Muchas veces las sombras pueden ocultar hasta los más feroces seres, pero en lugar de esconder a aquellas desalmadas criaturas, habían optado por formar una alianza con nuestros protagonistas, y el gobernante de Kimail, Seiran. Escurridizos como los ratones, se trasladaron surcando por unos pastizales que estaban detrás de su propia ciudad, en donde a las pocas horas de caída las tinieblas, lograron discernir una iglesia en mal estado justo en el centro del campo.
—¿Qué es ese lugar nya? —señaló la gata Persia al levantar sus orejas.
—Es la iglesia angelina. Alguna vez fue utilizada para ocultar a los antiguos creadores de este mundo, quienes fueron perseguidos debido a su ideal de paz por el hermano de Sir Syrkei —informó Seiran, e inmediatamente se detuvo frente a sus antiguas puertas, bajando así también a Alik de su espalda.
—¿Y qué se supone que haremos aquí? —indagó al respecto el catalizador. Mientras tanto, Diamant dejaba a Iris en el suelo.
—Será nuestra entrada al palacio de Sundae —afirmó posando una mano sobre la vieja madera, la cual rechinó al ser empujada, para así ser finalmente abierta—. Debajo de esta iglesia hay unas catacumbas que están conectadas con la ciudad. Es nuestra alternativa.
—¿No pudieron haber sido algo como los pasajes secretos de Serdonía? —mencionó con incomodidad su alteza, quien no estaba muy a gusto con la idea.
—Dicen que en las catacumbas hay muchos fantasmas, nya —canturreó Diamant mientras miraba de reojo a la princesa, quien se ponía pálida por el dato, y que cuya reacción le producía diversión a la gata gauchesca.
—Nosotros podemos darles un empujón al reino de las sombras para que puedan comprobarlo —informó una voz ajena a ellos, y que les hizo girarse a todos a su dirección.
Un grupo de hombres con ojos evidentemente rojos, y sonriendo de una forma escalofriante, los estaban mirando. Aunque se limitaban a observarlos, ese accionar duró poco debido a la tensión, como al grito que soltó Seiran posteriormente.
—¡Adentro de la iglesia! —como si fueran cohetes, el grupo de Léa Milenios ingresó a la decadente edificación sin siquiera meditarlo.
En lo que se daba la huida de nuestros héroes, los licántropos perseguidores, empezaron con su transformación. A las afueras del edificio, los gruñidos como el sonido de las vestiduras siendo desgarradas, se hicieron presentes.
—¡Qué hacemos, ahora estamos atrapados! —gritó Alik evidentemente histérico.
—¡No del todo! ¡Ustedes vayan por ahí! —señaló con un movimiento de cabeza, una manija de acero que sobresalía del piso en lo que sostenía la gran entrada con ambas manos. Su idea, era mantener afuera a las bestias con su sobrenatural fuerza—. ¡Yo los detendré!
—¡Estás loco, no podrás contra tantos tú solo! —exclamó la princesa, pero el vampiro sonrió dejando destellar sus ojos en un precioso carmesí.
—No subestimes al rey de Kimail —dijo con gran confianza—. ¡Ahora vayan! ¡Vamos, vamos, VAMOS! ¡Muévanse!
Un golpe estruendoso se discernió de repente, y éste tenía que ver con la gran puerta. Algunas astillas de madera volaron a los alrededores de Seiran, aunque de igual forma lo hicieron unos cuantos de sus trozos, pues del otro lado, aquellas criaturas salvajes deseaban importunarlos a toda costa. Aun con semejantes arremetidas por parte de los adoradores de la luna, el gobernante de Kimail mantenía el portal de la iglesia en su lugar con gran valor y ferocidad. Impresionados por el tremendo poder de ese vampiro, el cual se esforzaba por darles tiempo, Léa, la heredera al trono de Shion, tomó también aliento para seguir con su aterradora misión.
—¡Síganme! —declaró la guerrera, y todos los demás asintieron, para luego ingresar a las catacumbas sin oponerse, derramando así toda su confianza en el gobernante vampírico.
Nuestros jóvenes valientes, una vez ingresaron al lugar, Léa hizo la invocación de su báculo, el cual, al desprender una llama como es natural en éste, les iluminaba gratamente el camino, el cual se encontraba decorado de toda clase de esqueletos y calaveras.
—Qué lugar más tenebroso —dijo con la cara azul la rubia.
—Pero no tenemos de otra más que avanzar. De nuestra valentía depende Zaid —afirmó Iris estando detrás de ella. No obstante, Diamant se dio cuenta de que no poseían un guía, por eso dijo lo siguiente.
—Sin embargo, yo no puedo localizarlo nya, y este lugar se ve como un laberinto nya. ¿Cómo haremos para no perdernos nya? —le preguntó a su majestad.
—Tienes razón… para colmo ni Alik ni Iris tienen esa habilidad —respondió ella y se quedó planeando cuál sería su mejor estrategia, y entonces chasqueó los dedos—. ¡Eso es! Bueno… no del todo —expresó con nerviosismo.
—¿Qué se te ha ocurrido princesa Léa? —se dirigió Alik a ella.
—Quizás… existe la posibilidad de que un fantasma nos ayude, pero no estoy del todo segura, y más en este tipo de sitios —aclaró ella bajando la voz, pues, sus alrededores no le inspiraban confianza.