A veces el hambre puede llegar a dispersar nuestras mentes de tal modo, que no deja que nos centremos en lo que es verdaderamente importante, por esa razón, nuestros aventureros apenas traspasaron la cascada, no sólo prestaron atención a la brisa cálida que golpeaba sus rostros, sino que también, mostraron especial interés, a los diversos aromas que se encontraban dispersos. Mezclados con el salvaje viento, sobresalían las flores y los suculentos platillos que se vendían en la zona, tanto por parte de sirenas como por unicornianos. Ambas especies, se dedicaban especialmente a hacer todo tipo de paellas, y las mismas, despertaban las ansias de devorarlas.
—¡Quiero probar eso Léa nya, eso y eso también nya! ¡Ahh, hay tanto para degustar nya! —Diamant saltaba de alegría de puesto en puesto, y no le daba el más mínimo crédito, al resto de cosas que la rodeaban.
—Este lugar parece que se dedica mucho a la gastronomía, y también… ¿a los parques temáticos? —dijo con cierta duda Alik, ya que señaló con uno de sus dedos, los tubos transparentes por los que se movilizaban algunas sirenas, y que en su mayoría, venían con un pequeño espacio de aire para que los mismos unicornios humanoides, se trasladaran también por los dichosos.
La estructura de ese pueblo, estaba realmente pensada para ambas especies, ya que no solamente se destacaban aquellas ramificaciones, sino que de igual forma, se componían de una madera húmeda que parecía estar bañada en almíbar, y a su vez, en el resto del paisaje, la fauna se esparcía con una bella y colorida vegetación, la cual les brindaba el alimento, como los componentes necesarios para la subsistencia de aquellas místicas criaturas.
—¿Qué estás diciendo Alik?, no es esa clase de sitio, nada más está hecho de esta manera para facilitar el traslado de las sirenas por los alrededores del pueblo —aclaró Iris.
—Otra vez parece que alguien hizo su tarea nya —canturreó Diamant regresando con su grupo.
—¿Y yo qué sé? —el catalizador se expresó de mala gana sin darle mucha importancia al asunto.
—Chicos, ¿acaso ustedes no han notado lo que yo? —preguntó Léa levantando una ceja.
—¿A qué te refieres? —la interrogó el guaperas del grupo.
—Yo tampoco entiendo nya —mencionó Diamant asomándose del lado de Alik.
—Yo no veo nada fuera de lugar —notificó Iris deteniéndose a observar el sitio.
—¡Exacto! Es el primer pueblo al que vamos que no ha ocurrido nada malo —informó Léa llevándose las manos a la cintura con orgullo.
—¿Acaso estás llamando a la desgracia? —dijo Alik suspirando.
—No creo que debamos mencionar eso ahora, por eso… ¿por qué no mejor vamos a comer? —aconsejó Iris desviándose descaradamente del tema.
—¡Sí, a comer nya, a comer! —saltó varias veces la gata gauchesca, y señaló un puesto que al parecer le había gustado—. ¡Ese lugar se ve de muerte nya! —dijo alegremente.
—Suena bien —respondió Léa, quien se acercó de primera cuenta.
—Sí, mejor vamos antes de que siga gritando como una niña malcriada —declaró el pelinegro llevándose las manos detrás de su cabeza.
—¡No soy una niña nya!, bueno… quizás un poco… ¡pero sólo un poco nya! —le sacó la lengua a Alik.
—Que gata tan molesta —refunfuño él para sí.
—Vamos Alik, se menos cascarrabias y disfruta aunque sea un rato —le mencionó la princesa—. Quizás más tarde tengas tiempo para pasar un rato con Iris a solas —canturreó divertida.
—No empieces —dijo avergonzado.
—Alik… e Iris —susurró un ser ajeno a ellos, quien sintió un dolor fuerte en el pecho, el cual fue acompañado de una serie de recuerdos fugaces que tenían que ver con el último momento vivido con su antiguo grupo. En ese instante no pudo evitar llevarse una mano al torso, y estrujar con fuerza sus vestiduras, pues lo que percibía lo superaba, y ni que decir de nuestros héroes, los cuales tomaron distancia sin saber que eran cazados por alguien a quien aún nombraban como su compañero.
—Parece que sufres —escuchó de repente a sus espaldas.
—¡Ah! —sobre exaltado, Zaid giró a la dirección de aquella voz, y vio que se trataba de Belfry; el lobo de agua—. Vaya susto —soltó un suspiro, y el que alguna vez fue rubio, se relajó un poco—. ¿Qué se supone que estás haciendo aquí? ¿No me habían confiado esta misión a mí?
—Claro que sí, pero también necesito de tu poder para que nos encarguemos de algo que me ha pedido su alteza —aquel anuncio, hizo que el zorro frunciera el ceño, pero no pudo negarse a acompañarlo para hacer la encomienda.
—Bien, vamos.
Desapareciendo como las sombras lo hacen cuando el sol está en su máximo punto, ambos vasallos se retiraron, y dejaron a nuestros héroes a sus anchas, por lo menos, por ahora. Trasladándose de un pueblo a otro igualmente novedoso, la pareja antes mencionada, llegó otras tierras, las cuales tenían que ver con las salamandras. Un lugar desértico, de amplias rocas, y que cuyo magma brotaba desde sus entrañas, tenía a sus habitantes guarecidos en el suelo, pues las salamandras requerían calor para subsistir, de ahí que por lo general, siempre se las encuentre bajo tierra.