Todo ser humano está recubierto por una clase de instinto que pueden llevarlo a lo correcto o incorrecto, así que… ¿hay que hacer caso de esta noble superstición que poseemos?, ¿o simplemente debemos guardar las ansias y contemplar las consecuencias de no hacerles el mínimo caso? Sin embargo, hay una inequívoca verdad, y es que la decisión que tomemos, nos brindará una senda para recorrer, es por eso, que apoyada con esta ideología, la princesa Léa Milenios, decide que lo mejor es dejar en manos de Meos el destino de los dos pueblos como el de sus dos catalizadores.
Entusiastas como siempre fueron, las dos compañeras de viaje, junto a Kaki, la líder de las valkirias, se internaron sin vacilaciones dentro de la biblioteca de su especie. Adentro del dichoso edificio, se esparcía como el polvo el misterio. Sus inmensas estanterías, extrañas por sí mismas, se destacaban por estar inmaculadamente vacías. A pesar de que debían encontrarse con las miradas de los libros, éstos no mostraban signos de su solemne existencia, y es más, su ausencia se sumaba a la extrema falta de cuidados en el sitio. Estos sobrenaturales pormenores, levantaban ciertas sospechas sobre su alteza hacia su nueva amistad.
—¿Por qué este lugar está en tan mal estado? —se atrevió a soltar la rubia.
—Este municipio tiene como finalidad realizar viajes entre Acutis y el reino de las hadas, es por ello, que no tiene otro uso. Al comienzo se pensó en darle una cierta actividad al respecto, pero después de los incidentes que escuchamos recientemente (destacando principalmente las noticias de su pedido de captura) decidimos que era mejor no permitir el acceso al público —declaró la valkiria.
—¿Nya? ¿Entonces por qué nos dejaron entrar nya? —dijo Diamant inclinando su cabeza con confusión.
—Es porque nosotras las valkirias sabemos que la finalidad de la princesa de Shion, no es traer calamidades a nuestro mundo, sino que salvarlo —mencionó la mujer.
—Si es así, ¿entonces por qué no quitaron los carteles que están el pueblo? —preguntó su alteza.
—Es para evitar conflictos. Sabemos que no somos suficiente protección para este pueblo, y antes de hacer la guerra, preferimos aceptar ciertos acuerdos, como el de colocar esos anuncios —aclaró ella.
—Comprendo —mencionó la princesa, quien entendió el por qué preferían plantar dudas en la gente, antes que correr el riesgo de perder vidas inocentes por su culpa—. Muy bien, sigamos nuestro camino. Ahora que estamos aquí, ¿qué debemos hacer?
—Por aquí —les pidió con amabilidad aquel ser mitológico.
Traspasando unas gruesas cortinas de color rojo, nuestras tres aventureras caminaron por un penumbroso pasillo que atraía la inquietud de las allí presentes, pero aun así, las tres caminaban con valor hacia el fondo del corredor, en el cual, una puerta rodeada de unas raíces, sujetaban a la misma con tal empeño, que parecían ser imposibles de remover a simple vista.
—¿Podremos pasar por aquí? —interrogó su alteza, y Kaki asintió.
Buscando entre sus ropas tan reveladoras, de entre su escote sacó un cristal brillante y tan claro como la misma agua, el cual acercó hacia la vegetación que les impedía el paso. Apenas bastó un roce entre el objeto con las plantas, para que éstas comenzaran a retroceder, y liberaran el portal.
—Ya podemos pasar —dijo con una ligera sonrisa la muchacha, y abrió enseguida la puerta para su majestad.
Una gran luz cegó temporalmente a las chicas, pero casi al instante, pudieron notar como el paisaje pasaba a ser otro. De un lugar aterrador, pasaron a un sitio completamente soleado, e invadido por diferentes tipos de hadas, las cuales se sorprendieron al ver a los visitantes.
—¡Ah! ¡Están aquí! —gritó una de las que volaban.
—¡Iré a avisarle al rey Meos! —pero apenas ésta se dio la vuelta, chocó con el torso de alguien muy alto—. ¡Auch!
—No va a ser necesario —mencionó el hombre con el que se había topado.
—¡Es Meos! —gritó tanto la princesa como las hadas, y ante esta impresión por parte de la heredera, el rey no pudo evitar reír amablemente.
—Oh, por favor, no debería estar tan impresionada —declaró ese ser tan apuesto, quien no dudó en acercarse así como su alteza.
—Para mí es un honor conocerle, y también debo agradecerle lo que hizo por mis catalizadores —indicó la princesa al bajar su cabeza.
—¡Oh! No deberías agradecerme, después de todo, yo estoy lo estoy mucho más con ustedes —él dio una pequeña mirada a la chica que poseía los cabellos del sol, y notó a sus compañeros caídos, los cuales llevaba aún sobre sus hombros—. Veo que ha pasado algo de vital importancia que tiene que ver con sus catalizadores.
—Sí, pero no sólo eso, sino también que tiene que ver con los pueblos de Acutis y Segmug. No he podido curar a este último, y temo que pase lo mismo con Alik e Iris —avisó rápidamente con sus palabras, a lo que Meos levantó la mano en señal de alto.