Me miré en el espejo al levantar la cabeza del lavabo, mi rostro goteando al haberme limpiado las mejillas y el cuello, tratando de sacarme los últimos recortes de mi pelo que se habían quedado pegados en mi piel. Ahora sólo lo sentía rozándome los hombros, el largo que antes tenía ya no estando y cumpliendo con el último requisito de Julia antes de presentarme en unos minutos en el centro de entrenamiento.
En lugar de haberlo hecho por mi cuenta, y probablemente haber quedado en peor estado del que podría haber imaginado, me terminé sentando en una de las sillas del hospital, Tom frunciendo su boca en una fina línea y la pobre Olivia siendo mi cómplice en cargar con las tijeras y responsabilidad de no dejarme tan mal.
Claire seguía en su la cama y entremedio de nosotros dos, dónde el gemelo cruzó sus brazos en la esquina y apoyó su mentón.
—Sigo sin entender porque no lo puedo hacer yo.
Hasta Olivia lo había mirado de costado conmigo, atando mi pelo en una de las miles coletas.
—Si no confié ni en mí misma, menos en tu pulso —le saqué la lengua, mis dedos inconscientemente aferrándose a un mechón de mi pelo que se deslizó fuera de mi alcance al ser agarrado en la coleta. Olivia bufó a mis espaldas—. Liv tiene más experiencia con tijeras o cortes que tú y yo juntos.
Tom hizo un puchero y la miró a Claire.
—Probablemente ella lo hubiera hecho mejor que cualquiera.
—Sin duda —sonreí con melancolía, de soslayo dándole una mirada a mi pobre amiga—. Por eso lo estoy haciendo acá, porque le prometí que lo haría ella y cómo no puede, al menos que esté presente.
Mi pelo no era más que pelo, yo no le tenía ningún tipo de sentimentalismo más allá que eso, sólo que en cierto lado cargaba muchos recuerdos de Claire. De ella peinándolo, de llenarlo de flores a su gusto, de que lo trenzara y de la tonta promesa que le había hecho en que sólo ella lo tocaría en caso de cortarlo. Era absurdo, no tenía ni porqué acordarme de tal bobada, pero ahí estaba, agarrándole la mano a Claire en su habitación clínica y cumpliendo como podía cosas inimaginables.
Olivia movió sus dedos por los mechones y apretó en mi nuca.
—¿A esta altura te parece?
Me encogí de hombros.
—Mientras pueda atarlo al menos, sí —respondí. Olivia asintió y tomó las tijeras que había dejado sobre la cama antes de acercarse a mí. Respiré hondo, mis dedos apretando los de Claire que se sintieron fríos, y asentí—. Bien, hazlo.
Había cerrado los ojos cuando escuché el primer corte, ciegamente esperando no quedar pelada. Así fue como, tijerazo tras tijerazo, Olivia fue estirando los mechones que había dividido en mi regazo, que empezaron a tomar volumen hasta que todo mi pelo estuvo en mis manos y al agitar la cabeza, sentí los mechones tocarme hasta la mandíbula y rozarme las clavículas. Estaba hecho.
Tuve que lavarme el cuello y las mejillas para sacar los restos del corte para nada profesional y a las apuradas, así que ahí estaba, mi reflejo mirándome con una nueva imagen que significaba la vuelta a lo que había escapado por semanas. Cualquier corte hubiera sido una liberación, un cambio de aire. En mi caso, era un aprisionamiento más del montón.
Al salir del baño, Olivia había logrado juntar todos los mechones de pelo en una coleta y la peinó en el aire con una sonrisa dulce.
—Podríamos intentar hacer una peluca para la gente que lo necesita, ¿eh? —sugirió, y con eso, yo miré mi nuevo corte como una oportunidad. De algo tonto podría sacar algo bueno. Asentí contenta, ella tomando sus cosas y apurando su paso—. Voy a ver si alguna de las chicas podría ayudarme.
Tom se levantó de la silla cuando me vio acercarme, agitando mi pelo con cuidado y frunciendo la boca.
—Se ve distinto, me gusta —sonrió, mirando de ojeada a Claire e inclinando la cabeza. Ya estaba acostumbrada a la sombra que cubría sus irises cuando se trataba de ella, la forma en la que se hundía su mirada en su propio peso—. Estoy seguro de que le habría quedado aún mejor si se lo hubieras hecho tú, bonita-
El apodo se deslizó tan rápido de su boca que me tomó por sorpresa, para él también, y terminó poniéndose tan colorado que me dio la espalda para que no lo viera. Mi mandíbula tocó el piso, ojeando la piel de mi amiga con esperanza de ver un cambio y sola se cerró mi boca al verla igual de pálida. Terminé carraspeando la garganta y acariciando la espalda de Tom antes de acercarme a Claire y dejarle un beso en la frente. Tom no hizo más que inclinarse a darle un apretón en su mano y salir conmigo de la habitación, sabiendo que estábamos llegando tarde.
Caminando entre todas las personas que ya habían amanecido, Tom se apresuró a tomarme del brazo para que caminara lo más rápido que podía con él.
—¿Crees que te estará esperando en la puerta?
—Siendo ella, ya estaría cerrándola con tal de hacerme ver peor.
Prácticamente tropezándome con mis pies al apurarme, el gemelo parecía estar poniéndose más nervioso que yo y me lo estaba contagiando cuando en realidad me encontraba tranquila. En cierto lado entendía sus nervios, sólo que yo no tenía ninguna necesidad de cumplir con el horario impuesto por Julia.
—Cuéntame más de la Nivelación.
La Nivelación era, cómo decía el nombre, los niveles dentro del entrenamiento que habían sido divididos y puestos para que la ciudad entera estuviera cubierta y seccionada por anómalos que sabían defenderla en caso de necesitarlo. Había rangos más altos y bajos por experiencia, pero todos tenían su importancia y relevancia dentro de lo que sería el trabajo de protegernos.
Tom se detuvo en seco, tirando de mí hacia atrás, cuando una camioneta —militar y robada por la gente de Julia— cruzó frente a nosotros a bastante velocidad, otras dos más detrás de la primera. El gemelo volvió a tironearme la muñeca al seguir caminando.