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Capítulo 67: "♫Tus palabras♫"

Está científicamente comprobado que la bebida da un descanso momentáneo a nuestro cuerpo del estrés, sin embargo, en grandes cantidades puede llevarnos a unos resultados catastróficos, así que… digamos que este elemento es el peor consejero a la hora de apagar nuestras penas. No obstante, para los seres humanos, las amistades también forman parte de nuestra fortaleza, y esto podía entenderlo bien Melba, quien ahora estaba siendo apoyado por su tripulación.

—Mejor vamos al hotel capitán, así logrará descansar —pero ante el consejo, el pirata Melba se echó a llorar de nuevo, montándose una vez más un número que no podía controlar debido a su alto contenido de alcohol en sangre.

—¡Yo no entiendo como es que pudo abandonarme así mi linda Diamant! —mencionó él ignorando lo dicho por su amigo, y otra vez cubriéndose el rostro con ambas manos—. ¡Y pensar que hicimos esa promesa el día del viento! —y ahí iban de nuevo con ese tal mencionado día. ¿Qué significado tenía?

—Otra vez está con eso el capitán —dijo angustiado otro de sus camaradas. Mientras pasaba esto, y escuchaban lloriquear como reír al pobre del enmascarado, la gata gauchesca empezó a sentirse un poco culpable por lo que le hizo.

—Creo que he sido un poco egoísta con él nya —le mencionó a Léa por lo bajo, mientras su expresión se tornaba algo dolida.

—No te preocupes Diamant —su alteza le dio unas cuantas palmaditas en su hombro—. Cuando lo vuelvas a ver, te disculparás con él apropiadamente, y estoy segura que lo entenderá —le dio ánimos a su amiga.

—Gracias por decir eso nya —expresó la gata. Para ese momento ambas se dieron cuenta de que los piratas a los que seguían, ahora se removían de sus asientos para retirarse del sitio.

—¡Ahí van! —advirtió Léa, quien se escondió con su amiga, y muy pronto vieron pasar a los chicos.

—Sigamoslos nya —la rubia asintió y fueron detrás de los muchachos, mientras tanto, nuestros dos catalizadores estaban de regreso, pero al no encontrar a su líder en el lugar acordado, tuvieron que dirigirse al lugar en donde habían encallado la nave.

—Ah… no veo a las chicas por ninguna parte —señaló Iris mientras veía el “puerto”, el cual era un banco amplio de nubes adornadas con algunos brillos estelares, lo cual hacía que fuera algo especial mirar el cielo sobre sus cabezas y ver más de estos astros desparramados.

—Es cierto, pero podemos esperar —Alik se sentó en una banca que estaba cerca de ellos e invitó a su novia a hacer lo mismo. Iris lo miró unos segundos y luego se sentó sonriendo a su lado.

Las luces de las farolas que rodeaban la calle empezaron a encenderse una a una, haciendo de ese lugar uno aún más romántico. El guaperas del grupo se echó un poco hacia atrás mirando aquel cielo pintado con dos lunas, y después de un leve silencio, notó como su bella enana se apoyaba sobre su hombro, cosa que no lo incomodó, pero que sí lo hizo avergonzar.

—Y pensar que cuando te conocí creí que eras un tipo muy guapo —al comienzó de la oración Alik se vio un poco más apenado, pero entonces le sobrevino el resto de la frase—, pero también me parecías muy idiota.

—¡Oye! ¡Qué forma de romper el ambiente! —declaró Alik enderezándose molesto, pero con las mejillas aún echando fuego.

—¿Qué? ¡Seguro que tú también hiciste lo mismo! —infló ella sus mejillas.

—Bueno… —miró a otra parte y se rascó su nuca— es verdad. Sin embargo, estoy agradecido con lo que hiciste en aquella ocasión, ya que fuiste la única que creyó en mí —declaró él algo avergonzado.

—¡Oh! ¡Tienes un lado muy tierno Alik! —dijo felizmente Iris.

—¡Ca…Cállate! ¡No necesitas describirme de esa manera! —y ella se rió al ver cómo se prendía fuego su cabeza por lo dicho.

—¡Eres realmente como un niño! —ella se carcajeó al respecto muy divertida, pero Alik, quien frunció el ceño ofendido por eso, se le acercó y la tomó sorpresivamente del rostro.

—No soy un niño —le dijo mirándola a los ojos—. Puede que seas mayor que yo, pero soy un adulto, y como adulto… puedo permitirme hacer esto —declaró casi en un susurro. No tardó mucho para que la más baja empezara a sentir un cosquilleo que florecía en su corazón, y que luego, le recorrió el resto de su cuerpo; los labios de Alik se sentían muy bien al tacto.

Una tierna melodía se extendió para calentar el ambiente, y en cuanto rompieron el pacto de sus comisuras, un rojo Alik la soltó enseguida y le dijo.

—¡Ves lo que te digo, también puedo hacer ese tipo de cosas! —se llevó el antebrazo sobre los labios.

—¡Eso no fue nada maduro! —le respondió ella imitando su gesto porque su acción la había tomado desprevenida.




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