Las relaciones humanas son complicadas de entender, en especial en los casos en donde la conexión se da un poco forzada, y más que nada, hilada por el destino cruel. ¿Pero es verdad que existe tal maldad o somos nosotros mismos que en realidad enredamos nuestras almas a ese destino? Sea cierto o no, la situación ahora planteada descolocaba enormemente a nuestros dos protagonistas, y les atraía muchos males. Por lo que, retomando el último acontecimiento, recordamos que la joven Lux tiritaba de pavor por lo que acaba de suceder, y ahora mismo trataba de cubrir inútilmente su cuerpo de aquellos ojos dorados.
—Tranquila Iris, ahora mismo te traerán una toalla —la joven princesa hizo ese leve comentario para calmar los ánimos de su amiga, más luego, sonó sus dedos indicándole a uno de sus sirvientes que le entregara ese elemento lo más pronto posible a la afectada. Mientras tanto, Alik también fue tratado por los que estaban bajo las órdenes de su majestad, y recibió el mismo objeto que requería su compañera. Fue así que, al tiempo, la pequeña morocha fue cubierta por aquel manto suave, el cual le dio la paz mental requerida para girarse hacia su allegada y reprocharle finalmente el reciente acontecimiento.
—¡Léa, no era necesario que ocurriera esto en la fuente! ¿Por qué tuvimos que realizarlo aquí? —preguntó con extrema indignación, pues no terminaba de creer lo sucedido con ese maleducado.
—Bueno, hasta cierto punto ella tiene razón —mencionó el más alto de los tres, quien se estaba secando su rostro e intentaba no mirar directamente a la más baja de las dos, pues aún le carcomía ese desagradable como reciente y abstracto sentimiento. No obstante, podemos notar cómo él apoyaba de cierta forma el argumento de Iris, aunque no le afectara del todo lo pasado.
—No entiendo cuál es su problema, más que nada, porque el agua en la que hicieron el ritual proviene de las montañas de Ismael —la princesa se levantó de su trono, y pasó su mano sobre la superficie tomando así de ésta una pequeña piña que flotaba—. Dicen que sus aguas duplican el efecto de puridad y aumenta el valor de cualquier magia blanca —aseguró ella dejando la piña en donde la encontró—. Además, cuando hacían el ritual no se veían tan incomodos, por lo que deberían agradecerme —ella se rio traviesa y terminó de bajar de la fuente.
—¿Qué? —dijo entre cerrando los ojos Alik, quien estaba estupefacto por la conclusión a la que esa mujer había llegado.
—¡No es verdad! —Iris volteó hacia su ama y le gritó con fuerza aquello, para entonces, ya se encontraba extremadamente enrojecida por la vergüenza.
—Claro que lo es, si no, no serían la pareja destinada del otro —mencionó ella mientras se colocaba una fina bata.
—¡Pero...! —antes siquiera de decirle algo más, Alik pareció reaccionar, y se giró rápidamente para también defenderse.
—¡Me niego a ser el enamorado de esta enana sin atractivo! —aclaró el guapo muchacho en lo que señalaba a Iris.
—¿Sin atractivo? —murmuró impactada para sí misma su compañera, quien estaba empezando a sentir cómo su mecha de molestia se encendía.
—Para colmo, se irrita demasiado fácil —agregó como comentario despectivo—. Además, yo prefiero a las chicas más altas, con curvas muy destacables, de esas que pueden sacarte los ojos con solo echarles un vistazo —aseguró el egocéntrico chico, quien luego bajó hasta donde se encontraba su ama—. Alguien, quizás… como cierta rubia que yo conozco —le insinuó a la mujer que estaba por encima de él con un semblante que denotaba un sobrecogedor atractivo, pero éste no surtía el más mínimo efecto en la dama a la que quería conquistar. Si no fuera porque Léa le puso un alto a ese terrible playboy, seguramente Iris lo hubiera hecho de una mejor manera, cosa que sucedió, porque, contrariamente a lo que les he planteado, la pequeña catalizadora le ganó a la rubia al arrojarle de cierta distancia un ánfora de metal contra la cabeza del muchacho, quien no logró esquivar el proyectil esta vez.
—¡DEJA DE COMPARARME! ¡IMBÉCIL! —dijo ella extremadamente exaltada y agitada por la furia que la invadía.
—¡Oh por Dios! —la rubia se llevó ambas manos a la cara al ver cómo su propio catalizador era derribado de una manera épica por esa jarra que había rebotado en su cabeza, para posteriormente, dejarlo inconsciente.
—¡Por idiota! —le reprochó al desdichado muchacho que tuvo la fortuna de recibir su ira. A partir de aquí, el viaje se retrasó un poco más debido a ese inminente golpe, más tarde, aquel idiota tuvo que ser atendido por esto mismo. En cuanto a Iris, ella simplemente se había retirado de la escena sin mostrar arrepentimientos, bueno, eso hasta que por fin lograron reunirse de nueva cuenta, pero esta vez, a las afueras del castillo.
—Maldición —se quejó Alik acariciando su cabeza, la cual le dolía un poco.
—Iris, ¿no tienes nada que decir, cariño? —le mencionó la princesa, quien miraba con una divertida pero amable sonrisa a la joven.
—Lo siento —dijo la dulce catalizadora, quien parecía estar realmente compungida por lo hecho, ya que bajó su cabeza apoyando sus manos sobre sus rodillas en señal de remordimiento. No obstante, aquella disculpa no pareció importarle realmente a Alik.
—¡Hum! Como si fuera a perdonarle algo a una enana como tú. Evidentemente lo has hecho de mala fe —refutó a regañadientes para sí mismo Alik, pero aunque Léa no lo escuchara, eso no significaba que la otra no, y tal fue la impresión, que se le fue el sentimiento de culpa a la joven enseguida.