Nova Star

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            Entrenar con Anna y Sue era como haber empezado de cero.

Tenía la mínima y justa resistencia, o conocimiento, para poder sobrevivir las primeras rondas. Después, en lo que mi durabilidad y energía física se iba desgastando, empezaban a aparecer el real trabajo que era entrenar con dos personas que tenían sus sentidos intensificados; mientras que Sue podía ver mis movimientos con unos ojos distintos, y oír mis pisadas con mucha más precisión, Anna me dejaba en el piso de un tirón de mi brazo, pirueta y pose de superheroína. Era de las pocas veces que agradecía que Julia me sacara del enorme grupo de entrenamiento y que sólo las sonrisas burlonas de las otras dos me recibieran al levantarme.

Eso cambiaba un poco cuando tocaba usar un poco de mi anomalía. Sue nos había hecho bajar a las playas, lejos de todos los demás y que me aseguraba que, de ser que las cosas no salieran bien, nadie más saldría herido más que ellas que sabían del sacrificio que era que me liberara por unas horas de los guantes. Anna no tuvo miedo de atacarme, no parecía ni importarle ese hecho, y me tuve que proteger unas cuantas veces de unos cuchillos que Jacob le había dado. Hasta tenían su nombre tallado, lo llegué a ver de tantas veces que pasaron cerca de mi nariz.

Sue se paraba de brazos cruzados al vernos pelear, Anna enterrando sus pies en la tierra al encorvar su espalda sin dificultad, esquivando uno de mis puños, y girando por mi costado para incrustarme un puñetazo en el costado que me sacó el aire. Fui rápida para estirar mi mano y hacerla hacia atrás, rodando en la arena hasta poder recuperar su estabilidad y pelear contra mi agarre.

No escuché ni sentí las pisadas de mi exlíder, lo único que me hizo detenerme fue cuando sentí el filo de uno de sus cuchillos en mi cuello.

            —Suficiente de tu anomalía —dijo, indicándome que soltara a Anna. Apenas lo hice, la otra bufó. Me giré hacia Sue, el cuchillo quieto en su lugar—. Si bien tienes una anomalía que te ayuda, deberías tratar de adaptarla en otro recurso cuando se trata de una pelea de uno en uno. Porque en lo que te acabas de centrar en Anna…yo ya te maté.

Dándome cuenta de lo indefensa que había estado, sólo pude asentir. Dejó caer su brazo y mi cuello fue liberado del filo, el cual me dejó respirar hondo unas veces antes de que Sue carraspeara su garganta y señalara a la otra que se acercara.

            —Bien, vamos en proceso —dijo—. Ahora, intenta derrumbar a Taylin y que ella no recaiga en sus campos de protección.

Por la forma que Anna vino como toro hacia mí, supe que me quedaba mucho por aprender con ellas si quería desprenderme de mi anomalía como único método de defensa.

Los días se volvieron en unas semanas, y sin darme cuenta, ya había pasado un mes con mi espalda tatuada en caídas sobre el piso del entrenamiento, la arena de la playa e incluso, cuando se inspiraban demasiado, en el agua del mar que estaba más que fría. No iba a hacerme la inocente y decir que no les había hecho lo mismo, sólo para un pequeño gusto de mi dignidad. Después me arrepentía cuando volvía a quedar en el suelo, un poco más fuerte de lo normal, y tenía que seguir.

Julia, desaparecida de estos entrenamientos y dedicada totalmente al nuevo plan en marcha, no apareció en ningún momento para acotar absolutamente nada. Fue bueno eso, significaba un poco de paz mental para mí y libertad para Sue, que no decía mucho sobre ella más que rodar los ojos y no soportar que siquiera la mencionaran. Anna tampoco la mencionaba, siempre había admirado a Sue, no me sorprendía que la siguiera en lo que pensara.

En lo que la líder de Costa Norte planeaba sus estrategias, más personas llegaban a la ciudad. De a poco, montones, pequeños grupos que reían, lloraban, o rezaban, una vez que se daban cuenta que estaban en un lugar seguro. Que nadie iba a dañarlos. Lo veía en sus ojos cuando, en ciertas ocasiones, me habían llamado para ayudar a repartirlos por los edificios y departamentos inhabitados. Me miraban con tanto orgullo, con seguridad, que hasta me hacía ladear la cabeza.

¿Por qué confiaban tanto en este lugar? O peor, ¿cuánto tiempo les quedaba hasta desconfiar de mí una vez que supieran mi estado?

No se los mencioné tampoco, no era mi lugar el darles la bienvenida con un “espero que estén cómodos, no hagan enojar a Taylin Reed que significa camuflarse con la arena de la playa”. Tampoco tardaron mucho de enterarse lo que era un poseído en sí, Julia se había tomado la decencia de armar una reunión en el comedor con todos los integrantes de la ciudad.

Lo había hecho en una mañana, dando el aviso a través de los parlantes instalados en la ciudad —los mismos de las alarmas de las misiones—, y que tuvimos que apretarnos entre todos para poder pararnos, sentarnos o acomodarnos en el comedor y mirar a la líder parada sobre el escenario del lugar para dar la charla con sus papeles y manos.

            —Muchos de ustedes, cómo sabrán y habrán vivido, un nuevo problema ha surgido entre nuestra gente —había empezado a hablar una vez que había saludado con un buenos días y sonrisa tensa—. Para la gente recién llegada, espero que no hayan sido tan desafortunados como nosotros como para haber vivido una secuencia así, pero probablemente conozcan por otros medios, o lenguas, lo que significa ser un poseído.

La palabra me dio un escalofrío por la espalda. Tom a mi lado palmeó uno de mis hombros para calmarme, su hermano estaba parado cerca de la líder con su ceño fruncido y facciones tensas. Rodé los ojos, no me sorprendía.




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