... y se convierte en canción que cualquiera puede encontrar. En playlist. En videos. En posteos. En gritos emocionales. Hoy salimos al mundo.
Martu nos citó en Sonaluz, pero esta vez no para grabar. Esta vez la sala de mezcla estaba decorada con globos metálicos, dos termos con nuestros nombres, stickers en las pantallas, y un cartel que decía:
"YA ESTÁ PUBLICADO."
Y abajo, en letras pequeñas:
"Esto no es lanzamiento... es liberación."
Gabriel entró primero. Se quedó congelado. Después soltó: —¿Ya salió?
Tomás se giró desde la consola.
—Todo, Sofi. Las siete canciones. El álbum completo. La portada. La playlist oficial. Están en todas las plataformas: Spotify, Apple Music, YouTube, TikTok, Deezer, y hasta en la app esa de música que nadie usa pero igual subimos por respeto.
Yo me quedé en silencio. Literal. No por incredulidad. Por emoción compacta. Como si el corazón se hubiera hecho ovillo.
Martu nos abrazó sin protocolo. Tania saltaba como si tuviera resortes en los calcetines. Lucio sostenía su teléfono y gritaba: —¡Ya tengo a Sofía y Gabriel en mis favoritos! Y subió el volumen.
La primera que sonó fue Versos sin filtro. Y escucharla en una app real, con portada y todo... fue otro nivel.
Gabriel se cubrió la cara. Yo me senté en el suelo. Tania dijo:
—No puedo creer que ustedes estén sonando al lado de artistas enormes. Ayer escuché reguetón y después vinieron ustedes. ¡Es canon!
Tomás abrió su computadora. Nos mostró el dashboard de la distribuidora digital.
—Ya tienen streams. Gente en México, Chile, Argentina, Ecuador, España, y hasta un oyente en Japón. Alguien en Tokio escuchó Lo que no se canta también arde a las 2 de la mañana.
Lucio: —Esa persona... lloró. Lo sé.
Martu compartió la presentación oficial del álbum en redes.
Un video de 1 minuto. Fragmentos de cada canción. Tomados desde ensayos, grabaciones y miradas. La descripción decía:
"Sofía y Gabriel no nacieron en la música. Nacieron cantando lo que nadie les pidió. Y por eso, ahora... se convierten en A Dos Voces. Escuchen su álbum debut: Voces que no pedían permiso."
Casi me desarmé.
Unos minutos después, el celular explotó. Mensajes. Menciones. Historias compartidas. Capturas de pantalla donde aparecíamos en playlist como "Nueva música latina", "Relatos con ritmo", "Pop sincero", "Descubrimientos semanales".
Gabriel agarró el teléfono como quien sostiene algo con fiebre.
—¿Qué significa que nos están etiquetando? —Que te están escuchando —respondió Tania. —Que ya no son tus canciones —agregó Martu—. —Ahora son también de ellos.
Yo me puse los auriculares. Reproduje el álbum entero. Canción por canción. En orden. Como lo planeamos. Pero esta vez... como oyente.
Cerré los ojos. Y lloré en el verso tres.
Más tarde nos reunimos en la terraza del estudio. No había ceremonia. No había prensa. No había brindis ni alfombra ni luces.
Solo nosotros. Mirando al cielo nublado. Que ahora parecía contener emoción en vez de agua.
Gabriel me abrazó por el costado. Martu sostenía su cámara como quien no quiere grabar, pero igual lo hace. Lucio puso música desde su parlante Bluetooth. Y lo primero que sonó fue Esto que soñamos también se graba.
Silencio. Respiración. Sonrisa.
Querido diario:
Hoy debutamos. Pero no con un grito. Sino con siete canciones que ya sabían cómo sonar sin permiso.
Hoy alguien en algún lugar nos va a escuchar... y va a creer que esa letra fue escrita para ellos.
Y eso es lo que siempre soñamos.
Ahora sí. Ya no cantamos solos. Ya somos A Dos Voces. Y nuestra música... ya encontró eco.