Nova Star

[09]̴

            Fue al domingo siguiente, en dónde por casualidades que nos habían asombrado, que ningún nombre del grupo de mis amigos surgió en el sorteo de guardias de ese día. Ni Luna, Jacob, Aiko, Tom, Noah o yo habíamos sido seleccionados. Algo bastante sorprendente después de la escena que había pasado días atrás en el salón del Centro con Enzo, pero que no iba a ni mencionar ni quejarme si significaba que cambiarían de opinión sobre si debían reprimirme o continuar pretendiendo que no había pasado nada. Claramente decidieron ir por lo último al tener en cuenta que muchos integrantes habían visto que Enzo había sido el causante del conflicto.

Así que fue Luna la que propuso bajar por las escaleras precarias que nos llevaron a la playa ese domingo libre, dónde me emocionaba el recuerdo arena irregular torciéndome los tobillos al caminar y metiéndose en mis zapatillas. En el paso que habíamos bajado, Jacob fue arreglando ciertos escalones que podrían habernos herido los tobillos, lo que nos facilitó cargar con la canasta que estábamos llevando, ciertas comidas horneadas que Morgan había hecho y que Zafira nos había dado, la cuales disfrutaríamos una vez que llegáramos a la pequeña playa.

Morgan fue la segunda en llegar, después de que Jacob colocara nuevamente el único escalón salido, y saltó hacia la arena riéndose, corriendo directamente hacia el mar antes de que pudiera gritarle que tuviera cuidado, que el agua debía de estar helada. Tom, frente a mí, levantó las cejas.

—No me pareció estar fría la otra vez que vine.

Sólo parpadeé dos veces al mirarlo fijo.

—¿Hace falta que lo diga?

Terminó dándome un empujón, el cual me hizo apoyar las manos en la arena para no caerme e impulsarme para seguir caminando. Luna y Aiko siguieron los pasos de mi hermana en lo que los gemelos, Jacob y yo peleábamos por estirar un viejo mantel para poder sentarnos en la arena. El sol estaba por sobre el agua, sus rayos mañaneros intensamente acariciando mi piel y me dejé caer en el mantel al cerrar los ojos y disfrutarlo.

Sentí movimiento a mi lado, por el quejido que soltó lo reconocí como Jacob, que al abrir uno de mis ojos y mirarlo de reojo, me encontré con el horrible diseño de anteojos de sol que se había hecho y no pude evitar reírme. Me dio un codazo.

—No te los voy a prestar ahora, que se te quemen las pupilas.

—Yo que tú tendría cuidado de no quemarme con el marco de metal —lo señalé, el sol de a poco lo empezaría a calentar en cuestión de segundos—. Y con ese diseño horrible, seguro la quemadura te quedaría más linda.

Vi, de suerte, la rápida forma en la cual había tomado un puñado de arena y lo lanzó en mi dirección, algo de lo cual me protegí y, por el viento, volvió en su dirección. Se le metió en la boca y terminó tosiendo, lo que me causó más gracia. Los gemelos meneaban la cabeza y se sentaban con nosotros en el mantel para esperar a los demás.

Cuando todos nos sentamos, repartimos la comida que había, peleando por no masticar la arena que se metía entre nuestros dedos o en la comida y riéndonos cuando olas de viento nos arrasaban. En otra circunstancia de nuestra vida, seguramente hubiera sido incómodo el lugar, el día, el horario, el viento y todo, pero era lo más cercano a un descanso normal y ordinario que podríamos tener. Hasta cosas que me hubieran molestado meses y meses atrás —como masticar granos de arena o que el pelo se me metiera en la boca por el viento—, me hacían reír mucho más que fastidiarme.

Una vez que la canasta quedó vacía y todos los residuos sucios estaban dentro, Tom se acercó al agua para poder buscar caracoles, algo que Morgan lo acompañó y juntos se quedaron bromeando en el agua. Por más que Tom no sentía temperatura, había tenido razón de que no estaba tan fría y mi hermana disfrutaba de sus pies sumergidos por las olas.

Mientras tanto, Luna meneaba la cabeza al escuchar y enterarse de todo el suceso que había pasado con Enzo, Drea y yo.

—No puede ser tan imbécil, por favor... —murmuró entre dientes tras darle un trago a la botella de agua que habíamos traído—. Más allá de maltratarte a ti desde hace tiempo, ¿con la pobre chica? ¿Embarazada?

—Aparentemente, puede llegar a ese nivel de imbécil —rodé los ojos, Noah a mi lado levantando las cejas y dándome la razón—. Yo me metí en el medio para cuidarla, pero queda claro que ella ya está bien cuidada.

Jacob largó una risa por lo bajo.

—Quién lo diría, ¿eh? —se dejó caer en sus manos por detrás de su espalda y miró el sol que cruzaba por sobre nosotros—. Bebés anómalos. Embarazos con energías. Tenemos suerte que no sea un alíen como en esa película de los ochenta.

—No lo sabemos todavía... —alargó Noah y Jacob frunció la boca.

—Serías el primero que mataría ahora que no confío en ti después de ese comentario.

Para Noah fue sólo dejar que sus irises se destacaran con su color rojo que Jacob levantó sus manos con inocencia. No había forma que pudiera vencerlo cuando el fuego podía atravesar o fundir cualquier tipo de metal... que conociéramos al menos. Más que nada habiendo visto ciertos cálculos del Doc con respecto a la temperatura de la anomalía de Noah, que en cada estudio parecía más elevada que antes. Seguía creciendo en él.

Luna chasqueó la lengua antes de volver a hablar.

—Entonces, si comprendo bien y siguiendo la lógica de todo —carraspeó la garganta—, significa que, si tuviéramos hijos, con una pareja anómala o no, estos podrían desarrollar una anomalía.

—No necesitarías de una pareja anómala o que uno fuese anómalo para que pueda pasar —recordé, los ojos intactos de Drea volviendo a mi mente y pensando en su comprometido—. Ni Drea ni el papá de los bebés era anómalo. La energía ya estaba en ella o en él, pero no como una anomalía.

—¿Está eso verificado? —Noah inclinó su cabeza hacia el costado. Negué con la cabeza.




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