¿Qué tanto le costará a nuestra raza aprender de sus errores? Si bien, tenemos la capacidad para resolver ramajes con innumerables problemas, entonces… ¿por qué siempre tendemos a repetir éstos? El misterio tiene algo ver con la sensibilidad del ser, es decir, hace falta sufrir para adquirir una experiencia, lo cual lo hace un intercambio equivalente y justo. Sin embargo, ¿es realmente esto una ley que debemos sí o sí respetar? ¿Quién nos manda a sufrir? ¿Quién es ese todo que nos comanda? Realmente no podemos decirlo, pero si lo tenemos en cuenta en nuestros pensamientos, es nuestro deber declarar que hay un destino, y que sin dudas también existe para nuestros héroes, por lo que nos movemos hacia la bondad de Léa, quien demostraba su responsabilidad con su reino, y principalmente, con el mundo. De este modo, podemos decir que la justicia que habitaba en el interior de la princesa, era tan potente, que ahora la había motivado a llevar a cabo un nuevo objetivo, el cual era, no solo salvar al mundo que conocían, sino que también atraer una paz eterna. Aun así, ¿acaso no era esa idea muy prepotente? ¿Acaso no se convertía en algo tan ambicioso que podría hacer dudar a cualquiera? Quizás sí, pero no a Léa Milenios, la guerrera del sol. Después de que la futura reina llegara a esas conclusiones, obviamente empezó una costumbre que ya tenía bien arraigada, y que, por obvias razones, no podían oponerse sus compañeros; atrapados entre la mancillada aldea, con sus respectivos y aniquilados habitantes, que por supuesto, estaban aún en vida, se atrevieron a dividirse aún con el temor latente de tener la mala suerte de ser separados otra vez y, para desgracia de muchos, o fortuna de otros, la repartición de grupos resultó en algo inusual, pues, se valieron de unos palillos de colores para armarlos, de este modo los conjuntos se vieron constituidos de la siguiente manera luego del juego: Léa se quedó con Zaid, Alik con Diamant, e Iris permaneció en soledad.
—Aquí hay algo malo con los grupos… —hizo saber el de los mechones dorados.
—¿Qué problema te aqueja esta vez, amigo mío? —preguntó Zaid con modestia.
—¡Me molesta el hecho de que siempre te toca estar con Léa! —aseveró Alik. Cosas del destino o por influencia de otro ser, Alik nunca, hasta ahora, ha tenido la mínima oportunidad de compartir momentos con la mujer que decía amar, por lo tanto, ¿quién le estaba negando esa oportunidad?
—Vamos Alik, no es como si yo quisiera estar a solas con él —declaró la cabecilla de los aventureros.
—¡Pues entonces déjame ir contigo! —le rogó el guaperas.
—¿Pero… y qué pasará conmigo nya? —preguntó la gata gauchesca.
—No pasa nada, Zaid es muy responsable, y también fuerte —le informó la rubia a la de cabellos azabache.
—Sin embargo, aunque eso fuera cierto, me gustaría ir con la princesa Iris; ella es la única que se quedará sola, y no veo que se queje por ello —después de decir esto el zorro, le dedicó una mirada acusadora a su amo, quien no había dudado a la hora de quejarse.
—¡No me mires así! —le reprochó Alik cruzado de brazos.
—Déjalo Zaid, yo estaré bien, sea con o sin compañía, además, simplemente hay que salir a averiguar cuál es la situación que incordia a este pueblo —mencionó Iris.
—¡Pero no es justo, yo quería ir con Alik nya! —renegó la gata.
—¡Ya basta, los grupos ya están definidos, y no se hablará más! —sentenció la futura reina con mal humor, pues ya estaba cansada de tanta disputa. Al final, Léa quedó con Alik, y Diamant con Zaid, e Iris, simplemente se mantuvo como estaba; ahora era necesario dispersarse para poder así averiguar lo que necesitaban saber, por lo que luego de realizar aquella acción, cada quien tuvo la oportunidad de entablar una conversación con algunas de las almas allí establecidas, y en primera instancia, se encontraban Léa y Alik.
—Así que… ¿esta es la primera vez que ve a alguien tan bello como yo? —preguntó el pelinegro, quien acompañaba a su alteza, y que seguidamente, apoyó una mano sobre su pecho en un gesto soberbio.
—Sí, muchacho. ¡No había presenciado tanta belleza antes en mi vida! —declaró una anciana a la que interrogaban.
—Señora, no estábamos hablando de eso… —le hizo saber la rubia a la mujer mayor con algo de pesadez. Si bien, a Léa no le molestaba hacer pareja con Alik para hacer ciertas investigaciones, lo molesto del asunto estaba en su egocentrismo.
—Oh, lo lamento, es cierto que estaban preguntando sobre lo que había pasado en este pueblo… —ambos asintieron a su respuesta, y esperaron pacientes a que ella les relatara lo ocurrido—. Esto pasó hace cinco años… —por otro lado, la misma historia era repetida para con Zaid y Diamant, quienes estaban hablando con unos niños que cuyas ropas eran harapos.
—Ustedes se han atrevido a ingresar en la boca del lobo —declaró uno de los chiquillos, utilizando una de las frases más populares de la lengua antigua.
—Eso es lo de menos… —declaró otro—. La verdad es que todo comenzó cuando nuestros guerreros, quienes se atrevían a domar a los dragones más feroces de la comarca, fueron desapareciendo uno por uno, lo cual hizo que de a poco, con el tiempo, este lugar fuera castigado por una de las más temibles criaturas.
—¡El feroz Gaikoz! —interrumpió el primero levantando sus brazos con emoción y a la vez con un horror reflejando en los ojos.
—¡Ese mismo! —señaló a el segundo muchacho.
—¡A mí no me dan miedo los dragones, nya! —mencionó con arrogancia la gata mientras se llevaba sus garras a la cintura y se enderezaba.
—No se trata de temerles o no, Diamant, son seres peligrosos —aclaró Zaid a su compañera lo obvio.
—¿Ustedes quieren ayudarnos? —preguntó haciendo un puchero uno de los críos.
—¡Sí, nya! ¡Haremos todo lo que esté a nuestra mano nya! —la gata sacó su guitarra y tocó apenas unas notas animadas para darles esperanza y alegría a los chicos. Sin embargo, el zorro detuvo a su compañera porque creía que los niños tenían más información para ellos.