Hola, Venus.
Hoy era el gran día. Me levanté desde muy temprano para apurarme a mis deberes y estar a tiempo para nuestra salida.
Estaba nervioso. Mi rostro parecía un tomate y busqué de excusa que era por exponerme a los rayos del sol de camino a tu casa.
Me vi muy patético. Hasta que me regalaste una de esa sonrisas enormes que calman y dejan en el limbo tu alma.
Caminábamos rumbo al cine, y de la nada me tomaste de la mano. Te miré de reojo y tu semblante estaba relajado. Quizá, a ti no te provocaba nada tomarme de la mano y sólo fuera un afecto genuino en una amistad, pero yo deseaba que no lo fuera.
Oswaldo.