No era difícil de ignorar, menos que menos dada la circunstancia en la que se encontraba y todas las miradas de sus compañeros, líderes y amigos sobre ella. Me encontré con el mismo tipo de miedo que había visto en ella cuando estábamos en el pueblo, cuando me salvó de ser herida por un soldado. Claramente, ante aquel sentimiento, fue que su anomalía tomó presencia en ella.
Fue inconsciente la forma que me paré frente a ella una vez que Julia ladeó la cabeza, una curiosidad y dureza al seguir viendo a mi hermana. Le había dado la espalda para encarar a Morgan y protegerla de tan intensa mirada.
—An...tus ojos —murmuré desesperada, al señalarnos ella parpadeando unas cuantas veces hasta que volvieron a la normalidad. No cambió el miedo en su mirada, menos al darse cuenta de que todos estaban viéndola extrañamente. Se arrastró lejos de mí—. Espera, no-
Antes de poder impedirlo, ella se tropezó en sus pies al impulsarse del piso y sin poder agarrarla, corrió de la ronda al escapar de la situación. Massimo compartió una mirada pesada conmigo, el parecido con su hermano más presente al fruncir el entrecejo, y sólo pude darle una mirada de soslayo a Julia que se estaba acercando a mí antes de palmear el hombro de Tom, que también parecía sorprendido. Dejé que se encargara de la líder antes de seguir los pasos de mi hermana lo más rápido posible.
Había visto un reflejo de hambre en Julia, en su forma de centrarse en mi hermana y la sonrisa asombrada empezando a asomarse en sus comisuras. Reconocí el interés, la puerta abierta que estaba lista para ser cruzada por ella y yo estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que ella nunca la cruzara. Hice fuerza en mis pisadas para ir más rápido.
No fue difícil deducir a dónde iría, no tenía otro lugar seguro que no fuera el departamento y no me equivoqué al reconocer su pelo rubio haciéndose paso por la entrada nuestro edificio. Seguí el mismo recorrido, abriendo la puerta de entrada de un tirón y empezando a subir las escaleras de a dos escalones. Escuché el portazo de nuestro departamento cuando llegué al pasillo de nuestro piso.
A mi suerte, no la había trabado, algo que yo sí hice una vez que entré y la cerré con su seguro por primera vez desde que habíamos llegado a la ciudad. Se sintió el tiempo cuando tuve que girar la traba con fuerza.
—¿Morgan? —llamé su nombre al caminar hacia su habitación, su puerta cerrada y, al girar el pomo, dándome cuenta de que sí le había puesto seguro a esa—. An, soy yo... déjame pasar. No vengo a retarte.
—¡La arruiné! —estalló, su voz cómo si estuviera cubierta. Deduje que estaba debajo de las sábanas—. ¡Me vieron todos! ¡La arruiné!
No lo pensé cuando volví a probar de abrir la puerta, el cerrojo nunca habiéndose abierto.
—No arruinaste nada, An, no- no pasa nada...
—¡Sí que lo hice! —volvió a sollozar—. ¡Ahora todos saben! ¡Nos delaté! ¡Te la arruiné a ti!
Eso me hizo detener mi intento de abrir la puerta, mi frente cayendo contra la madera. ¿Me la había arruinado a mí? ¿Cómo podría haber pensado eso?
—¿De qué estás hablando, An? —hablé más suave esa vez—. No me arruinaste nada, ¿por qué piensas eso?
Escuché cómo se movía dentro de su cuarto, unos segundos de silencio y pude escucharla más claramente.
—Me dijiste que no me vieran, que no dijera sobre mi anomalía
—Si, An, pero fue un accidente —traté de que me escuchara—. Te estaban atacando, no pudiste evitarlo-
—¡Pero la compliqué! ¡A ti! —respondió—. ¿No fue todo este tiempo escondiéndome para no complicar las cosas? ¿Para no preocuparte?
Oh, Morgan.
—Es para cuidar de ti, An, nunca fue por sólo por mí —me sentí culpable de darme cuenta de que ella no sabía las razones por las cuales debía guardarse, que no eran en realidad por mí, sino por ella y lo que significaría que los demás supieran que cargaba lo mismo que yo. La había escondido más de los problemas de lo pensado—. Hay gente que aprovecha ciertas fortalezas, cómo la nuestra, y no quería- no quiero que te pase a ti.
No dijo nada más por un rato, lo único que pude escuchar fue mi corazón acelerado todavía por la corrida. Iba a llamarla para asegurarme que me había escuchado, o que al menos estaba ahí y no había salido por la ventana o algo —por más que estuviéramos en el altura—, y ella me interrumpió abriendo la puerta de un tirón al destrabarla.
—¿Es eso lo que ella te está haciendo a ti? —me preguntó, sus ojos hinchados levemente—. ¿Julia está aprovechando de tu anomalía?
Me dejé caer contra la pared del pasillo una vez que ella salió de su cuarto.
—No es tan así... no se aprovecha sólo de lo que hago, sino las consecuencias de mis actos—suspiré, pasando mi mano por mi pelo. Si la historia iba a ser dicha, era mejor que fuera completa y que ningún agujero fuera llenado por una culpa de Morgan que no existía—. Julia está muy dolida por lo que pasó con Claire, y en su duelo y angustia, lo culpa en la persona que le trajo a su hija así; a mí. Entonces decide ordenarme, amenazarme si es posible, y mandonearme con tal de tenerme bajo su mirada. Me hizo volver a entrenar, cómo una obligación más que un requisito, para poder tenerme constantemente bajo la mira.
Morgan se apoyó en la pared contraria a la que yo estaba, sus manos a cada lado de su cadera y esperando a que terminara. Por sus facciones tensándose y relajándose, supuse que estaba uniendo unos cuantos cabos sueltos en su cabeza.
—¿Con qué te ha amenazado?
—Nada concreto ni verbalmente específico todavía —relamí mis labios antes de señalarla—, pero indirectamente contigo. Con tu seguridad.
No había habido amenazas directas de la líder de Costa Norte, sin embargo, eso no significaba que sus miradas intensas, curiosas y llamativas en la dirección tanto de mi hermana como mía, no me daba la sensación de que ella sabía que Morgan cargaba algo... importante. Lo suficiente como para que yo hubiese causado todo lo que había pasado y, en su paso, que su hija sufriera una de las más grandes consecuencias por ello.