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Capítulo 72: "♫Amor y Miseria♫"

La guerra es una de las facetas más decadentes que posee el ser humano, especialmente si tenemos en cuenta que se denomina a sí mismo como tal, sólo porque posee razón. ¿Pero sirve de algo contar con semejante habilidad si muchos la usan para el mal? ¿Acaso es un pecado desear hacer las cosas correctamente? Al parecer, para los que tienen el alma putrefacta, crear un ambiente lleno de armonía y bienestar, era uno de los pecados más grandes, especialmente cuando no estaban bajo el control de alguien deseoso de poder.

Desde la lejanía, a unos muy escasos kilómetros de las montañas de Ismael, se veía pequeños estallidos de luces, los cuales indicaban que la batalla en el reino de Shion estaba en su máximo apogeo, mientras tanto, los sonidos ahogados del fuego cruzado como así también sus gritos, eran apagados por la absurda risa del más terrible villano nunca antes visto por sus tierras. En lo que se desarrollaba ese absurdo espectáculo, los dos catalizadores se susurraron entre ellos estando al tanto de la situación.

—Nuestro poder… —alegó Alik tratando de mantenerse inútilmente de pie.

—Sin nuestro apoyo, Léa no podrá hacerles frente —alegó Iris, quien observó cómo Diamant permanecía en el suelo, y además, ésta ahora comenzaba a convertirse por alguna razón en piedra poco a poco. Sin embargo, la guitarra de la gata gauchesca, estaba brillando de manera solemne.

—Ah… —suspiró gratamente su más fiero enemigo, y entonces dijo al mirar a la gata Persia—. Es curioso ver como una magia extraña está protegiendo a esa muchacha —aseveró notando el encantador como tenue resplandor en su instrumento.

En ese momento, la princesa no dudó en ponerse en medio de la vista de su contrincante, y desafió con sus hermosos ojos cielo, a Samael con inmensa valentía. A pesar de que su situación cantaba una aterradora derrota, ella no estaba dispuesta a ceder ante la gran prueba que tenía delante.

—Tú no sabes cuándo rendirte, princesa fracasada —alegó el pelirrojo con desdén, mientras se acercaba a su alteza.

—Si seguimos así… no nos quedará nada Iris —Alik advirtió por lo bajo con un tono algo desesperado, en lo que ahora dirigía una de sus manos a su pecho para apretar su vestimenta.

—¡Lo sé! ¡Creeme que lo sé! —pero en ese momento, algo inesperado pasó. Los collares que cargaban consigo, empezaron a brillar gracias a los fuertes sentimientos de ambos catalizadores, comenzando a captar la atención de quienes los rodeaban.

Antes de que Samael lograra alcanzar a Léa, enseguida, de la nada comenzó a sonar una zamba que llenaba el ambiente tanto de alegría como de esperanza, para así seguirle un fortuito cambio en las vestiduras de ambos cantantes. Un vestido lleno de colores y de lentejuelas rodeó a la más baja, mientras que el del morocho, su traje cambió de color ocupando los mismos tonos que su compañera. Pero así como había llegado  aquel cambio en su apariencia, un par de pequeños hombresitos se manifestaron flotando en medio del aire.

—¡Yo soy Leo! —canturreó uno.

—¡Y yo soy Luo! —aclaró el otro.

Ambos chiquillos poseían unas orejas puntiagudas, sus cabellos eran de un tono dorado, y sus pequeñas ropas, eran carnavalescas. Su aparición fue completamente fortuita, y por supuesto, las dudas se presentaron a la orden del día.

—¿Qué rayos son estas cosas? —preguntó Alik tocando la mejilla de una de las pequeñas criaturas, la cual se quejó por el tacto de éste.

—¡Aparta! —Leo le corrió la mano.

—¡Somos los gemelos del canto! ¡Más claramente hablando… somos la viva expresión de su cuarta habilidad! —aseguraron en conjunto.

—¿Cuarta habilidad? Eso no es posible… —dijo Samael poniendo una expresión llena incredulidad—. ¡Los catalizadores no suelen llegar tan lejos! —señaló el lobo de fuego exaltado.

—¿Cuarta? —musitó Léa, puesto que tenía entendido que Iris aún no había despertado su tercer talento, por eso es que se quedó notablemente extrañada por tal revelación.

—¡Nosotros les entregaremos el poder que les hace falta para enfrentar a los malos! —aseguró Leo volteando hacia los enemigos de los catalizadores.

—¡Usen esto! —chasqueó Luo sus dedos, y entonces un instrumento apareció para cada uno: a Alik le tocó una flauta, mientras que a Iris una pandereta.

—¿En verdad podremos hacer algo con estas cosas? —preguntó Alik con dudas en lo que observaba el instrumento; era verdad que durante su infancia había logrado dominar el mismo, pero no sabía que esas clases particulares, le servirían hoy en una batalla que implicaba la salvación de su mundo.

—Bueno, si son nuestra cuarta habilidad, no hay mucho más que hacer, así que confiemos en ellos, Alik. Esta es nuestra oportunidad —le mencionó la más baja sonriendo. Por ahora, Iris no pensó mucho en los detalles, y prefirió dejarse llevar por la ocasión.

De una forma increíble, sus contrincantes habían sido lo suficientemente pacientes como para ver la aparición de aquellas diminutas criaturas semejantes a las hadas, pues, su interrupción fue bastante inesperada.

—No importa los trucos que utilicen, no van a poder detenernos —declaró Samael iracundo, e inmediatamente los suyos volvieron a acechar la vida de la princesa, pero sorprendentemente, ambos catalizadores, al hacer sonar sus instrumentos en reacción de su mala acción, crearon un escudo sobre Léa, cosa que les sorprendió hasta a ellos—. ¡Maldita sea! ¡Belfry, haz algo! —le ordenó Samael, y el nombrado asintió.

Aprovechando la humedad del lugar, o más bien, la poca cantidad de agua que había allí, el lobo de hielo, acarició el aire en dirección a los cielos, y fue entonces que centenares de gotas que salieron de debajo de ellos, se transformaron en piezas de cristal, cosa que luego fueron redirigidas a nuestros protagonistas. Ambos catalizadores empezaron a esquivar de aquí para allá como si estuvieran siguiendo el ritmo de la melodía, mientras que Léa (ahora sin el escudo) usó hábilmente su espada para destruir cada fragmento, cosa que hizo poner más colérico aún a Samael, quien no deseó quedarse en su cauce.  Mientras el ataque de aquel mitad ángel era llevado a cabo (sin mucho éxito) el pelirrojo convocó una espada de fuego a su favor, con la cual se enfrentó a su alteza.




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