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Extrañaba la chica que solía ser.

Despertarme tarde, quedarme en mi cama y ver ridiculeces en mi celular. Ser despertada por mi familia, que un desayuno rico y fácil me esperara y comenzar con mi rutina tonta. Ir a la escuela, distraerme con mis amigos, volver de dicha prisión y relajarme en casa. Hacer reír a mi papá, bromear con mi mamá, y jugar con mi hermana. Algo tan ordinario, tan usual de mis viejos días.

Era hasta tonto pensar en lo que eran mis problemas; si una ecuación derivada lograba darme un resultado que no pareciera un número eterno, tener que rogar a mis padres para ir a una fiesta. Sí no me dejaban elegir la película de los viernes cuando pedíamos pizza, ordenar mi cuarto tras gritos de mi mamá. Típicos problemas de una adolescente sin nada por lo cual preocuparse.

Pensar en esa yo era una melancolía constante en el pecho. Porque ya no era ella, porque nunca volvería a ser ella. Ni yo, ni mi hermana, ni mis amigos, ni nadie que conviviera con esa pérdida. Esa etapa había quedado atrás, había crecido fuera de ella con recuerdos y tropiezos que me endurecieron lo suficiente para no volver a serlo.

Una era de mí que se había terminado.

Muchos la habían perdido como yo, con peores experiencias, con una supervivencia que hasta te hacía olvidar quien habíamos sido alguna vez. Inocencias perdidas, lágrimas derramadas por quien nos hubiese gustado ser; un médico jurando salvar vidas, una arquitecta orgullosa de su primer edificio, o un músico tocando su instrumento frente a millones de personas. Sueños y esfuerzos que tuvieron que ser abandonados. Familias dejadas atrás. Todos capítulos de nuestra vida escondidos en un cierre tan fuerte que sabíamos que no podríamos volver a abrir. No tan fácil. Nada lo era.

Podría definir que serían etapas nuestras, pero el término de una era aplicaba mejor para los anómalos. Una era es un periodo de tiempo que se cuenta a partir de un hecho destacado; ¿y que hecho más importante podría haber que la famosísima supernova que arrasó con nuestras vidas? ¿Qué dividió cada ámbito lo suficiente para alejarnos y hacernos dejar todo? ¿Lo que éramos, con lo que convivíamos, nuestras rutinas, nuestros mundos? ¿A nosotros mismos?

La supernova había marcado un enorme antes y un gigantesco después en nuestras vidas, en las de nuestra familia y con quien nos relacionábamos. Nuestras anomalías presentes eran un constante recuerdo de que nada había terminado, que seguíamos transitando esta nueva era nuestra dónde no pertenecíamos a ningún lado, que no había espacio ni lugar al que podríamos llamar hogar, y que teníamos que pelear para sobrevivir en cualquier ambiente en el que nos encontráramos. No vivíamos la era, la sobrevivíamos.

Hasta ese entonces, hasta el momento que el extrañar se volvió un añorar, una nueva necesidad para recuperar lo que alguna vez habíamos sido, o por lo menos lo que valoramos recordar de lo que éramos. Una vida normal, una vida dónde no tendríamos que depender de un entrenamiento o conocimiento básico de cuidado para no terminar bajo un arma. Bajo una amenaza. No, ya era hora de volver a casa. De volver a nosotros mismos.

Había obtenido tanto como lo había perdido, había recuperado y había dejado ir. Sabía y entendía lo que significaba encarar el problema, el defenderme y pelear en lugar de huir y tratar de sobrevivir. Estaba cansada de sobrevivir, estábamos exhaustos de siempre tener que escapar. Ya basta de eso. No quería perder más ni tener que dejar ir. Era una época para que comenzáramos a volver a ganar lo que merecíamos.

Una nueva era para todos los anómalos.

Una nueva era con y para la supernova.

FECHA DE ESTRENO:  1ERO DE ENERO DE 2024