Hay que tener en cuenta que la vida no es sencilla para nadie, especialmente para gente como nuestros aventureros, quienes deben pasar por miles de calamidades, antes de dar con sus objetivos. Sin embargo, la cuestión era simple, y más cuando el propio corazón de la heredera de Shion, latía al son de una melodía nunca antes vista, logrando así, que la corona que guardaba en su interior algunos restos de la Nota Vanguardista resonara con el báculo de Sir Syrkei.
—¡Qué está pasando nya! ¡No puedo ver nya! —gritó Diamant cubriendo sus ojos con ambas manos por la potente luz.
—¡Es muy intenso! —gritó Kaki, la líder de las valkirias.
—¡Esto es… estamos presenciando un milagro! —aseguró Meos con total convicción.
—¿Milagro? —repitió Léa, quien vio cómo su dije se desligaba de ella, y entonces en pleno aire, se transformó. Sin la necesidad de una invocación previa, el báculo se había autoconvocado misteriosamente, pero además, de forma inesperada, una música ancestral se hizo vigente, y acompañada de ésta, el arma empezó a tomar una nueva apariencia. Su alargada forma se hizo aún más notoria, pero el lugar donde se suponía que debería de estar la cabeza del báculo, fue remplazado por una empuñadura de espada, en la cual se veían dos alas de dragón de color añil extenderse majestuosamente. Por otro lado, el resto de la vara se transformó en una filosa hoja, y que en cuyo reverso, se veía extenderse una maravillosa cantidad de escamas de dragón. La nueva herramienta de combate descendió con solemnidad frente a la princesa, y de repente, una voz salió de la misma espada.
—Léa Milenios, futura reina del reino de Shion, aquella también que es conocida por su inquebrantable espíritu, y que ha logrado hacerse con uno de mis más grandes regalos hacia la humanidad, me dirijo hoy a ti desde una de mis creaciones para felicitarte este logro —apenas Meos escuchó la voz proveniente de éste objeto, pidió el mayor respeto, y que todos se arrodillaran ante ella.
—¡Inclínense, pues estamos ante la voz de nuestro poderoso Dios! —aseguró el rey hada, por lo que bien impactados, y sin dudarlo, todos incluyendo Léa, hicieron lo pedido ante la nueva forma del báculo.
—Como dije momentos atrás, he venido a felicitarte por esta magnífica hazaña. No todos los herederos de tu linaje, han tenido la suficiente capacidad como para convertir un arma ajena en algo propio —la espada seguía flotando a unos metros del suelo mientras se escuchaba la voz provenir de ésta en eco.
—¿Propia? —mencionó con confusión su alteza.
—Así es. El báculo ya no es mío, por lo que te concedo este nuevo poder —el arma se acercó a ella y se dejó poseer—. De ahora en adelante, tendrás que darle un nombre, e integrarle una nueva invocación para que así responda a tu llamado. Sé sabía en tu decisión, sin más que decir, te deseo mucha suerte en tu misión —el objeto dejó de brillar e inmediatamente depositó todo su peso entre las manos de la chica. Aún con la sorpresa a flor de piel, todos volvieron a ponerse de pie, pero en última instancia lo hizo la princesa.
—¿Cómo es que yo…? —fue interrumpida por Meos.
—Felicidades, su alteza, ahora podrá enfrentarse a aquello que no ha podido hoy —le comunicó.
—¿Eso quiere decir que podré purificar las tierras dañadas ahora? —preguntó.
—Así es —aseguró—. El Dios Syrkei, le ha entregado ese poder, ahora nada podrá interponerse en su camino.
—¡Qué bien Léa nya! —dijo felizmente Diamant.
—Felicidades su alteza —mencionó Kaki.
—Sí, pero aún no lo entiendo —negó con su cabeza.
—Su valor, y amor por su misión, es lo que ha hecho que el báculo de Sir Syrkei reaccionara con las coronas y le facilitara este gran cambio, lo que significa, que se ha hecho con el derecho total del arma, así que ahora es suya —declaró Meos.
—Así que fue por eso —dijo con una suave sonrisa, y luego miró a sus catalizadores durmientes—. Antes de hacer cualquier cosa, debo salvarlos —dejando la espada a un lado, Léa se inclinó junto sus amigos, y procedió a ponerle los collares que el rey hada le había ofrecido. Luego de su colocación, un pequeño brillo azul se dejó ver alrededor de los dijes, y entonces los ojos de ambos catalizadores reaccionaron: en primer lugar se apretaron, pero más tarde, terminaron por abrirse.
—¡Han reaccionado nya! —Diamant empezó a saltar en su lugar debido a aquel milagro.
—¡Alik, Iris! —una gran sonrisa se extendió por el rostro de Léa, además, unas lágrimas la acompañaron en su felicidad.
—¿Qué pasó? Tuve un sueño muy extraño —declaró Iris mientras se sentaba—. ¿Léa, por qué estás llorando? —le preguntó preocupada.