Nova Era

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            —¿Y? —insistió—. ¿No vas a decir nada?

Mis ojos no salieron de Morgan, aun con el papel en mis manos, el recordatorio de un futuro incierto escrito y que, irónicamente habiendo sido borroneado en lápiz, no podía borrarlo. No podía cambiarlo. Apreté el papel, que estaba más cerca de volverse pedazos que una hoja, el material bajo mis manos manteniéndome en mi lugar.

Para cuando bajé la mirada al papel, reconocí otros borrones en él. Marcas en algunas palabras, flechas que iban de lado a lado. Teorías que o Tom o Claire habían tratado de marcar en ella, más interesados en saber el significado de lo que habría estado yo. Honestamente, yo había corrido de querer releerla, ya tenía demasiado en mis hombros en su momento y me había desestabilizado lo suficiente como para saber el poder que tenía en mí.

Con los guantes recién puestos, sabía que mi energía estaba contenida en mí y que el ardor en el pecho no fue por el hematoma. No, era otro tipo de sensación humana que reconocí en tensar de mi espalda, donde el agotamiento de los últimos días estaba consumiéndome por completo.

Pero en ese momento, donde mi hermana daba pasos hacia mí, su cercanía queriendo presionar la verdad fuera de mí, sólo pude suspirar.

—¿Qué quieres que te diga, An? —murmuré, el cansancio en mis hombros y baja voz que hasta sorprendió a mis amigos detrás de ella. Morgan se rio con sarcasmo.

—¿La verdad?

—Nunca te mentí con esto —señalé, recordando el día que la había recibido. Una misión complicada había cansado a mis amigos en lo que yo me retorcía por el dolor y palabras que me predecían. Morgan había pasado esa mañana, cuando Enzo la había traído, y al día siguiente le había comentado de la profecía—. Sabías que Zaf me había predicho sin querer.

Se cruzó de brazos.

—No te hagas la tonta ahora, me dijiste lo justo y necesario en su momento —arrebató la hoja de mis manos, rompiéndola más en el proceso y mirándola—. Pero nunca hablaste de desequilibrio, quiebre o lucha. Nunca mencionaste el hecho de que es más sufrimiento que otra cosa —señaló las palabras destacadas, una irritación en ella que no logró sacar nada más de mí que empatía. Yo había estado en ese lugar meses atrás. Morgan terminó apuntando su dedo a la última frase—. ¿O vamos a pensar que tu pérdida será la ganancia es algo brillante y esperanzador?

Me mantuvo bajo su mirada atacante y desesperada en lo que me acerqué a la mesa del comedor para sentarme y, por puro instinto, dejé caer mi cabeza entre mis brazos. Entre las horas escasas de sueño y culpa que no ayudaban, la charla con el Doc y mis manos siendo cubiertas por el accesorio más odioso de la historia, sentía un desgaste más allá que emocional. Ni mencionar las misiones, los Benignos y Noah; ya ni podía pensar en todo al mismo tiempo sin desarmarme. Era cuestión de tiempo antes que Morgan y yo peleáramos de vuelta, había pensado que después de nuestra tregua en la enfermería tendría más tiempo de paz, que haber cedido brevemente a sus reclamos le daría una bandera blanca, pero no. Vaya a saber de dónde había sacado la hoja con la maldita profecía como para darle con qué discutir.

Contando los segundos necesarios contra la mesa, levanté mi cabeza para mirar a mis amigos. Morgan se había apoyado en la superficie de la mesa, todavía esperando a que le contestara.

—¿Dónde lo encontró? —quise saber y fue Claire la que dio un paso adelante. De reojo, noté a mi hermana abrir la boca para decir algo y sólo levanté un dedo en su dirección. Se calló y Claire aclaró su garganta.

—Estaba limpiando mis cajones. Dejé algunas cosas en la mesa y Morgan se ofreció a ayudarme con lo que fuera basura —contó, señalando los cajones que había sacado a un lado de la mesa—. Traté de que no lo viera-

—Y con más razón lo agarré —escupió Morgan, mirando a Claire—. Sino no me habría enterado jamás de ser por ustedes.

—Porque se los pedí yo —los defendí.

—¿Y te tienen que seguir como esclavos o qué?

Palmeé su mano con fuerza. Los ojos tristes de Claire por poco no me hacen salir de mi silla.

—No tienes por qué ser grosera con ellos, Morgan. Te cuidan y te dan todo su cariño incluso cuando te agarran ataques así. A mí dime lo que quieras, pero a ellos los vas a tratar con la educación y respeto que merecen —gruñí con tal enfado que hasta yo me sorprendí. Morgan pareció recordar su lugar y asintió, murmurando unas disculpas entre dientes. Después me giré hacia Tom—. Y supongo que tú llegaste en el peor momento.

—¿En serio no vas a contestarme-? —mi hermana me interrumpió. Esta vez fue una mirada de costado como aviso y ella se hizo hacia atrás.

—Sigue insistiendo y verás —contesté. Dio un resoplido impaciente, pero no iba a ceder. Se lanzó en la silla más cercana a ella, a un par de las que estaba yo, y volví de vuelta hacia Tom. La iba a hacer esperar hasta días si seguía comportándose así—. ¿Cómo fue?

Tom se encogió de hombros, que estaban tensos y duros, por la posición recta de su espalda lo supuse. No miraba a mi hermana, tenía vergüenza de hasta preguntar qué fue lo que se habían dicho entre sí para que se gritaran de la manera que había escuchado al entrar. Si había alguien que no lo merecía, era la pareja frente a mí.

—Estaba volviendo de una charla con Julia y Enzo, para revisar los archivos que trajimos —apretó su mandíbula, aclarando su garganta para continuar. Fruncí sutilmente las cejas, reconociendo la manera en la cual algo había retenido—. Para cuando volví, Morgan y ella estaban teniendo una discusión. No me gustó la forma de hablarle a Claire y quise detenerla-

—No era de tu incumbencia meterte —refunfuñó Morgan.

—Tampoco la tuya de atacarla así —devolvió Tom antes de que yo le mordiera la mano a mi hermana—. Trató de explicarte que no era su lugar hablarlo y tú empezaste a reclamarle.




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