Notas invisibles

Día 59 - Segundo día siendo A Dos Voces (y el eco ya nos reconoce)

Querido diario:

Hoy el mundo sonó diferente, aunque nadie lo haya anunciado en cadena nacional. Hoy fue nuestro segundo día siendo Sofía y Gabriel, sí, pero también... siendo A Dos Voces.

No como concepto. Como realidad. Como nombre que ya está en boca de gente que nunca nos ha visto, pero que empieza a hablarnos como si siempre nos hubiera escuchado. Y eso —eso pesa más que cualquier escenario.

Nos despertamos sin alarma. Porque la ansiedad no necesita reloj. La emoción tampoco.

Lo primero que vi fue una notificación de que Esto que soñamos también se graba estaba apareciendo en playlists tituladas "Versos que no se atreven a gritar", "Canciones que te miran de frente" y "Lo que no sabías que sentías".

Le tomé captura. No para presumir. Para guardar prueba de que eso que escribimos temblando... ya está siendo reproducido por gente que también tiembla.

Gabriel me mandó un mensaje:

"Estoy escuchando todo en loop y siento que ya no es nuestro. Pero también es tan nuestro como nunca."

Yo le respondí:

"Es como ver a un hijo que ya habla solo. Pero con tu voz."

Y entonces no hablamos más por teléfono. Nos encontramos. Sin decir nada. Nos vimos como quien reconoce a alguien que está viviendo lo mismo que uno... aunque no se pueda explicar.

Llegamos a Sonaluz sin guión, sin plan, sin idea de qué íbamos a hacer. Martu estaba ahí, pero no como productora. Como espectadora emocional.

Nos saludó con sonrisa sin maquillaje emocional y dijo:

—¿Listos para saber lo que causaron sin querer?

Lucio ya tenía gráficos. Tania traía audios de fans. Tomás tenía preparado un reel que nadie pidió pero todos necesitábamos.

Lo vimos juntos.

Era un montaje donde cada verso de nuestras canciones era seguido por imágenes de personas anónimas... llorando, bailando, cantando en silencio. Una chica en Guatemala cantaba Lo que no se canta también arde frente a una ventana. Un chico en Argentina caminaba por la ciudad con Versos sin filtro de fondo. Una madre en México abrazaba a su hijo mientras sonaba Temblar no es rendirse.

Gabriel se quedó quieto. Yo no. Yo lloré. No como acto dramático. Como reflejo automático.

Martu dejó que todo pasara.

No interrumpió. No explicó. Solo dejó que el eco fuera más fuerte que cualquier opinión.

Durante horas llegaron mensajes que no cabían en pantallas. Gente que escribía como si nos conociera. Personas que contaban sus historias usando nuestras canciones como subtítulos.

"Yo también me quedé en la pausa larga." "Este verso me cantó lo que no dije en terapia." "Usé Esto que somos para presentarme a mi pareja." "Con Lo que ya no callamos entendí que ser frágil no es sinónimo de perder."

Y entre todo eso, uno nos estremeció:

Una adolescente escribió:

"Pensaba que no tenía voz. Ahora la tengo. No porque la encontré. Porque ustedes la cantaron por mí."

Gabriel dejó de mirar la pantalla. Se giró hacia mí y me dijo:

—Ya no se trata de nosotros. —Sí —respondí—. Pero también... nunca fuimos tan nosotros como ahora.

Decidimos grabar un video. No para promoción. Para confesión.

Nos sentamos frente a la cámara. Sin filtros. Sin guión.

Y dijimos cosas que nadie había pedido, pero que sentíamos que debían existir:

"Gracias por escuchar lo que no sabíamos cómo decir." "Este álbum no lo hicimos para sonar. Lo hicimos para sobrevivir." "Si cada canción encuentra a alguien en silencio... entonces ya fue útil."

Tomás lo editó sin música. Porque la emoción no necesita fondo cuando ya tiene verdad.

Lo subimos. Y empezó a compartirse como si fuera un secreto que todos querían gritar.

Por la tarde, ocurrió algo inesperado.

Una profesora de literatura nos escribió desde Chile. Contó que usaría Lo que no se canta también arde para hablar del lenguaje emocional y del poder del silencio como forma de expresión.

Dijo:

"Sus letras no solo comunican. También educan."

Y entonces entendimos que publicar no es solo compartir. Es permitir que lo que escribimos tenga vida en lugares que nunca imaginamos.

Una terapeuta subió un post diciendo que usará Temblar no es rendirse en sesiones grupales. Un coreógrafo dijo que adaptará Pasos que suenan antes de pisar el escenario a una obra que no tiene argumento, solo movimiento sincero.

Lucio lo resumió:

—Segundo día... y ya son arte en otros idiomas emocionales.

Más tarde, Martu nos llevó a una sala especial del estudio.

Allí había algo nuevo.

Una pared. Llena de impresiones de las canciones. Cada una con anotaciones a mano. Como si alguien las estuviera estudiando, entendiendo, admirando.

Y en el centro, una frase:

"Esto no es solo música. Es testimonio en compás."

Nos quedamos allí por horas. Releyendo lo que habíamos escrito. Recordando el momento en que cada verso nació. Reviviendo el temblor que lo acompañaba.

Gabriel trazó con el dedo la línea que decía:

"Mi temblor no se disfraza — se transforma en compás."

Y me dijo:

—Esto me lo dije a mí. Y ahora hay gente que lo dice para sí.

Yo le respondí:

—Eso significa que ya no somos solo cantantes. Somos puente.

En la noche, antes de salir, Sofía dejó una nota en la puerta del estudio.

No era parte del guión. Era una especie de despedida sin cierre.

Decía:

"Segundo día. Y ya nos escuchan sin saber nuestros nombres. Pero los versos sí. Y con eso... basta."

Gabriel la firmó. Y nos fuimos. No hacia casa. Sino hacia ese lugar donde los sueños dejan de parecer imposibles... porque ya están sonando desde otros cuerpos.

✒️ Querido diario:

Segundo día siendo A Dos Voces. Y ya no somos novedad. Somos compañía.

No vendemos canciones. Ofrecemos palabras con melodía.



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En el texto hay: cantantes, inspiracion, sueño

Editado: 18.10.2025

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