Las reuniones entre amigos suelen ser muy gratificantes a pesar de que luego se termine hablando de alguna desgracia, y en esta salida no sería la excepción. Antes de que arribara la tormenta, el resto del grupo de Léa Milenios, disfrutaba del desayuno al que habían sido invitados, y en el cual, más tarde se sumaría el mismo capitán con su amada compañera: Diamant Stelar.
—Oigan, ¡ahí regresaron! —avisó Alik al ver entrar a la pareja. Al saberse la noticia, la panda de gente que había amontonada en esa cafetería empezó a festejar desde temprano, pero muy pronto los animosos canticos fueron acallados en cuanto la tan esperada charla se dio, aunque no antes de hacerles saber al resto, que las cosas entre la gata Persia y Melba había vuelto a funcionar como correspondía. Una vez todos estuvieron en sus lugares, Melba fue el que empezó con la tan aclamada conversación.
—Princesa Léa, sé que su misión es muy significativa, pero también, me llaman dos cosas la curiosidad. En primer lugar, no veo a ese chico rubio con ustedes, y en segunda instancia, con lo ya planteado, no sé por qué vinieron a buscarme —avisó el capitán enmascarado.
—Estimado amigo nuestro, voy a contestar ordenadamente tus preguntas ahora mismo —Léa hizo una leve pausa, y empezó a explicarse—. Nuestro compañero, Zaid Vitali, se ha unido en contra de su voluntad con nuestro enemigo. Al principio pensábamos ir a buscarlo, pues no teníamos forma de encontrar la Nota sin su ayuda, pero otro terror ha surgido en medio de ese, y es una guerra.
—¿Una guerra? —la expresión de Melba se endureció por completo—. No te estarás refiriendo a una tercera guerra que involucre al globo, ¿no es así?
—Me temo que así es —afirmó con angustia su alteza.
—Lamento lo de su amigo, y también me doy una idea de lo que planeas hacer —mencionó el peliblanco, quien se llevó una mano a la barbilla pensativo.
—Sé que quizás suene descabellado, pero queremos que consigas aliados para poder enfrentar a Hakim Vitali —Léa fue concisa, pues no quería perder tiempo en esto.
—Así que hablas de los dos zorros principales de la capital de Legizamon… es una tarea peligrosa, pero esto nos involucra a todos —Melba no lo pensó mucho, y creyó que lo indicado sería colaborar en tiempos como estos—. Tienes mi apoyo —extendió su mano y la estrechó con la dueña de los cabellos como el sol.
—¡Muchas gracias! —agradeció Léa, y luego de separar sus manos, sacó de entre su disfraz algo que más tarde le ofreció—. Aquí tienes esto, así podrán creerte cuando pidas ayuda —le entregó el escudo de la familia Milenios.
—Lo entiendo; al parecer piensa en todo princesa —alegó él con una sonrisa mientras tomaba la magnífica pieza.
—Debo hacerlo, el destino del mundo está en mis manos y en las de mis compañeros —sonrió ampliamente.
—¿A dónde debo decirles a las tropas que se reunirán? —preguntó Melba.
—Todo se resolverá en el reino de Shion, pero nuestra pelea principal se llevará a cabo en las montañas de Ismael, así que necesito que me den su apoyo hasta detener a Hakim y a sus secuaces.
—Bien, entonces ya sé qué decir —afirmó. Minutos después, se levantó de la mesa guardando el escudo que Léa le dio para luego hablarle a sus hombres—. ¡No podemos perder tiempo! ¡En marcha! —antes de retirarse, Melba se dirigió a Diamant—. Nos volveremos a ver… Diamant —y allí fue cuando desapareció por la entrada.
Diamant no supo qué decirle a Melba antes de irse, pero tampoco éste le dio tiempo para algo. En cuanto a los demás, Alik salió con una pregunta que sería respondida enseguida.
—¿Qué haremos ahora, princesa? —mencionó el catalizador.
—Debemos regresar al reino de Shion. Sin embargo, nos dirigiremos directamente a las montañas de Ismael para esperar a Hakim —alegó su alteza.
—¡Nya! ¡Esto va a ser aterrador nya! —dijo Diamant volviendo a caer en la cuenta de lo que estaba por suceder.
—¿Pero no nos tomará días llegar hasta allá? —comentó Iris—. Estamos muy lejos.
—Estoy segura que a ellos también les tomará tiempo conseguir aliados, así que no se preocupen —alegó la princesa—. Ahora movámonos.
—¡Sí! —dijeron con decisión al unísono los demás, y emprendieron entonces la marcha de regreso a su patria.
Ahora, dando un paso temporal de al menos una semana: la guerra ya estaba a la vuelta de la esquina, nuestros héroes apenas iban a ingresar a las montañas de Ismael y, mientras tanto, Hakim después de despedir a Belfry, empezó a tener una charla muy seria con Samael a quien llamó minutos después.
—¿Me requería para algo, mi señor? —aquel astuto lobo de cabellos como el fuego, hizo una leve reverencia ante su amo, quien enmudecido, realizó el gesto de entre cerrar su mirada.
—Acabo de decirle a Belfry que se encargara del resto de los preparativos —le anunció a él. Al escuchar su contrario aquello, movió ligeramente las cejas con algo de sorpresa.
—¿A qué se debe eso su alteza? ¿Acaso no iba a ser yo quien se encargara de semejante tarea? —le preguntó con tranquilidad.
—Decidí que era más beneficioso cambiar un poco los planes… especialmente cuando al darle esa orden a Belfry, no me respondió hasta que dije tu nombre —mencionó con una mirada sombría.
—Mi señor… parece que está insinuando que yo le hice algo —anunció con cierta gracia.
—No te hagas el tonto, Samael… ni siquiera está aquí Zero. Parece que tienes algo en mente, así que, deseo que lo plantees ahora mismo —Hakim se puso de pie y confrontó al lobo rebelde, en lo que dejaba escuchar su tono severo. Aquel que decía estar bajo sus órdenes, retrocedió por un momento, y entonces pareció darse cuenta de algo.
—Parece que la oscuridad que puse en usted… está desapareciendo —Samael retrocedió, y miró con una sonrisa aterradora como oscura a su dueño—. ¡Está purificando su interior!
En lo que ese lobo retrocedía, Hakim Vitali avanzaba y mostraba una increíble aura de color azulada mientras sus ojos añiles, brillaban en la misma intensidad de entonación.