El inicio del verano a veces es abrumador, y en otras ocasiones, opta por llenarnos de expectativas, pues éste, sin saberlo, puede traernos una acalorada sorpresa. Sin embargo, no estamos hablando del cambio de temporada, sino que de la llegada de las salamandras de fuego al pueblo de Acutis. Las antes mencionadas, hicieron resaltar su presencia gracias a unas impresionantes bolas de fuego, las cuales brincaron sobre los tejados de algunas chozas. En medio del caos, las valkirias no se acobardaron, y actuaron con total valentía, acudiendo así al rescate de los habitantes de esa región.
—¡Está lloviendo fuego nya! —gritó Diamant mientras se cubría las orejas con ambas manos.
—¡Síganme! —ordenó Léa a sus compañeros, y Alik tomó tanto a la gata Persia como a su novia de las solapas, para luego arrastrarlas consigo en lo que seguía a la princesa, hasta que ella se guareció rápidamente detrás de una de las casas para observar la situación.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó el morocho de mechones dorados una vez refugiado con las chicas.
—Obviamente no podremos ir a ver al rey Meos con todo lo que está pasando —mencionó Iris, quien miró luego a su amado.
—Hasta ahora no habíamos vivido algo como esto —hizo saber Léa con seriedad.
—¿Será que las salamandras tienen algo que ver con el tema de los micrófonos? —preguntó la más baja.
—No, pongan mayor atención chicos, ya que en sus rostros se ve la desesperación —señaló la princesa, y fue en ese momento en el que escucharon un comentario provenir de una de las salamandras, la cual intentaba ingresar al pueblo.
—¡A un lado! ¡Tenemos que movernos a un territorio más cálido o moriremos! —declaró una.
—¡Sí, muévanse! —gruñó otra con molestia, y con los mismos aires de querer incendiarlo todo.
—Algo pasó en sus territorios que les hizo bajar de las montañas —comprendió Léa.
—¡Entonces hay que ir a resolverlo ahora mismo nya! —dijo con decisión la gata gauchesca.
—Bien, entonces haremos lo siguiente. Escucha atentamente Diamant —Léa le indicó a su compañera, que debería quedarse en la aldea, y así ayudar a los pueblerinos—. Protégelos, y convence a las valkirias para que mantengan la paz, pero deberás hacer que también apuesten por proteger a las salamandras hasta que nosotros volvamos con nuevas noticias.
—¡Entendido nya! —hizo un saludo militar y salió corriendo hacia las criaturas que se encontraban en disputa; aunque ella no poseía demasiada confianza en sí misma ante la importante encomienda, haría lo posible para darles tiempo a sus amigos de llevar a cabo tal heroica tarea.
—Es hora de movernos chicos, ya descansaremos en otro momento —aseguró la de cabellos como el sol, y ambos catalizadores asintieron ante su orden, por lo que muy pronto se encontraron saliendo a las corridas del pueblo de Acutis.
Mientras tanto, un pelinegro se encontraba nuevamente observando cada uno de sus movimientos, especialmente el de la princesa y sus dos catalizadores. Inconscientes de semejante acecho, los tres protagonistas, se acercaron poco a poco a las tierras de las salamandras de fuego. Alrededor de pasados unos quince minutos, empezaron a arribar sobre el congelado e infértil suelo, llegando también ambos compañeros de la futura reina, a sentirse un poco descompuestos por el simple hecho de estar ahí.
—No me estoy sintiendo muy bien, princesa Léa —notificó Alik, quien se agarraba con una mano el pecho.
—¿Tú también?, pensé que era yo la única de los tres en sentirse así —la cara de Iris comenzaba a tornarse algo pálida.
—¿Qué ocurre chicos? —preguntó Léa frenándose de golpe para poder revisar a los dos; en verdad no los veía muy bien—. Se ven enfermos, pero así no estaban ustedes cuando salimos de Acutis. Esto es muy extraño —ella se giró un momento hacia el pueblo de Segmun, el hogar de las salamandras—. ¿Será que hay algo diferente en estas tierras que no hemos visto antes?
En lo que la rubia terminaba de decir aquello, escuchó un par de objetos caer pesadamente a sus pies, cosa que la hizo girarse bruscamente, y ahí fue cuando se dio cuenta de que tanto Iris como Alik se habían desmayado. Desesperada por el reciente descubrimiento, se inclinó sobre sus cuerpos e intentó reanimarlos.
—¡Iris, despierta, despierta! —ella la había tomado entre sus brazos y la agitaba levemente probando suerte, pero sus esfuerzos por hacerle recobrar el conocimiento fueron realmente inútiles—. ¡Por qué no despierta! ¡Alik! —se inclinó también sobre el morocho, intentando hacer las mismas maniobras, no obstante, fue recompensada con el silencio del otro—. ¡No entiendo qué está pasando!
—Quizás yo sí sepa algo.
Desde un lugar desconocido, nuestro zorro emergió apareciendo justo al frente de su alteza, quien abrió los ojos inmensamente ante su presencia. La oportuna llegada del muchacho, hizo pensar a la chica que él tenía algo que ver en todo esto, por lo que sin dudarlo, se puso de pie y lo encaró fervientemente.