¡Taylin!
Hiro estalló en mi pecho cuando me cubrió con ella, mi cuerpo siendo atajado por su energía en lo que caía por el aire. Con cuatro pisos de altura, saltar de la ventana fue la decisión más desesperada que había tomado. Dependí absolutamente de Hiro para que me rodeara de ella y evitara más daño del debido. Mi cuerpo golpeó contra uno de los vehículos estacionados, causándole más daño externo que a mí, y yo jadeé contra el golpe al deslizarme. No estaba herida externamente, pero dentro de mí, todo quemaba.
No le hice caso. Me levanté como si nada, arrastrando mis extremidades hasta poder pararme y correr detrás del rastro de energía que percibía como mío. Sentí la mala decisión de haber usado mi anomalía así en el instante, incluso si había evitado perder tiempo bajando por las escaleras, y apreté mis pies contra el asfalto para seguir a lo que llegué a reconocer como la silueta de mi hermana.
Tantos Benignos y gente en las calles me descolocó, recordándome que en lo que ellos seguían de fiesta, no solo mi pueblo estaba por ser atacado, sino mi hermana estaba siendo poseída por su propia anomalía. Y, por la dirección en la que corría, siguiendo su único instinto humano; volver a casa. No podía dejar que llegara de esa manera y desconociendo de lo que era capaz esa faceta suya que... que la había consumido.
Tuve que tomar un atajo para no causar más espanto del que sentía, volviéndome invisible en lo que corría entre las personas, trataba de no chocarlas, y sin dejar de ver el rastro que dejaba la energía de Morgan. De la misma manera que alguna vez la había percibido, como a las demás energías, ahora esta llevaba un tipo de prioridad y conexión distinta. Siempre había sido una sensación más fuerte con ella, nunca lo había pensado como algo extraño, y en ese momento me daba cuenta de que tan tonta había sido de no cuestionarme más. De no preguntar más por qué.
Hiro no había vuelto a decir nada, sólo la sentía, alimentando esa desesperación en mí en lo que me alejaba de la fiesta y comenzaba a correr en dirección de la zona de agricultura, rodeada de árboles, y por fin llegando a escuchar las pisadas que estaban a muchos metros delante de mí.
—¡Morgan! —grité, mi voz tomada, preocupada. No terminaba de asimilar que yo no estaba siguiendo a mi hermana en sí, no a Morgan. Sino a su figura manejada por alguien (algo) más—. ¡Morgan, detente!
Muchas preguntas chocaban las paredes de mi cabeza y ninguna tenía una respuesta que no me señalara con el dedo. Yo no había visto ningún síntoma en ella que fuera obvio hasta que estalló, no había notado nada fuera de lugar que no lo hubiese excusado con su adolescencia. ¿O cómo verlo cuando tantas veces me había dio en misiones? ¿Cuándo mis prioridades habían estado en otro lado y me excusé con que ella estaba bien?
—¡Para! ¡Por favor! —chillé esta vez, la razón alcanzándome, y sintiendo ese peso que ya conocía como culpa comenzar a carcomerme por dentro—. ¡Te lo suplico, para!
Llegamos al muro que habían construido alrededor de Costa Norte. Ella lo traspasó, sin dejar rastro de haber estado por allí. Yo me impulsé con mi anomalía, como un salto gigante por encima, y tropecé, débil y ya cansada, en lo que daba todo de mí para seguirla y tratar de detenerla. Ella no se veía menos cansada que yo; parecía con los mismos síntomas.
—¡Morgan!
No supe que fue lo distinto en mi tono que hizo que me escuchara, sus pasos cortándose, y en lo que se giraba, tuve la tonta ilusión de que había vuelto en sí. Desconocía como funcionaban las mentes de los poseídos, a la única que había visto convertirse en una había sido Aiko y no tuve el tiempo de detenerla. Morgan lo había hecho por mí de la peor manera. Yo no quería hacer lo mismo.
Pero cuando se encendió en su anomalía, me vi obligada —Hiro tomando las riendas de mi por un momento— para protegerme de su primer puñetazo cuando lo lanzó. Deslicé por la tierra, mis rodillas ardiendo por el ripio, y mis brazos surgieron hacia adelante para cubrirme de vuelta. Morgan daba puñetazo tras puñetazo que me dolía; tanto en el corazón, como la energía que me consumía tratar de defenderme.
Lejos de los demás, con la música todavía alta, y alejadas del todo, me defendí como pude de sus feroces ataques. No solo Anna la había entrenado para atacar como a mí defenderme, por lo que claramente sabía que yo estaba durando en pie por tanto tiempo, sino que el saber el ataque y defensa de la otra era atentar y proteger las zonas por las cuales la otra iría. Pero también me trataba de recordar, en mi desesperación e ignorancia, que quién manejaba la mente de mi hermana no estaba siendo solo ella.
Tay, espera... ella—
A lo lejos, los sentí a los demás. Energías queriéndose hacer paso por el muro y no teniendo nuestra virtud. El movimiento de raíces cerca nuestro me dejó en claro que estarían más cerca, y mi mente se dividió en dos; o Morgan podía dañarlos, o ellos podrían dañarla a ella. Mi duda fue suficiente distracción para que ella lograra atinar uno de sus puñetazos y quebrarme más el corazón.
En un tonto intento mío, por querer esquivarla y detenerla, su mano encontró mi cuello y apretó en él, sacándome el aire. Las venas bajo sus ojos brillaron con más intensidad, y con una fuerza que fue impulsada por su haz, me hizo hacia atrás. Volví a quedarme sin más aire en lo que mi espalda golpeaba un tronco y mi cuerpo cedía por el dolor en el piso. Mi mano, tonta y con la última gota que tenía encima por defenderme, fue hacia ella, estirando mi anomalía para poder tomarla.
—Por favor... Morgan... —me ahogué sin aire, mis pulmones fallándome—...no...
No. Ella no podía ser...
No pude ni gritar o ni llorar en lo que mi vista se desenfocaba y lo último que mi conciencia tomaba era la figura de mi hermana iluminada haciéndose más pequeña y mi mano rogando por ella antes de que todo se volviera negro y doloroso.