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Capítulo 17: "♫Tenemos que hablar♫"

Una guitarra comenzó a ambientar una vivienda de aquel decadente pueblo, donde en su interior, destacaban dos personajes bien conocidos por nosotros, pero había una excepción, la cual tenía que ver con esa muchacha que, por pistas anteriores, sabíamos que había salvado a dos de nuestros chicos, es decir a: Zaid y a Léa. Es así como los allí presentes habían llegado en el momento justo, pues el terreno dejó de moverse al instante en que traspasaron el portal, y con ello, las preguntas arribaron por parte de la muchacha.

—¿Están bien? —se le escuchó decir preocupada en lo que giraba hacia el par, y antes de contestar, ambos se quitaron las capuchas para poder dar una respuesta más cortés.

—Sí, muchas gracias; nos has salvado —mencionó el rubio.

—¡No hay por qué! —mostró una gran sonrisa de su parte y luego agregó lo siguiente al darse cuenta de otra cosa—. Ahora que lo pienso, estaban huyendo de los guardias de Taizan. ¿Acaso hicieron algo en contra de su gobernante?

—¿Su gobernante? Es extraño que te refieras a él como algo ajeno —mencionó la princesa, y la castaña negó con la cabeza.

—Ese tirano no es alguien a quien consideremos como honrado, por eso no siento que sea alguien que me gobierne —aclaró.

—Por cierto, creo saber quién eres. Te llamas Natalla, ¿verdad? True me envió a buscarte —le notificó la rubia.

—¡Oh, True! ¡Sí, sí! ¡Efectivamente! —asintió varias veces y luego pareció deprimirse—. Aunque hace mucho que no lo veo. Respecto a lo otro, si él dijo eso es porque confía en ustedes. ¿Acaso vinieron a liberar el pueblo? —en los ojos de Natalla se veía la ilusión reflejada.

—¡Y te aseguro que estamos decididos a hacerlo! —exclamó con mucha pasión la rubia al adjuntar un puño en el pecho. En ese instante, Zaid pensó por un momento que ellas dos tenían una personalidad muy similar, y alcanzó a dar con un ligero sentimiento de vergüenza ajena por el comportamiento de su compañera; ésta no se expresaba como una princesa.

—¡Entiendo y se los agradezco mucho! ¡Espero que puedan ser de gran ayuda! Por cierto, ¿acaso planean hacerlo ustedes solos? —parpadeó unas cuantas veces mirando con curiosidad a la pareja.

—No, en realidad no habíamos venido solos —aclaró el zorro—. Veníamos con la prince- —él tosió para autocorregirse y luego dijo—… con una chica llamada Iris que además estaba acompañada de un poco cortés muchacho.

—¿Y qué pasó con ellos? —inclinó su cabeza a un lado.

—Ellos fueron separados de nosotros durante todo ese caos —mencionó Léa.

—Qué terrible —se lamentó Natalla bajando la cabeza—. Ojalá pudiera hacer algo para ayudarlos con eso, pero no tengo los medios.

—No te preocupes, con lo que puedas hacer ahora por nosotros nos basta. Sin embargo, si quieres ayudarnos un poco más, algo de información nos vendría bien —le aseguró la futura reina.

—Entiendo, entonces vamos a la cocina, prepararé algo y luego les presentaré sus habitaciones; dentro de el comedor les hablaré de lo que quieran —mencionó la castaña que se adelantó a ellos, y antes de que Léa la siguiera, Zaid la detuvo para cuchichearle lo siguiente:

—Señorita Léa, entiendo que es vital encontrar un refugio, ¿pero no es más importante saber el origen de aquel temblor? —preguntó el zorro.

—Por ahora es mejor dejarlo pasar, no sabemos con qué nos encontraremos si vamos nosotros solos, además, lo más probable es que haya venido de la tierra de Babil, aunque no sé qué tanto tenga que ver en esto ese lugar —le hizo saber para luego alejarse suavemente de él, lo que obligó a Zaid a aceptar su ambigua explicación para entonces seguirla apenas ella le dio la espalda; quizás no era el mejor momento para tener esta clase de conversaciones. Ahora, volviendo al comedor, se sentaron y esperaron por un poco el té que Natalla no había tardado en preparar.

—Aquí tienen —les dijo en lo que repartía las tazas.

—Muchas gracias —el chico hizo una leve reverencia con un gesto de cabeza, y Léa atinó a hacer lo mismo.

—Por cierto, Natalla. True Elevis me comentó que vino de las tierras de Babil, puedo entender que él proviene de ahí, pero tú no pareces ser del mismo lugar —le hizo saber la princesa.

—No, yo nací aquí. A True lo conocí cuando fue traído por ese tiránico reptiliano —de un momento a otro, la chica enrojeció—. Fue hace cinco años atrás, recuerdo bien cómo era tratado por ese tipo y sus soldados, quienes lo obligaban a caminar para que entrara en la aldea. Para ese momento él ya se había convertido en un catalizador.

—Comprendo, ¿y sabes el motivo del porqué destruyeron su pueblo? —la muchacha hizo una leve pausa—. Tuve mi oportunidad para investigar a los habitantes de Babil tiempo atrás, y sé que ellos no pueden formarse como catalizadores porque ellos están…

—Muertos, lo sé —la castaña cerró los ojos completando la frase—. Sí lo has hecho, seguramente sabes también el porqué.

—Los micrófonos… —murmuró para sí la princesa.

—¿Qué? Pero señorita Léa, usted había dicho que él era un genuino catalizador —Zaid, confundido, interrumpió impresionado por las noticias que venían de ambas partes; no solo por enterarse de que ese chico estaba muerto, sino que también de que no era lo que parecía.

—Veras, Zaid, esa clase de objetos son creados por los demonios de Astair. Ese micrófono te convierte en un catalizador a un alto precio, además, son cuidados por pequeños y poco conocidos pueblos, pues son muy peligrosos —le explicó su alteza—. De esa manera se aseguran de que no caigan en malas manos tan fácilmente.

—Sí, esos aparatos quitan el alma de su portador, quien luego es obligado a tener ese micrófono consigo todo el tiempo, porque si no, no podría subsistir sin éste —le mencionó Natalla.

—¿Eso a pesar de que esté muerto? —levantó una ceja sin entender aún el zorro.

—Un cuerpo no necesita vida para moverse, Zaid, porque posee un alma. Pero sin ésta, está condenado a morir definitivamente —le aclaró al otro su compañera.




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